SEMANA: ¿Cómo recibió la noticia de la reanudación de la fumigación de los cultivos de coca con glifosato?

JOSÉ ÁNGEL MENDOZA: Fue una noticia altamente positiva, e incluso el Gobierno se estaba demorando mucho. Sé que no es fácil porque hay una gran cantidad de obstáculos y mucha gente en el mundo que está interesada en que el negocio no se acabe, con esto me refiero a los narcos.

SEMANA: ¿Por qué es importante la aspersión?

J.M.: Siempre se ha visto que en la erradicación de cultivos, la aspersión aérea es clave. Luchar contra el narcotráfico no es simplemente arrancar matas de coca. Ahí hay más que hacer; es todo un sistema criminal montado alrededor. Se tiene que atacar cada uno de los eslabones. Fallamos mucho como Gobierno cuando, el 30 de septiembre de 2015, se suspendió la fumigación aérea. Hasta ahí veníamos logrando buenas cosas en erradicación, pero se acabó y definitivamente el problema volvió a crecer.

SEMANA: ¿Por qué?

J.M.: Si usted como Estado solo tiene la posibilidad de arrancar unas cuantas hectáreas al día, mientras que el narco, con su potencial económico, puede sembrar muchas más o resembrar, por supuesto que la guerra la llevamos perdida. Bienvenida sea la aspersión, aun con las limitaciones con las que llega. No se podrá hacer en todos lados. Nosotros, en su momento, fumigamos en todos los lugares donde el avión pudiera entrar, con un plan de manejo ambiental que se respetaba, tal como ocurrirá ahora; pero había mayor posibilidad. Hoy está un poco restringida, aunque el éxito será rotundo porque complementará el ejercicio que se viene haciendo en las otras modalidades. Y da más rendimiento; resulta más económico. Asimismo, evita el terrorismo de los narcos contra la fuerza pública. Soldados y policías están muriendo, quedando heridos, en condición de discapacidad, porque instalan minas en los cultivos. Hasta los caninos terminan gravemente afectados. Además, evita la protesta social que presionan los narcotraficantes (disidencias, narcos) a los ciudadanos que cultivan coca y les exigen que protesten. Eso se evita con pasar el avión, ahora con más tecnología. Antes, el piloto iba pendiente del problema de orden público, evitando que desde abajo le dispararan. Se concentraba en maniobrar la aeronave entre las montañas y en estar pendiente de cuando el sistema le decía abra y cierre la válvula. Ahora no es necesario porque el sistema, una vez llega el avión al lugar georreferenciado, abre la mezcla con glifosato y la cierra. El rendimiento es absolutamente grande. Hoy, la tecnología permite que el avión vuele más lento y con mayor precisión de descarga porque se le agregaron surfactantes para que la microgota que cae a la planta se adhiera de inmediato a la hoja, baje por el tallo y seque la raíz. En 72 horas la planta se marchita, y muere a las 90.

SEMANA: Pero el temor es la resiembra...

J.M.: Claro, el bandido dice “me la arrancaron, de malas”. Y cogen los estolones, con las mismas plantas que les arrancaron, y los resiembran. Vuelve a salir follaje en 15 días. Eso demuestra que es mentiroso y tendencioso afirmar que donde se asperja con coca no vuelve a nacer nada. A los dos, tres días siembran y la planta vuelve a germinar. El glifosato no vuelve estéril la tierra. Pero si vuelven a sembrar, en el siguiente mes vuelve a pasar el avión. No hay problema. El narco es negociante, pero no pendejo. Si ve que su insistencia es en vano, tendrá que cambiar de actividad criminal, pero a ese ritmo de repetirle la dosis cada vez que siembre, será difícil para él.

La aspersión aérea con glifosato se adelantaría en 104 municipios, de 14 departamentos del país. Foto: archivo /Semana - Colombia hoy

SEMANA: ¿Cree que no debió suspenderse la aspersión aérea? ¿Fue un error?

J.M.: Total, siempre he dicho y lo planteé muchas veces en las diferentes reuniones que teníamos con los altos funcionarios del Gobierno: el ejercicio de atacar el sistema del narcotraficante consiste en atacar todos los eslabones. Hay que arrancar o asperjar las matas, seguir las incautaciones de droga –controlando los insumos químicos–; debe acudirse al ejercicio que existe coordinado con Naciones Unidas, con la Comisión Mundial de Estupefacientes de la ONU, y que permite interceptar las sustancias químicas antes de que lleguen al país. Hay un mecanismo que se llama la prenotificación, y que consiste en que un país, cuando envía a Colombia las sustancias químicas que requiere para su funcionamiento económico, debe avisar quién, qué cantidad, por qué puerto entrará y en qué barco viene. Eso permite el control y evita que los químicos lleguen a los laboratorios clandestinos en la selva.

SEMANA: Usted dio duras batallas internas para que no se suspendieran las fumigaciones, la desmoralización de sus hombres debió ser fuerte…

J.M.: Claro, porque uno tiene y tenía absolutamente claro que el insumo inicial son las plantaciones de coca. Si eso no existe, el resto de la cadena no está. Cuando usted está en la zona, lo hemos visto de manera triste y lamentable, las comunidades se enfrentan a la fuerza pública, y con machetes sacan corriendo al ejército que solo busca erradicar. Terminan sacándolos a fuetazos de la zona. Eso se evita si el avión pasa a 30 metros de altura y fumiga la coca que ellos necesitan como negocio.

SEMANA: ¿Desde cuándo esa discusión de la aspersión se volvió política?

J.M.: Lamentablemente, eso es un poco cierto. La política que debiera manejarse ahí es la que viene desde la Comisión Mundial de Estupefacientes, la política antidrogas, siempre con la buena intención –que no desconozco– que han tenido los Gobiernos, pero las intenciones no solo cuentan. Hay que ponerlas en ejecución.

SEMANA: Hay temor entre los campesinos por el regreso del glifosato; temen por la salud. ¿Usted qué les diría?

J.M.: Lo que riega la policía no es veneno, no es ni un insecticida ni un fungicida. Es un herbicida, lo que mata son las plantas, lo que afecta es la hierba. El problema no es el glifosato. No hay estudios que confirmen que afecta la salud humana hasta llegar a matar a una persona. Y tampoco existen suficientes estudios para demostrar que no lo es. No es cierto que el glifosato sea tan dañino. Cuando yo estaba todavía activo, se utilizaba en el 80 por ciento en los cultivos agrícolas. Lo que sí genera daño y afectación fuerte a la salud son los ácidos que se utilizan para la producción de la coca (sulfúrico, permanganato de potasio, clorhídrico, entre otros). Esos sí son en verdad dañinos porque van directamente a las corrientes de agua que consumen nuestros campesinos que están en las zonas, quienes resultan afectados. No hay quién pruebe científicamente que es dañino. Si eso existiera, ya lo hubieran puesto de presente y estaría bloqueado de todos lados. Europa, hace dos años, volvió a autorizar su uso por cinco años. ¿Si es tan malo, por qué los europeos lo siguen utilizando, cuando son los más ambientalistas en el mundo? Hay que apoyar al Gobierno nacional. Por eso aplaudo la decisión de volver a la aspersión aérea de cultivos ilícitos, herramienta esencial para trabajar contra el narcotráfico.

SEMANA: Pero si es tan bueno, ¿por qué Juan Manuel Santos lo suspendió desde 2015?

J.M.: Habría que preguntárselo a él. Se ha hablado mucho de las negociaciones (con las Farc) en La Habana. En ese tema no me quiero meter, pero sin lugar a dudas, en lo que menos se debía ceder al narcotraficante, al terrorista, era en no eliminar el narcotráfico. No sé qué pasó, ni cómo, si fue él o no, pero el haber suspendido las aspersiones aéreas nos generó muchos más problemas y traumatismos por el ejercicio de la producción de estupefacientes.

SEMANA: Debieron negociar, pero sin suspender las fumigaciones aéreas...

J.M.: Claro. ¿Cómo es posible que sale alguna decisión de hacerle como el juego al ejercicio de erradicar solo los cultivos industriales porque los menores los utilizaba el campesino para sobrevivir? Eso es darle juego al problema porque empezamos a notar que los grandes cultivos se parcelaron, les metieron cercas de por medio, fraccionaron los lotes y no se podía erradicar el gran cultivo que uno sabía que no era del campesino.

El presidente Duque considera que la aspersión con glifosato podría ayudar a reducir el número de hectáreas de cultivos ilícitos en Colombia y evitar la muerte de los erradicadores manuales. Foto: archivo/Ministerio de Defensa.

SEMANA: ¿Qué les diría a quienes se oponen a la aspersión aérea?

J.M.: En política no me quiero meter, pero todos sabemos: está probado que todo el potencial económico para el tema criminal viene del narcotráfico. Si somos patriotas y queremos a nuestro país y que no haya dificultades con los colombianos, hay que atacar el narcotráfico. Lo que tiene firmado Colombia con la Comisión Mundial de Estupefacientes es el ataque frontal.

SEMANA: Con casi 20 años luchando contra el narcotráfico, ¿hay que legalizar la droga?

J.M.: Tendría que hacerse de manera global porque si la legalizan en Colombia, y no en otros lados, puede ocurrir lo de Holanda: allá se legalizó el consumo de marihuana y no solo la consumen sus ciudadanos, sino que se van para allá los del resto del mundo porque la consiguen legal. La legalización seguramente acaba con la violencia, pero no con el negocio.