Una de las series con mayor rating en Netflix es Mindhunter, que cuenta la historia de dos agentes del FBI que en la década de los sesenta revolucionaron la investigación criminal, al estudiar la mente de los psicópatas más temidos de Estados Unidos, y así crear un método para perseguir a los criminales. Palabras más, palabras menos, eso es lo que hace un grupo de científicos con doctorado de la Policía Nacional.
Ellos consideran que, si logran establecer lo que piensa el acusado, podrían evitar un sinnúmero de delitos y tener ventaja en la lucha contra el crimen. Esta historia se remonta a 2016, cuando el mayor general Jorge Vargas, actual director de la Policía Nacional, lideró la Dirección de Investigación Criminal e Interpol (Dijín). Allí evidenció que la reincidencia de los delincuentes era alta, y que para cambiar esa tendencia era mejor evitar los delitos que actuar después de que se cometieran. En 2017, Vargas le dijo a SEMANA que había capturado a 107 criminales, de los cuales seis tenían 80 antecedentes y órdenes de captura. En ese momento comprendió que tenía un reto, pero no sabía cómo afrontarlo.
Fueron días pensando en una estrategia y asesorándose de expertos en criminología, psicología y otras especialidades. “Tenemos que entender qué pasa por la mente de un criminal”, fue la conclusión, y emprendieron un estudio con la ciudadanía y con personas condenadas por diferentes delitos, al que llamaron ‘Aplicación de criminología táctica y neurocriminología para mejorar la seguridad y convivencia’. La policía de Colombia es una de las pocas en el mundo que va a la vanguardia en nuevos procesos de investigación, con instrumentos como la neurociencia para luchar contra el crimen.
Cuando Vargas llegó a la Dirección de Seguridad Ciudadana, en 2019, vio más de cerca las necesidades de los colombianos que eran víctimas de hurto de celulares, de bicicletas, de riñas, homicidios y hechos de intolerancia. Para comprender el fenómeno, hizo una indagación de las zonas más críticas, que involucró pruebas con la comunidad. Una de las localidades evaluadas fue Kennedy. En 2018 y 2019 el promedio de hurtos estaba entre 900 y 1.000. Así que el equipo de neurocriminología diseñó afiches con el mensaje: “Delincuente, usted va a ser el próximo capturado”, acompañado con las fotografías de algunos detenidos. El ejercicio fue un éxito.
Los índices de hurto bajaron significativamente. ¿Pero qué pasó por la mente del criminal para causar el efecto disuasivo? Los expertos recrearon escenarios criminales en los que participaban personas que no habían cometido delitos y delincuentes condenados. A cada uno les conectaron unos electrodos en su cabeza. Sentado frente a un monitor de computador, uno de los investigadores revisa las reacciones del cerebro en cada uno de los escenarios. El experto observa un gráfico de frecuencias que se activa con cada parte del cerebro estimulado. Centra su atención en el sistema límbico, ligado con los instintos humanos, la memoria involuntaria, el hambre, la atención, los deseos sexuales y las emociones como el placer, el miedo y la agresividad.
Esta zona determina la personalidad y la conducta de cada ser humano. Así, analizaron la mente de ladrones de celulares y de otros objetos, así como de personas dedicadas al microtráfico, extorsiones y estafas. Concluyeron que cuando realizan estas actividades, se estimula el mesencéfalo, que crea mecanismos de recompensa en el cerebro. Es decir, cuando un ladrón sabe que el beneficio es mayor que el riesgo asumido, siente el impulso de cometer el delito. Pero también identificaron el momento exacto en el que el criminal siente miedo.
En el momento en que eso pasa, el investigador ve cómo la imagen de la frecuencia se dispara con mayor velocidad. Eso le indica que la amígdala cerebral genera señales de alerta que le producen miedo. La amígdala es el principal núcleo de control de las emociones y sentimientos en el cerebro. Su vinculación con el lóbulo frontal hace que el delincuente se abstenga de actuar. La sensación que experimenta es la misma que vive alguien que se sube al piso 20 de un edificio y mira hacia abajo.
No obstante, los criminales en serie, al parecer, tienen atrofia en la amígdala, lo que hace que esa alerta no se emita. Por esto pueden asesinar o cometer delitos sexuales una y otra vez sin ningún arrepentimiento. Homicidas seriales como Fredy Valencia, el monstruo de Monserrate, justifican los vejámenes convencidos de que actuaron correctamente.
Otro de los elementos que arrojó la indagación es el miedo que tenían los delincuentes al coronavirus. Temían contagiarse o ser capturados con mayor facilidad debido a que, al estar las calles solas, podrían ser un blanco fácil de detectar. Ese comportamiento lleva a concluir que abril, mayo y junio serán meses en los que las empresas criminales aprovecharán la reactivación económica para hacer de las suyas y volver a los índices de 2018 y 2019. Por esa razón, la policía trabaja en reforzar la seguridad en las regiones para prevenir esta posible oleada de criminalidad.
Mentes criminales en la Policía
En la institución son conscientes de que en su interior puede haber manzanas podridas. Por ello, la investigación cuenta con una fase encaminada a analizar la mente de los policías e identificar quiénes son propensos a cometer algún delito.
Hasta el momento, con varios ejercicios como el juego del dictador, han encontrado que algunos exuniformados condenados por la Justicia muestran rasgos de ambición, codicia y poco altruismo. La idea a futuro es poder analizar, con ayuda de la neurocriminología, a los aspirantes a ser policías para evitar que personas con rasgos contrarios a la ética de la institución puedan representar un riesgo para la sociedad.
Vargas dice que con estos estudios buscan construir confianza y proximidad con el ciudadano, mejorar la capacidad en la disuasión y persuasión del delito, y generar insumos científicos para optimizar las estrategias de persecución penal. Ha sido tan innovador el trabajo de estos investigadores que policías de otros países han pedido asesoría. Diferentes organismos internacionales, como el Banco Interamericano de Desarrollo, Ameripol y la Interpol, ven en estas estrategias un referente y un modelo pionero.