La noticia del rearme de tres antiguos líderes de las Farc llenó al país de zozobra. En un video grabado desde el monte, Iván Márquez, antiguo líder de la desmovilizada guerrilla hizo el anuncio: "Una nueva modalidad operativa conocerá el Estado. Solo responderemos a la ofensiva. No vamos a seguir matándonos entre hermanos de clase para que una oligarquía descarada continúe manipulando nuestro destino". Acompañado de Jesús Santrich, El Paisa y un puñado de otros miembros del grupo insurgente, Márquez puso así una estocada en el corazón del proceso. Quienes más lamentaron esa decisión fueron sus mismos compañeros. Miles de miembros de ese grupo armado abandonaron las armas en el proceso de paz que se negoció en La Habana durante el gobierno de Juan Manuel Santos. Las palabras de Rodrigo Londoño, antes Timochenko, mostraban ese desconsuelo. El máximo líder del ahora partido político pidió perdón al país y a la comunidad internacional por el giro que habían dado sus antiguos compañeros.  "Los Acuerdos de Paz encarnan la culminación del viejo anhelo del pueblo colombiano por poner fin al conflicto armado y sembrar la esperanza de consolidar definitivamente la paz con justicia social en nuestro país. Proclamar la lucha armada en la Colombia de hoy constituye una equivocación delirante", dijo en una rueda de prensa. 

La presidenta de la JEP, Patricia Linares, recordó que el país y la justicia tienen un compromiso con ese grupo de colombianos que "que vienen cumpliendo a cabalidad con los compromisos y condiciones que les impone el sistema". Lo mismo hizo el Alto Comisionado para la Paz, Miguel Ceballos. "El Estado no va a dejarlos solos", dijo sobre las tropas que pasaron a la vida civil y que hoy le siguen apostando a la paz.  En esta portada, SEMANA registró en 2017 esa última marcha que hicieron las FARC para llegar a la vida civil. Esta es la crónica del anhelo de esas miles de personas con una historia de guerra que quieren dejar atrás. La última marcha de las FARC

Fotografías de Jesús Abad Colorado, AFP y León Darío Peláez Las imágenes que vieron los colombianos esta semana quedarán en la memoria como uno de los hechos más importantes de la historia reciente. En lanchas, buses, carros escaleras, camiones y hasta a pie, unos 4.761 guerrilleros se movilizaron hacia las 26 zonas veredales pactadas con el gobierno para dejar las armas y empezar su tránsito a la vida civil. Traían a cuestas unos pocos enseres, algunos animales, perros, cerdos y pájaros, y una historia de guerra que quieren dejar atrás. Escrupulosamente, la ONU custodió ese tránsito por ríos y carreteras en coordinación con las Fuerzas Militares. Los testigos vieron escenas inéditas y emocionantes. Guerrilleros que saludaban de mano a los soldados que prestaban la seguridad. Comunidades que con banderas blancas les daban el último adiós. Madres que salían al paso para darles a sus hijos guerrilleros un abrazo contenido por años. Guerrilleras que cargaban sus bebés recién nacidos. Todas, imágenes típicas del fin de una guerra. Del volver a casa, casi siempre con las manos vacías, con la alegría de haber sobrevivido y con la esperanza de tener una segunda oportunidad sobre la Tierra. De asumir la decisión de dejar una vida atrás y comenzar otra nueva: la civil. Todo eso produce en cualquier ser humano una mezcla de ilusión y miedo. El alivio de superar un pasado de dolor y sangre, y la incertidumbre por un futuro todavía brumoso para muchos de ellos. Al propio comisionado de paz, Sergio Jaramillo, se le hizo un nudo en la garganta en el campamento de Pondores, en Fonseca, La Guajira, cuando bajó de una improvisada tarima a saludar a los 217 guerrilleros de base que llegaron allí. Varias mujeres combatientes le apretaron la mano emocionadas, para darle un mensaje tácito: ahora estamos en sus manos. En medio de muchas dificultades, la fe en que el proceso de paz saldrá adelante predominó en la llegada a las zonas veredales. Iván Márquez, también en la vereda de Pondores, dijo que esta no era la última marcha de una guerrilla, sino la primera de un grupo de hombres y mujeres que ingresarán a la política para buscar un mejor país. Se mostró comprensivo frente a los retrasos que hay en toda la nación en las construcciones de los campamentos donde vivirán por varios meses sus combatientes, y ratificó que todos, juntos, construirán esas instalaciones. Porque desde que se empezó a implementar el acuerdo de paz, guerrilla y gobierno están mancomunados. Desde hace medio siglo las Farc eran dios y ley en algunos territorios. Un dios arbitrario y una ley muchas veces sangrienta. En las últimas décadas se habían desplegado en 240 municipios, en selvas y sabanas, montañas y pueblos. Así dispersas fue muy difícil combatirlas. Hoy, han abandonado esos territorios y se han ubicado en 26 zonas de no más de 15 kilómetros cuadrados, en veredas casi siempre remotas y olvidadas. En los próximos tres meses habrán dejado todas sus armas y habrán cumplido uno de sus más importantes compromisos con la paz. Sin embargo, sobre los hombros del gobierno descansa la mayor responsabilidad de lo que viene. Para empezar, como reto inicial, que los territorios de los que acaban de salir las Farc tengan seguridad, justicia y desarrollo social. Los primeros indicios no son alentadores. Las fundaciones Paz y Reconciliación e Ideas para la Paz sacaron esta semana sendos informes donde pintan un panorama alarmante de crecimiento de otros grupos armados en esos lares. Advertencias similares han hecho la ONU, la OEA y la Defensoría del Pueblo. Un segundo reto será la reincorporación de los guerrilleros a la vida civil. Dado que se prevé que las zonas veredales dejen de funcionar en cuatro meses, el gobierno tendrá que considerar si la permanencia de los guerrilleros en estos campamentos se puede prolongar, pues muchos de ellos aún no estarán en condiciones de regresar a sus pueblos de origen, o aún no marcharán los proyectos productivos. El tercer reto será que al tiempo que avanza la reincorporación a la vida civil, se cumpla en implementar el resto del acuerdo, sobre todo en dos temas cruciales: lo legal y la seguridad. La llegada de las Farc a su nueva casa, por lo tanto, no es el fin, sino apenas el principio de los desafíos que tiene por delante el proceso de paz. Gallo, Córdoba

Por lo menos 130 guerrilleros del frente 58 llegaron por río hasta la vereda Gallo, en Tierralta, Córdoba. Esta es una de las zonas veredales más atrasadas en construcción de zonas comunes y en condiciones de habitabilidad. Policarpa, Nariño

Guerrilleros del frente 29 viajan en bus, con evidente entusiasmo, hacia las veredas de Betania y Paloma, en Policarpa, Nariño. Se calcula que en esta zona habrá cerca de 250 guerrilleros y es una de las que está más avanzada en infraestructura. Puede ver: ¿Miembros de las Farc más educados que algunos senadores? Santa Lucía, Antioquia

Guerrilleros del frente 18 se movilizaron hasta en carros escalera para llegar a tiempo a la vereda Santa Lucía, en Ituango, Antioquia. Al igual que otros frentes, no solo cargaron el morral, sino enseres como ollas, colchonetas y mangueras, como se ve en la parte superior de los buses. Puerto Rosario, Putumayo

Una estación en Puerto Rosario, Putumayo, le sirvió a algunos guerrilleros para un emotivo reencuentro con sus familiares. Luego siguieron en la ruta hacia La Carmelita, en medio de una comunidad que los despidió con banderas blancas. Pondores, La Guajira

En Pondores, vereda de Fonseca, La Guajira, los guerrilleros demostraron su amor por los animales. Los combatientes llevaron nutrias, perros, pájaros, cerdos y ovejas a su nuevo hogar. Pondores, La Guajira

En Pondores, La Guajira se concentran los guerrilleros del frente 19, del Martín Caballero y de la columna Efraín Guzmán, es decir casi todo el bloque Caribe. Los guerrilleros saludaron con apretones de mano al Alto Comisionado de Paz Sergio Jaramillo, a los generales y a Iván Márquez, el día de su llegada. También fue una ocasión de reencuentro entre ellos. Playa Rica, Meta

No fue nada fácil para los guerrilleros del Bloque Jorge Briceño llegar hasta Playa Rica, en las sabanas del Yarí, en el Meta. Hubo que cruzar ríos, morichales, sabana y selva. Sin embargo, lo lograron. Sugerimos: Hijos de las FARC tendrán guarderías Remedios, Antioquia

Todos los medios de transporte sirvieron para que los guerrilleros de los frentes 37 y 24 llegaran hasta la vereda Carrizal, en Remedios, Antioquia. Volquetas, carros escaleras, camiones o camionetas. Todo se valía para llegar antes del 31 de enero y cumplir con lo acordado.