¿Tienen las Farc armas capaces de derribar aeronaves de las Fuerzas Militares en vuelo? ¿Cuentan con la experticia para mantenerlas y el entrenamiento para usarlas? Y, si es así, ¿cuántas tienen?Estos interrogantes, que han sido objeto de especulaciones recurrentes en los últimos años sin arrojar hasta ahora ninguna respuesta concreta, acaban de revivir por cuenta de una declaración de un general estadounidense que se volvió noticia de primera página en Colombia. Pero todo indica que, como en ocasiones anteriores, es más el humo que el fuego.El pasado 20 de marzo, el nuevo jefe del Comando Sur de los Estados Unidos, el general John Kelly, hizo ante el Comité de Servicios Armados de la Cámara de su país una intervención en la que dijo: “Los millones de dólares de ingresos que las Farc reciben por el solo tráfico de cocaína les permiten comprar misiles tierra-aire y financiar la construcción de ‘narcosubmarinos’ multimillonarios”. Esta afirmación despertó en Colombia la idea de que los militares estadounidenses sabrían que las Farc han adquirido misiles Sam 7. Los misiles tierra-aire son un viejo sueño de la guerrilla y una vieja pesadilla de los militares colombianos y estadounidenses. Tienen un alcance de 6.500 metros y un sistema de guía infrarrojo que les permite alcanzar aviones y helicópteros en vuelo. Si la guerrilla empezara a usarlos, tendría una ventaja estratégica incuestionable. Por esto, se ha especulado mucho si los tiene. Que un alto militar gringo parezca decirlo solo refuerza los temores. Sin embargo, las cosas no son tan simples. Para empezar, el general Kelly no estaba hablando de las Farc sino protegiendo su presupuesto. Su intervención, de 40 páginas, fue una enumeración de todas las amenazas a la seguridad que, según él, hacen imperioso blindar al Comando Sur contra el recorte presupuestal (el célebre sequester) que se avecina en Estados Unidos. Las Farc ocuparon apenas una mención de dos líneas. Y el general no dijo que hayan adquirido los misiles sino que están en capacidad de hacerlo.Por otra parte, aunque se sabe desde hace años que las Farc han intentado comprarlos, las evidencias de que lo hayan conseguido son escasas. Se ha dicho que se han encontrado algunos Sam 7 en operaciones militares, pero nunca se ha mostrado uno (dos, decomisados en el Cauca el año pasado, lucían como aparatos artesanales). Hace cerca de un año se filtró una grabación en la que un guerrillero ensaya, sin éxito, un Sam 7 contra un helicóptero militar. Se dice que habrían comprado unos, provenientes de una red de tráfico de armas dirigida por el ruso Victor Bout, detenido en Tailandia y extraditado a Estados Unidos, donde habría revelado detalles de la operación, pero aún no se ha decomisado ninguno.En el mercado negro, los Sam 7 no son fáciles de conseguir. En el continente, solo Nicaragua tiene un arsenal de unos 600, heredado de la guerra con los contras, pero Estados Unidos mantiene sobre ellos un ojo vigilante. Afganistán, Libia o el desorden que dejó la primavera árabe en algunos países son fuentes de potenciales proveedores, pero la distancia no hace fáciles los tratos y la ‘guerra contra el terrorismo’ puso un énfasis especial en prevenir el tráfico.Pese a todo, es posible que las Farc hayan logrado hacerse a algunos Sam 7. Sin embargo, que los tengan no es todo. Por una parte, su sistema de guía requiere condiciones de almacenamiento y mantenimiento que no son fáciles de proveer en las áreas donde opera la guerrilla. Sin ese sistema, el misil pierde toda precisión. “Sería como disparar un volador contra un avión”, dijo a SEMANA un experto.Por otra parte, según los expertos, se necesita al menos un centenar de estos misiles para plantear una amenaza seria a una flota de helicópteros y aviones de combate como la que tienen las fuerzas militares. En el último año ha habido media docena de ‘accidentes’ de aeronaves militares y, pese a la poca transparencia de las Fuerzas Armadas al informar sobre lo que ocurre en cada caso, en ninguno de ellos hay evidencia de que hayan sido derribados por un misil. La guerrilla les ha disparado con ametralladoras pesadas e incluso con lanzagranadas, o ha puesto explosivos o minas en zonas de aterrizaje. Pero si tuviera un arsenal de misiles Sam 7 con mantenimiento adecuado y operadores entrenados hace rato habría derribado un número suficiente como para que un general de los Estados Unidos les dedicara mucho más de dos líneas en un discurso.