Como una zozobra califican las horas de angustia que ha vivido la familia de Sebastián Melo González. La noche del viernes 14 de octubre se despidieron del joven, que ilusionado y enamorado deseaba recorrer más de 663 kilómetros que separan a Tumaco (Nariño) de Cali.
En la capital del Valle del Cauca estaba su novia, estudiante de Medicina. Él, que iba en cuarto semestre de Ingeniería de Sistemas, se despidió de sus padres, quienes le dieron la bendición antes de abordar el bus de la empresa Transipiales.
El recorrido empezó a las 8:00 de la noche y se calculaba que 13 horas después recibirían la llamada del segundo de tres hijos, quien daría parte de su arribo. Sin embargo, a las 5:00 de la mañana del sábado 15 de octubre el teléfono timbró y fue la voz de un funcionario de la empresa de buses la que habló.
En la conversación, el hombre avisaba que el carro en el que se movilizaba Sebastián se había accidentado aproximadamente una hora atrás, cuando estaba llegando a Pasto.
El viacrucis empezó en ese instante, porque pasaron horas sin información concreta.
“Llamamos a todas las clínicas y hospitales de la región. Nadie daba información. Y en la empresa de buses no había una base de datos clara”, dice Adriana González, tía del joven, en medio de la conversación con SEMANA, primer medio al que atendió.
Ella es líder defensora de derechos Humanos y asegura que hoy vivió en carne propia la ineficiencia del sistema de atención y socorro. A las 12 del medio día no le confirmaban en dónde ni en qué condiciones se encontraba Sebastián.
Adriana agradece a la Gobernación de Nariño que le ayudó a ubicar a su sobrino. Era uno de los siete pasajeros que quedaron atrapados en el bus, con el riesgo de caer en el abismo al menor movimiento. Guardaba la esperanza de que estuviera con vida.
Tras un par de horas se enteró que, de 35 viajeros, 20 estaban muertos, entre ellos su sobrino. “No sabemos si alcanzó a quedar vivo y murió tras agonizar durante horas o si murió al instante, porque nadie dice nada”, reclama con voz entre cortada entre la ira y el dolor.
Adriana González indica que el cuerpo, al parecer, fue llevado a Medicina Legal, pero allá les habrían señalado que los cuerpos los entregarían quizá entre lunes y martes. Sin embargo, en la puerta de la entidad está la madre de Sebastián, quien se niega a dejar el espacio en el que más cerca puede estar de él.
“Yo no acepto que se murió hasta que lo vea. Esto no puede estar pasando”, manifiesta.
En la familia de Sebastián exigen una investigación exhaustiva, debido a que entre las primeras hipótesis se habla de una posible falla en los frenos y no entienden cómo una empresa que tiene la responsabilidad de transportar vidas humanas no identifica las fallas técnicas. Ese será un tema que las autoridades correspondientes buscarán establecer.
Mientras eso pasó, lo único que tiene claro la familia de Esteban es la ausencia que deja en su hogar la serenidad que lo caracterizaba. “Él lograba apaciguar a cualquier rabioso porque era muy pacífico”, describe su tía.
Fue muy analista y mesurado. Estaban planeando cómo celebrar su cumpleaños, que se pega con las fiestas decembrinas. Un 23 de diciembre nació, Sin duda, el que se caracteriza por ser el más alegre del año, este se llenará de nostalgia.
Las familias de los otros 19 pasajeros también esperan la entrega de los cuerpos de sus seres queridos. Entre ellos, los de dos menores de edad.