La crisis del coronavirus ha hecho que los problemas que el país no ha podido solucionar desde hace décadas sean más evidentes. Uno de ellos es la pobreza y el desplazamiento por la violencia. Este miércoles, en vísperas del Día Nacional de las Víctimas, amanecieron en el parque Tercer Milenio de Bogotá 360 indígenas embera katío chamí, provenientes del Chocó, entre los que había víctimas del conflicto armado, 100 menores de edad, 50 mujeres lactantes y 15 gestantes. En conversación con SEMANA, María Violet Medina, una de las defensoras de esta comunidad, dijo que 50 indígenas fueron desalojados el martes y otros decidieron acompañarlos en las calles como una forma de protesta, pues dentro de poco también se les vencerán los arriendos. “Muchos de ellos viven del día a día, de vender artesanías y les preocupa no tener con qué pagar el arriendo y que si no los mata el coronavirus los mate el hambre”. Maria Violet agregó que hay muchos otros pueblos indígenas que están en la misma situación en la capital del país. 

Nelson Sintua, de 27 años, uno de los hombres que amaneció en las calles, aseguró a esta revista que pese a que él sí tenía donde pasar la noche considera que las soluciones que les dan la Alcaldía y el Gobierno Nacional no responden a sus necesidades.“A veces nos dan un techo por dos o tres días, en el mejor de los casos por tres meses, pero eso no soluciona nuestra situación”. Sintúa llegó a Bogotá hace tres meses. Dijo que terminó en la ciudad porque recibió amenazas de un actor armado que no puede identificar. “Me decían que si no me iba con ellos tenía dos días para irme de Pueblo Rico, Risaralda, donde vivía”.

Claudia Patricia Queragama, de 24 años, tampoco fue desalojada, pero “el mercado que nos dio el gobierno no nos alcanza para nuestras familias para un mes de cuarentena. No somos una sola persona, sino muchas más. Necesitamos una ayuda alimentaria real”. También salió a acompañar a aquellos a los que no les ha llegado ningún alivio del Distrito o del Gobierno. “No vinimos a la ciudad por decisión propia, la mayoría de los miembros de nuestras comunidades se encuentran radicados en la ciudad de Bogotá como consecuencia del conflicto armado”, dijo Nelson Bastos, líder de la comunidad embera.

Emberas que pasaron la noche en el Parque Tercer Milenio. Foto: Esteban Vega/SEMANA. Agregó que lo que piden de forma inmediata son cosas básicas: cobijas y ropa para tierra fría, alimentos no perecederos, agua potable para beber y bañarse, pañales, pañitos húmedos y papel higiénico. También considera que la ruta de atención que les ofrece el Distrito y el gobierno no se ajusta a sus necesidades y por eso piden que sean modificadas. “Te piden que pruebes que eres víctima y a veces sus evaluaciones para declarar si uno es víctima o no toman días en los que uno no sabe qué hacer”.Vladimir Rodríguez, consejero para las víctimas de Bogotá, dijo a esta revista que hay 174 indígenas embera víctimas del conflicto en la ruta de atención del Distrito. “Los indígenas víctimas del conflicto que están con nosotros tienen garantizado un lugar donde dormir y alimentación. Con motivo de la cuarentena los arriendos que se terminaban fueron prorrogados y sin embargo hubo muchos que decidieron por voluntad propia pernoctar en la calle”, afirmó. También aclaró que las personas que han sido desalojadas en días pasados han sido reubicadas en los albergues del Distrito. 

Las víctimas del conflicto armado en Bogotá tienen una atención inmediata. Por cerca de tres meses el Distrito les ofrece una atención humanitaria inmediata. Después el encargado es el Gobierno, a través de la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas (Uariv). Esta última entidad ha dicho que está priorizando la atención a las comunidades indígenas, entre ellos 128 emberas. Sin embargo no ha sido posible llegar a todas las familias.Es cierto que los protocolos para verificar si alguien es víctima a veces no son tan eficaces, pues para muchas personas no es tan fácil probarlo, pero tampoco es sencillo descartarlos como víctimas. Además, en esos días en que el Distrito pierde competencia y el Gobierno se vuelve el responsable, muchos de estas personas quedan en el aire. A veces la ayudas de techo o alimento se extienden, pero en otros casos hay personas que se quedan en la calle.   

La situación de los indígenas embera en el país es una muestra de la incapacidad histórica del Estado para llegar a todos sus pueblos y territorios de Colombia. Muchos de los indígenas que hoy siguen en las calles de la capital ya habían pasado por una ruta de atención en Bogotá, habían vuelto a sus territorios y terminaron retornando, algunos por nuevas amenazas y otros porque en sus pueblos no encuentran el sustento necesario para vivir.  En las reuniones que tuvieron funcionarios del Distrito y del Gobierno les aseguraron que tendrían techo y comida. Pero muchos de ellos se resistían a irse pues  “si no nos exponemos al coronavirus, nos tenemos que exponer al hambre”, decía uno de ellos. Sin embargo, a las 7 de la noche llegaron a un acuerdo para que volvieran a sus casas o albergues. También les darán un giro de dinero desde el gobierno para que lo puedan reclamar desde el próximo lunes.