Un duro reclamo le hizo el patrullero Jaime Silva al Gobierno, al Ministerio de Defensa, a la Policía y al Ejército por la falta de apoyo para haber evitado el crimen de su compañero, el subintendente Arley Monroy, quien fue apuñalado por una turba de campesinos en San Vicente del Caguán, Caquetá.
El uniformado, quien hoy le da gracias a Dios por brindarle una segunda oportunidad de vida, dijo que duraron más de cuatro horas pidiendo apoyo y nunca llegaron los refuerzos.
“El ataque comenzó como a eso de las 5:30 a. m., duramos más de cuatro horas resistiendo y pidiendo apoyo hasta que nos quedamos sin munición, la capacidad de nosotros no daba tanto para extendernos, por la cantidad de gente que había, eran como 5.000 personas”, dijo.
Agregó: “Nosotros ya no teníamos municiones, nada, y miro al compañero (subintendente Monroy) que prácticamente ya estaba peleando cuerpo a cuerpo, no había granadas de aturdimiento, no había gases lacrimógenos, no había ya nada, por eso pedíamos tanto el apoyo, tampoco tuvimos respaldo del Ejército, prácticamente nos dejó morir, el Ejército no hizo nada, estaban ahí, no se que pasó, quiero que me expliquen si fue orden de arriba para que no nos apoyaran”.
Siguiendo con su relato manifestó Silva: “Estuvimos solos, el Ejército estaba ahí en el complejo y al ver que estaba sucediendo todo eso ellos se fueron para la base, alguien les ordenó que se fueran para la base, al lado de ellos secuestraron a algunos de nuestros compañeros y ellos no hicieron (Ejército) nada, un compañero me contó que le pidió ayuda al Ejército y no hicieron nada”.
Sobre el crimen del subintendente dijo: “Yo estaba intentando sacar tres perros antiexplosivos para evitar que fueran quemados por los campesinos, pero al final los terminaron quemando; (...) cuando veo que a él (subintendente Monroy) lo atacaron como entre siete y diez personas, y miro que al compañero lo estaban arrastrando, yo arranco a correr y lanzo piedras para evitar que se lo llevaran, pero era mucha gente, los encapuchados lo arrastraban como si fuera un trofeo de guerra, con otros compañeros lo pudimos rescatar enfrentándonos con ellos”.
“Tenían la sangre en la cabeza, iban macheteando, pegando puños, con palos... (...) Luego de que lo rescatamos, otro compañero lo levanta, corren unos metros, yo estaba adelante y cuando volteo a mirar el compañero ya estaba sangrando, por la cabeza botaba mucha sangre, botaba sangre por la boca y en el cuello botaba mucha sangre, y luego se descompensó muy rápido. Traté de auxiliarlo con el enfermero, lo reanimamos pero ya estaba muy mal, tratamos de frenar la hemorragia, pero la puñalada era muy profunda, tenía tres heridas, dos machetazos en la cabeza y una en el cuello”, relató Silva.
Agregó que “prácticamente se nos murió en los brazos, se nos fue rápido, al compañero le dieron en una parte letal, hicimos todo lo posible por salvarlo; (...) y ahí sentí mucha decepción por habernos dejado solos, no entiendo y quiero que el Gobierno me responda por qué nos dejaron solos, por qué no llegó el apoyo, por qué no llegó munición, más de cuatro horas y media peleando y porque no llegó el apoyo, estábamos entre Caquetá y la Macarena, donde hay grupos al margen de la ley, no entiendo por qué nos metieron en ese sector solos”.
Así mismo, indicó que cuando fueron secuestrados por los campesinos, y luego liberados, la información que les llegó era que sus captores los querían entregar a grupos ilegales que delinquen en la región. “Nos montaron en dos camiones, donde nos trataron como lo peor, nos humillaron, luego me entero que la idea era entregarnos a la guerrilla”, señaló.