La plaza estaba vacía. En las discotecas y tiendas la música vallenata y los corridos prohibidos sonaban a todo volumen en los parlantes desde muy temprano. El ambiente era de fiesta pues en el municipio de Otanche, ubicado al occidente de Boyacá, no solo se iban a conmemorar los 20 años de la firma de la paz en la región tras la ‘guerra verde’. Otros buscaban ver a un viejo conocido del cual solo se escuchaban rumores de sus visitas. A ese lugar enclavado en las montañas en el cual la pobreza ronda todos los rincones, iba a llegar tal vez uno de los hombres más ricos del país, el zar de las esmeraldas Víctor Carranza. Este hombre protagonizó en la década del 80 una de las guerras más cruentas que se hayan visto en el país. Esta dejó más de 6.000 muertos. A los habitantes se les había dicho que el 'zar' llegaría para refrendar la paz la cual se había firmado hace 20 años gracias a la intermediación de la Iglesia católica. Aunque a la 9:00 a. m. de ese 2 de julio del 2010 todo estaba listo, no se podría dar inicio a los actos sin la presencia del hombre que se convirtió en el patrón de la región. Carranza llegó tarde. Después del medio día apareció el mítico empresario de las esmeraldas en el pueblo. Esta era la primera vez en la que se veía en público a Carranza después del atentado en el mes de marzo en el cual se utilizaron rockets y camiones. Carranza salió iléso.
El zar apareció en la tarima de la nada. Estaba escoltado por una treintena de personas a las que no se le veían las armas. Allí pronunció un discurso propio de un hombre curtido en el oficio y sin mayores pretensiones. “Mi voluntad como la de hace 20 años es la de trabajar”. Les dijo a sus antiguos aliados y contradictores. Ese día también le salió al quite a los rumores frente a la posibilidad que podría acabarse la tranquilidad de la región. Luego de condecorar algunos de los esmeralderos que participaron en la firma de la paz. Prefirió irse junto a los escoltas de sombrero y camisas semi-abiertas. El viejo no se tomó ni un vaso de agua. La visita del zar fue breve. Mientras salía de la plaza le dio la mano a varios de los pobladores siempre con la mirada en otro lugar, como si estuviera vigilando cualquier movimiento extraño. No en vano se dijo que por seguridad Carranza había llegado en helicóptero a un sitio aledaño al pueblo.
El deseo que la paz de la región se mantenga lo volvió a refrendar hace unos días. La misiva fue el preámbulo de su testamento. Carranza le envió una carta a los hermanos Rincón en la que le advierte del riesgo que para la región significa el regreso de la violencia. “Propongo un acuerdo Regional en el que los Lideres y Empresarios reiteremos el rechazo absoluto y contundente contra cualquier actividad ilegal en la provincia”, escribió. En una entrevista publicada por la cadena Al Jazeera en junio 2012, Carranza confesó que tenía un cáncer de pulmón. “Nunca me he preocupado de eso. Ya es hora que mi Dios se acuerde de uno”. Hoy se conoció la muerte del hombre que siempre buscó mantener un bajo perfil pero que para otros como el senador Iván Cepeda quien escribió un libro sobre el poder del zar, “Carranza no fue ningún constructor de paz” y por el contrario fue una persona que quedó en deuda con la justicia.