María Victoria, una joven venezolana de 20 años, vive en un barrio de invasión de Riohacha, capital de La Guajira. Su bebé de 11 meses está en un Centro de Recuperación Nutricional (CRN), después de que la diagnosticaron con desnutrición aguda severa, el peor de los casos de desnutrición posible.
La mamá, de piel morena y pelo liso, negro, y ojos achinados, tiene dos hijos. Los dos estuvieron en mal estado nutricional, pero la niña fue la más afectada.
Cuando apenas habían pasado seis meses del nacimiento de su hija, tuvo que empezar a trabajar. Dejó a su bebé y a su otro hijo a cargo de su mamá, para que la ayudara a cuidarlos. Aunque no la culpa, sí cree que ella como mamá debió estar más pendiente de sus niños.
“Me dijeron que mi niña estaba mal, me desesperé, estaba demasiado asustada, porque me dijeron que mi niña estaba de vida y muerte”, expresa la joven mamá, cuya hija tiene un retraso en talla debido a la desnutrición que sufrió por bastante tiempo, casi desde su nacimiento.
Daimer Loaiza Giovanety, psicólogo del CRN del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, explica que la menor llegó remitida por las Unidades de Búsqueda Activa (UBA) de esa misma institución en estado grave. Tenía signos evidentes de malnutrición, que obligaron al sistema de Salud a responder por ella, para después remitirla al centro, en el que está recibiendo atención hace más de un mes. Todo esto afectó su crecimiento y también sus capacidades cognitivas a futuro, aunque debido a que es muy pequeña, todavía hay posibilidades de revertir los posibles efectos a largo plazo.
“A nivel socioeconómico es una familia que presenta muchas dificultades en el tema de higiene y aseo personal, tiene dificultades para el tema de la seguridad alimentaria, es un problema severo en la casa”, dice y agrega que la falta de agua potable y luz eléctrica han hecho de este un caso más severo que los que están acostumbrados a recibir en el CRN de Riohacha.
Las UBA del instituto, gracias a las cuales fue hallada la pequeña hija de migrante, rastrean gran parte de los casos de desnutrición infantil, tanto de migrantes como de colombianos, en las zonas alejadas a las que no llega, muchas veces, el agua, la comida, la señal ni el sistema de Salud.
Érica Epieyú, gestora de la UBA y enlace con la comunidad, cuenta que en su trabajo diario se encuentran con menores venezolanos, de la comunidad wayúu de ese país. Reconoce que hay casos de niños y niñas de ese país que se encuentran en estado de desnutrición, aunque el trato con sus familias y la disposición a acceder a tratamiento es mayor.
“Ya ellos conocen más de ambas culturas, de la cultura wayúu y la cultura occidental, entonces es más fácil que con los wayúu de acá”, señala.
En ese departamento, al norte de Colombia, la desnutrición infantil es una problemática dolorosa. Aunque los casos registrados por el Instituto Nacional de Salud se han reducido a nivel general, todavía hay niños y niñas entre 0 y 5 años que sufren por este mal, colombianos y migrantes.
El caso de la hija de María Victoria es uno entre muchos. En un informe publicado por la Defensoría del Pueblo, entre enero y julio de 2021, el Instituto Nacional de Salud notificó 391 casos por desnutrición en niños y niñas migrantes entre 0 y 5 años. Los departamentos con el mayor reporte son: Norte de Santander (94), La Guajira (55), Bogotá (55), Vichada (38), Arauca (24) y Cundinamarca (24).
Lina Arbeláez, directora del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, le dijo a SEMANA que en este momento, de 21 niños y niñas que se encuentran en el CRN de Manaure, otro municipio del departamento, el 70 % son migrantes.
“Esto nos prende las alarmas y nos sigue exigiendo redoblar los esfuerzos para seguir trabajando sin distinción de su nacionalidad”, sostuvo Arbeláez.