El aumento de las agresiones con ácido en los últimos meses ha causado indignación generalizada. Incluso varias víctimas de este crimen se presentaron ante el Congreso y le hicieron un fuerte reclamo al Estado, dada la falta de garantías para el tratamiento de sus lesiones y la impunidad de estos actos: de las 926 agresiones registradas en los últimos diez años, solo se conocen tres condenas, reporta Medicina Legal. Uno de los casos que más rechazo ha generado es el de Natalia Ponce de León. La mujer, de 33 años, fue agredida con ácido el pasado 27 de marzo en la entrada de su residencia en el barrio El Batán, en el norte de Bogotá. Jonathan Vega, el presunto atacante, estaba “obsesionado” con ella, según versiones de familiares. Este caso podría compararse con el de Rosa Elvira Cely, una mujer de 35 años brutalmente violada quien murió días después de que Javier Velasco, un compañero de estudio, la atacara en el Parque Nacional de Bogotá, el 24 de mayo del 2012. Durante el juicio, se conoció que Velasco tenía antecedentes de enfermedad mental que le evitaron ir a la cárcel por otro asesinato que había cometido en el 2002. El psiquiatra forense de entonces dictaminó que, durante los hechos, Velasco presentó un “trastorno mental transitorio con base patológica que le impidió comprender su actuar”, “amnesia parcial” y farmacodependencia. Por estas razones se consideró que debía recibir tratamiento hospitalario. Para llegar a la conclusión de que el hombre no era apto para responder penalmente por sus actos, el médico forense, entre otras razones, citó el desinterés por ocultar las evidencias en la escena del crimen, patrón que repitió en el 2012. Posteriormente, Javier Velasco fue condenado a más de 34 años de cárcel por asesinar a Cely y haber abusado sexualmente de sus propias hijas. Sin embargo, la revelación de que Jonathan Vega tendría antecedentes de esquizofrenia –carta que ahora se juega la defensa– y el testimonio de un antiguo amigo que da fe del comportamiento anormal del joven levantaron interrogantes sobre la imputabilidad de estos crímenes a personas con trastornos mentales. Es más, hubo numerosas manifestaciones de compasión y apoyo en las redes sociales hacia un joven que, a la luz del relato, parecía más trastornado que malvado. Semana.com habló con el doctor Juan Carlos Rojas, presidente de la Sociedad Colombiana de Psiquiatría, sobre los interrogantes que rondan al presunto atacante de Natalia Ponce de León y las consideraciones que deberá tener la justicia para definir su destino. Semana.com: El abogado de la víctima dijo que “el esquizofrénico sale a la calle y ataca al primero que encuentra”, y que la agresión a Natalia Ponce “fue un plan criminal ideado”. ¿Qué opina? Juan Carlos Rojas: El esquizofrénico no tiene un enemigo tan selectivo como Vega, que se fue contra esta mujer quien, al parecer, lo rechazaba. Él ya tenía dificultades para relacionase con las mujeres. En la esquizofrenia no se ve esa selectividad. Si hubiera estado psicótico, la víctima es cualquiera que está afuera, porque es interpretado como enemigo. El psicótico es muy evidente; la familia es la primera que intuye las alteraciones y toma medidas. (Vega) era más o menos funcional, asistía a grupos, iba a clases... Semana.com: ¿Cree que esto se hubiera podido evitar si Vega hubiera recibido tratamiento? J. C. R.: Tal vez. Pero una psicóloga le dijo que necesitaba un exorcismo. Los trabajadores de la salud mental estamos en un estatus en el que somos el último recurso; primero están los sacerdotes que exorcizan. Semana.com: El columnista Juan Sebastián Lozano relató que Vega consumía alucinógenos. ¿Esto puede influir en que el enfermo se vuelva impulsivo? J. C. R.: La esquizofrenia no es la enfermedad mental que más se asocia a la farmacodependencia. Por ejemplo, el trastorno afectivo bipolar se asocia más frecuentemente. El esquizofrénico trata más bien de huirle a las situaciones sociales, permanece recluido, encerrado, es temeroso, inhibido para salir, entonces no es el perfil. Este personaje, para mí, tiene lo que antes llamábamos un trastorno de la perversión: disfruta hacerle daño al otro. [Lozano] dice que leía al Marqués de Sade, que es el perverso por excelencia. Semana.com: ¿En Colombia hay instituciones para criminales con antecedentes psiquiátricos? J. C. R.: Alguna vez hubo y creo que actualmente hay dos lugares donde hay especialistas y los presos reciben tratamiento, pero están recluidos. En EE. UU., por ejemplo, hay anexos psiquiátricos [en las cárceles]. Semana.com: ¿Un enfermo mental puede planear un crimen? J. C. R.: Tomemos como ejemplo la ley norteamericana: ellos tendrían muy claro que Jonathan Vega planeó la situación, porque fue a comprar las sustancias y las combinó con pegante para que hicieran más daño. Esos factores indican planeación. Además, en el video se ve que llegó, esperó a la víctima y tenía consciencia de que el acto era malo porque salió corriendo. A los estadounidenses no les interesa si es esquizofrénico, porque en ese momento hubo consciencia de que lo que hacía era malo. La pregunta no es si tiene una enfermedad mental, porque la tiene, pero la ley debe ser implacable. La psiquiatría no puede convertirse en un instrumento para encubrir un crimen de estos. Es como en el caso de Fabio Salamanca, que mató a las dos mujeres, le da estrés agudo al otro día y los colegas lo hospitalizan para que se le pase. Estas personas sí están enfermas, pero una perversión de esa magnitud –en el caso de Vega– no tiene solución por parte de la psiquiatría. Necesita la cárcel para proteger a la sociedad.