El lunes 4 de agosto del 2008 fue un día especial para Colombia, a pesar de algunas voces que mostraron su escepticismo. El entonces presidente, Álvaro Uribe Vélez, que en esa fecha tenía niveles envidiables de popularidad, hizo explotar la última carga de dinamita con la que se abrió el túnel piloto de La Línea, una obra de infraestructura vial soñada por los colombianos durante casi un siglo. Acompañado por el ministro de Transporte, Andrés Uriel Gallego, y un séquito de funcionarios de Invías, Uribe atravesó el túnel piloto y a su salida por el lado del municipio de Calarcá, en Quindío, felicitó uno a uno al equipo de ingenieros colombianos que, según dijo ese día, “hizo posible esta obra” que, “en materia de infraestructura, es lo más esperado en Colombia”. Según Uribe, los 8.500 metros de construcción deben traer un mensaje a Colombia: “Una patria que acelere el progreso formará colombianos optimistas y nuevas generaciones felices”. El presidente fue aplaudido, en especial, cuando señaló –en un mensaje seguido por radio y televisión– que por fin se daban por terminados “70 años de proyectos e ideas en torno al megaproyecto que modernizará las carreteras en el país”. Los titulares de los periódicos del martes siguiente halagaron al mandatario a lo ancho de la primera página. Hubo varios editoriales en los que se destacó el mensaje presidencial para halagar el hecho de que la obra era “100 % ingeniería colombiana”. Sin embargo, hubo algunas voces críticas. Estas dijeron que el acto era apenas un “hecho propagandístico para seguir beneficiando la imagen de Uribe” porque “túnel, al fin y al cabo, no hay todavía”. En la página de la Presidencia de entonces se insistió en lo contrario: “Se trata de uno de los mayores logros de la ingeniería nacional. El ‘Gran Túnel de La Línea’ estará listo en el 2012. Se trata de una obra definitiva que reducirá la distancia entre el centro y el occidente del país. Este será el túnel más largo de Latinoamérica, con 8.800 metros de longitud. La obra inicial, avaluada en 703.000 millones de pesos, unirá, por fin, Bogotá con Buenaventura”. Ese día, los críticos del gobierno de Uribe dijeron que “el ministro de Transporte, Andrés Uriel Gallego, y el director del Invías, Daniel García, no logran pisar terreno firme” en esta obra que seguramente se va a demorar más de lo anunciado por Uribe. “No hay que olvidar que se trata del trabajo de ingeniería más desafiante de los últimos años: dos túneles de 8,8 kilómetros y 23 kilómetros de dobles calzadas entre Cajamarca y Calarcá, en un terreno geológicamente muy complicado. A pesar de su importancia, el rosario de desaciertos en este proceso es copioso”. Primero, el Gobierno convocó y casi comprometió al gobierno japonés a financiar el proyecto y luego lo sacó de ‘taquito’, bajo el nada científico argumento de apoyar a la ingeniería nacional”, dijeron los informes periodísticos.

El tiempo pasó, hasta este lunes 15 de septiembre del 2014, cuando los colombianos volvieron a hablar profusamente del túnel de La Línea.