Dirán que soy de sangre fría, la verdad no”, dijo Jairo Armando Cordero, mientras le confesó a la Fiscalía que fue el responsable de asesinar a su esposa, meter el cuerpo en una maleta, llevarlo a una zona desolada a las afueras de Barranquilla, quemarlo y luego presentarse ante las autoridades para denunciar su desaparición.
Esta historia comienza cuando Cordero se conoció por internet con Edixmar Enríquez, de 23 años y nacionalidad venezolana. Llevaban cinco años juntos, se convirtieron en padres y el pasado 14 de mayo la tragedia los destruyó. Él la mató.
“Fue a la cocina, sacó un cuchillo, me dice, te largas tú o me largo yo… Intenté quitárselo, cambio la posición del cuchillo, la apreté durísimo contra la pared”, dijo el confeso asesino, mientras usaba sus manos para recrear el momento en que Edixmar cayó y no se levantó. “La llevé al cuarto, intenté reanimarla, no respiraba, no sé si la ahorqué mucho, no sé si fue el golpe, me llené de pánico”.
Durante el interrogatorio, Cordero hizo pausas y trataba de recordar la tragedia que protagonizó. Ubicó su relato al día siguiente del crimen, cuando llevó al niño donde su mamá, compró por 50.000 pesos una maleta en el centro de Barranquilla y 2.000 pesos de gasolina. “Era un bolso negro que tenía varios cierres; fue la estupidez más grande de mi vida, ahora me doy cuenta”.
“En un soliloquio le preguntaba a ella por qué tuvimos que llegar a este extremo, por qué llegar a este punto donde no sé si yo le arruiné la vida a ella, o nos la arruinamos los dos. Luego me fui al cuarto con el niño (silencio) y la única estupidez que se me ocurrió fue ir a buscar una maleta”, dijo el feminicida.
Jairo Armando Cordero llegó a la URI de Barranquilla para denunciar la desaparición de Edixmar. Les dijo a los investigadores que la mujer salió a trabajar el sábado y no regresó. En su confesión contó cómo su familia le hizo jurar que todo estaba bien, y él juró, aun cuando el cuerpo de su esposa se descomponía en la habitación de su hijo.
“Dirán que soy de sangre fría, la verdad no, pero es complicado ver a tu familia y decir yo maté a la mamá de mi hijo, voluntaria o involuntariamente lo hice (suspiró). Bueno, llegó allá, doy una vuelta, mi mamá me decía que sabía que había pasado algo”, señaló en su declaración.
Cuando el hombre se sentó en las oficinas del CTI, casi 48 horas después del crimen, la verdad se le salió de los labios, llamó a su abogado y confesó. Contó cómo después de asesinar a su esposa metió el cuerpo en la maleta que compró y llamó un taxi.
“Él me preguntó por qué huele tan fuerte… En la parte de atrás del taxi no se podía meter la maleta, entonces la llevé conmigo, como si fuera una caja de herramientas”, dijo, mientras hacía movimientos para explicar de forma gráfica cómo llevó el cuerpo de su esposa en las piernas hasta una zona llamada Ye de los Chinos, a las afueras de Barranquilla.
Cordero trató de disimular el estado de descomposición del cuerpo y en su mente tenía claro el destino final: una hoguera, no la cristiana sepultura. “Tras unos matorrales la incinero y casi me voy en ese proceso, cuando rocío la gasolina y tiro la mechera, casi me quemo también”.
El hombre le contó al fiscal del caso que abrió la maleta y volvió a ver el cuerpo de su esposa, por última vez, antes de rociar los 2.000 pesos de gasolina, prenderle fuego y desear acostarse en las llamas como castigo por el crimen que acababa de cometer.
“No sabía qué hacer, cómo había hecho algo tan asqueroso, no sabía si acostarme al lado de la mujer que había amado tanto y a la que había hecho daño. En mi vida no le había hecho tanto daño a alguien... Lo que más me duele es que a mi hijo le hice el daño más grande, quitarle a su mamá”, confesó.
El interrogatorio, que conoció SEMANA, duró 28 minutos. Cordero presentó una confesión larga, tortuosa, indignante y macabra, cargada de arrepentimiento. Mató a su esposa frente a su hijo y ahora lloraba al recordar los detalles del crimen.
Cuando quemó el cuerpo, el feminicida empezó a caminar sin rumbo. “Jamás había caminado tanto”, les dijo a los investigadores. Deambuló y pensó en el crimen, en cómo sería mejor ocupar el lugar de su esposa, ser el cuerpo medio quemado en los matorrales, sin darles explicaciones a la justicia, a su familia y a su hijo.“Quizá de pronto hubiera pasado lo contrario, prefiero estar muerto yo… Estoy que me pego un tiro, es lo mejor para mí”. Así cerró su confesión Cordero ante los investigadores.
Tras completar el crimen, Cordero buscó transporte a través de una aplicación. A la 1:20 de la madrugada del lunes regresó a su casa, al escenario del crimen y dónde terminó de planear su coartada. Les diría a las autoridades que su esposa desapareció.
La investigación
En la mañana del lunes 16 de mayo, la Policía recibió el reporte de un cuerpo quemado a las afueras de Barranquilla. El CTI hizo el levantamiento, estaba sin identificar, lo llevaron a Medicina Legal y los forenses confirmaron que fue asesinada mediante asfixia, tal y como lo relató en su confesión.
A los agentes del CTI y al fiscal del caso les resultó apenas obvio intuir, cinco minutos después del relato de Jairo Armando Cordero, que se trataba de un engaño. El hombre, que se mostraba preocupado por el paradero de su compañera sentimental, guardaba un macabro secreto.
Luego del interrogatorio, la Fiscalía solicitó la captura de Cordero, y en audiencias preliminares el fiscal 11 especializado de Barranquilla, Rodrigo Restrepo, presentó las pruebas, las declaraciones y la confesión del responsable. La evidencia lo mandó a la cárcel.