Seis años después de fundado por Álvaro Uribe, el Centro Democrático enfrenta su crisis más profunda. Con la detención domiciliaria de su máximo líder, el partido de Gobierno queda huérfano, al menos temporalmente, mientras se resuelve la investigación en la Corte Suprema de Justicia. Lo claro, por ahora, es que la bancada tendrá una prioridad: defender a capa y espada al expresidente hasta verlo libre de nuevo. El partido es una amalgama de tendencias que a veces chocan, pero que ven en la detención de Uribe la oportunidad de unirse con un solo propósito: ejercer presión para intentar demostrar la inocencia del senador.

Desde esta semana, el partido entró en una campaña política falaciosa pero real y con un mensaje poderoso: quien confrontó a las Farc está detenido, y los exlíderes de la guerrilla están libres en el Congreso, sin pagar aún por lo que hicieron en el monte. Aunque la situación es dura de digerir, mezclan peras con manzanas, ya que una cosa es el desenlace de un proceso de paz y otra muy distinta el proceso judicial de un senador ante la Corte Suprema. Sin embargo, el mensaje simbólico y moral de esa comparación no es menor.

Partidarios y detractores del expresidente y senador Álvaro Uribe rechazaron y aplaudieron la decisión de la Corte Suprema de Justicia contra el líder del Centro Democrático. Sobre esta efectista ecuación, que cala en un amplio sector de la opinión pública, el partido va a estructurar parte de la estrategia. Además porque es coherente con el discurso del plebiscito de 2016, cuando ganaron en las urnas y señalaron que no podía haber impunidad frente a los crímenes de las Farc.

Desde su hacienda en El Ubérrimo, en Córdoba, Uribe seguirá mandando en el partido y sin mayores problemas podrá seguir dando instrucciones en tiempos de virtualidad. No podrá estar en las sesiones del Congreso por la plataforma Zoom, pero sí les podrá tirar línea a sus copartidarios desde la distancia. No obstante, seguramente sentirán su ausencia, y más en una coyuntura tan crítica como la actual, lo que va a abrir paso a que se reacomoden las fuerzas en el uribismo, a ver si surge un heredero. Uribe ha tenido sobre su militancia una ascendencia tal que pocos se atreven a llevarle la contraria o a brillar más que él. Pero con su detención llega la hora de ver quién puede enarbolar mejor sus banderas, mientras avanza la investigación en la Corte Suprema.

Paloma Valencia, senadora En el fondo, el más interesado en promover un relevo generacional en el partido ha sido Uribe, quien no se retiró luego de la Presidencia, como hacen los presidentes, y decidió seguir en la brega política a un elevado costo en favorabilidad. Por eso, cada vez que hay elecciones, Uribe impulsa jóvenes en las listas del partido. A raíz de la detención, dos mujeres han tomado la delantera en el Centro Democrático: las senadoras Paloma Valencia y Paola Holguín. Y también ha asomado la cabeza el representante a la Cámara Edward Rodríguez.

Paola Holguín, senadora El partido, por ahora, no ha definido una vocería única para sortear esta dura prueba. El objetivo es que todos, a su manera, defiendan la inocencia de Uribe y las ideas que dieron origen a este movimiento en 2002, con el nombre inicial de Primero Colombia. En aquella época la filosofía abarcaba la seguridad democrática, la confianza inversionista y la cohesión social, los mismos tres ‘huevitos’ que llevaron a Uribe a la Presidencia. Hoy, esas tres tesis son equidad, legalidad y emprendimiento, que resumen el Gobierno de Duque.

Edward Rodríguez, representante a la Cámara En el Centro Democrático Uribe también actúa como un componedor, y es la última palabra cuando se presentan diferencias por cualquier razón. Es el jefe natural de un movimiento creado a imagen y semejanza de su ideario político, que busca ser disciplinado y sin las intrigas y divisiones de otros partidos. Ese propósito no ha resultado fácil de cumplir, ya que a pesar de tratarse de una colectividad personalista, también tiene grietas fuertes entre los moderados y los radicales.

Si no hubiera pandemia, seguramente el Centro Democrático estaría agitando a miles de colombianos para que salieran a las calles a marchar en defensa de Uribe. Pero como las manifestaciones no son posibles por la emergencia sanitaria, los cacerolazos serán virtuales y las protestas, como pasó esta semana, se limitarán a caravanas de vehículos que pitan en señal de protesta por lo que consideran una injusticia contra su máximo líder. En la otra cara de la moneda, los opositores también salieron a expresar su respaldo a la Corte Suprema. La estrategia del partido consistirá en impulsar una veeduría cívica al proceso de Uribe en la corte. En los próximos días van a apelar a la solidaridad de los militantes a fin de recaudar unos 98 millones de pesos para pagar la caución fijada por la Corte Suprema en la medida de detención domiciliaria. “La dimensión y gravedad de esta injusticia nos une y hace que más y más colombianos se den cuenta de que existe una estrategia sistemática para dañarnos”, le dijo a SEMANA Nubia Stella Martínez, directora de la colectividad.

Nubia Martínez, directora del Centro Democrático El partido corre el riesgo principal de extraviarse en la tarea de defender a Uribe y descuidar la agenda legislativa en el Congreso. Allí tienen 20 senadores y 32 representantes, una fuerza decisiva para el trámite de cualquier proyecto en Senado y Cámara. El Centro Democrático, sin embargo, le hizo saber a la ministra del Interior, Alicia Arango, que van a seguir adelante con todas las iniciativas. En total, la colectividad contabiliza más de 100 proyectos de todo tipo en la legislatura que acaba de empezar. También está por verse la relación del partido con el presidente Iván Duque. El Centro Democrático se enfrenta al complejo escenario de presionar a su propio presidente con propuestas que a Uribe le suenan pero a Duque no tanto, como la convocatoria a una constituyente. Pese a que en la Casa de Nariño no son partidarios de esta idea, los congresistas no van a desistir y van a tratar de conversar con otros sectores para intentar darle forma.

Así mismo, habrá que ver si la detención de Uribe definitivamente aleja de Duque a la vertiente más radical del uribismo, teniendo en cuenta que el presidente deberá mantenerse al margen y hacer respetar la institucionalidad, y pese a los cantos de sirena de sus propios copartidarios y de las barras más bravas. Congresistas como María Fernanda Cabal han dicho que sienten que la Casa de Nariño no es tan uribista como ella quisiera. Y, con Uribe detenido, las exigencias a Duque podrán aumentar tanto en la forma como en el fondo. “Todavía no hemos hablado con el presidente Duque, confiamos en que entienda que, ante la injusticia, uno puede tomar uno de dos caminos: verla pasar impávido ante sus ojos o tomar la decisión de actuar”, aseguró la senadora Paloma Valencia.

De igual manera, la colectividad intentará capitalizar políticamente la detención de Uribe. Que la perciban como una victimización ofrece un terreno fértil para cautivar potenciales electores, más aún si pasan los meses y no hay justicia, verdad ni reparación en los crímenes cometidos por las Farc. La gran pregunta es qué tanto este episodio revertirá la tendencia de desgaste del senador Uribe y del uribismo, palpable en las encuestas. Y qué tanto afectará el crecimiento de los sectores de centro y centroizquierda que ganaron en las últimas elecciones y hoy gobiernan en las principales ciudades del país. En las próximas semanas se conocerá la línea definitiva que seguirá el Centro Democrático. Todo dependerá de las reuniones con Duque y de los acuerdos a los que lleguen a la hora de tramitar proyectos en el Congreso, en particular la papa caliente de la reforma a la justicia. La clave estará en los roles que cada una de las partes desempeñan y los límites que tienen. Por respeto a la separación de poderes y como jefe de Estado, Duque no podrá hacer gran parte de lo que le pida su partido. Pero eso no será una excusa para que el Centro Democrático no cese en su intento de que el presidente Duque se sume a su causa.