SEMANA: Su hijo era un joven juicioso, aplicado, responsable, hasta que empezó a mostrar un cambio de comportamiento. ¿Esa fue la primera alerta?
ANA ZIMBRÓN (A. Z.): Sí, exactamente. Él fue un muchacho común que creció en una familia sólida con valores religiosos. Él fue monaguillo en la Iglesia desde los 4 años, jugó fútbol, era una vida normal. Por eso es muy importante, no lo digo solo por mi caso sino por el de muchas familias donde existe un tabú de que los adictos solo son personas que vienen de familias disfuncionales o con traumas. Nosotros como padres no podemos sentarnos en una silla de forma tranquila y pensar: “Yo le he dado buen ejemplo, ha crecido en una familia buena, ha tenido los valores y los ha recibido, no va a pasar nada. Él está bien, no nos va a pasar nunca a nosotros”.
SEMANA: ¿Usted se confió?
A.Z.: En cierto modo, yo caí en ese error de confiar demasiado y pensar que habíamos hecho muy buen trabajo como padres. Pero las drogas y las adicciones son un oscuro mundo donde no hay un patrón repetido para que se dé y, por eso, como padres tenemos que estar alerta y hablar. No hay ningún padre perfecto, ninguna familia es perfecta. Las primeras señales fueron cuando él empezó a usar marihuana.
SEMANA: ¿A qué edad se dieron cuenta?
A. Z.: A los 15 años. Lamentablemente, acá (Estados Unidos) se ha normalizado el consumo de marihuana entre los jóvenes. Tuve muchas discusiones con mi hijo al respecto porque dicen que viene de una planta que es natural, que no les va a pasar nada, que nunca se ha muerto nadie de una sobredosis de marihuana, y así.
SEMANA: ¿Sebastián qué les decía?
A. Z.: Como padres lo castigamos, le quitamos el celular, lo llevamos a hacerle pruebas de drogas frecuentemente y vimos que él entendió en cierto modo, pero después, cuando él estudiaba en una escuela pública, fue que tuvimos un episodio muy doloroso un día que subí a su cuarto sin ninguna sospecha y lo encontré muy extraño, no podía hablar, casi no podía sostenerse. Me aceptó el consumo de una pasta que se llama Percocet, que es un opioide, y como no le había hecho efecto una, había decidido usar dos pastas. Se las ofrecieron en la escuela. Durante la pandemia de la covid-19, él decidió buscar ayuda, él mismo empacó la maleta y dijo que se quería ir a un centro de rehabilitación, fue su primera vez. Estuvo un mes y medio en una clínica de rehabilitación.
SEMANA: ¿Le sirvió?
A. Z.: Lo que pasa es que las drogas de ahora las están mezclando con el fentanilo, que tiene una potencia enorme. Es un poder adictivo muy grande y ya no es solamente decir: “Yo quiero dejarlo”. Es que eso afecta el sistema nervioso, pero mucha gente no lo entiende. Finalmente, él empezó de nuevo a luchar por sus sueños, a volver a cantar, pero obviamente para alguien que está rehabilitado hace tan poco tiempo es fácil recaer. Recayó, nosotros nunca lo vimos cuando tenía los efectos. Era un joven muy responsable, muy trabajador. Él empezó a dormir demasiado y a estar delgado, perder peso, no comía, ojeroso, pálido, no se levantaba a trabajar.
SEMANA: ¿Por qué recayó?
A. Z.: Se sentía frustrado porque no podía hacer lo que él quería hacer, o sea, su sueño era cantar, escribir, y fue como quitarle todo lo que le gustaba y quería, pero que al mismo tiempo le hacía daño. El problema es que la adicción muchas veces no te deja ver las otras cosas que tienes a tu alrededor y que puedes hacer. Mi esposo y yo hemos hablado mucho tratando de entender todo esto y llegamos a una conclusión: el mayor problema de Sebastián era que todo lo que hacía era por nosotros y no por él.
SEMANA: ¿Cuándo fue la primera vez que lo vieron con efectos del fentanilo?
A. Z.: En diciembre de 2022, la adicción ya había llegado a un punto en el que ya no le importaba que lo viéramos bajo la influencia de las drogas, porque se ponen eufóricos. Es más, fuimos inocentes porque uno como padre y madre lo veía era contento. Yo decía: “¡Ay! qué tranquilidad, está volviendo a ser feliz, está volviendo a sonreír”, y no, era que estaba bajo los efectos de la droga.
SEMANA: Sebastián muere en marzo de 2023. ¿Qué pasó en enero, febrero y marzo?
A. Z.: Lo internamos de nuevo en otro centro de rehabilitación. Esta vez le dijimos que no podía regresar a la casa, que no lo íbamos a recibir si no aceptaba quedarse en un plan más largo de recuperación. Pero para él era una tortura porque no podía cantar, iba a estar encerrado. Estando a punto de entrar, no quiso porque dijo sentirse bien. Se quedó en casa con nosotros porque no tenía trabajo y le pusimos funciones. Estaba en terapias, hablaba con la psicóloga y todo parecía mejorar. Él iba de lunes a domingo a sus juntas de narcóticos anónimos.
SEMANA: ¿Y entonces qué pasó?
A. Z.: El día anterior a que Sebastián falleciera, mi esposo se sentó a hablar con él, y yo lamentablemente me fui a Colombia para llevar a mi mamá a un tratamiento dental. Mi esposo dice que él estaba tranquilo hablando de los planes que tenía, de lo que quería hacer. Salió a su junta de narcóticos anónimos y al otro día murió.
SEMANA: ¿Ustedes se enteran de que tenía fentanilo en su cuerpo por la necropsia?
A. Z.: Uno de sus amigos nos dijo que alguien que vendía drogas lo había llamado. Cuando ya nos dijeron eso, nuestras esperanzas de que hubiera sido otra cosa desaparecieron y pues la autopsia decía que el fentanilo que tenía en su cuerpo podía matar a tres personas más. Mis otras hijas fueron las que encontraron a Sebastián en el cuarto, porque él las llevaba a la escuela y nunca se despertó.
SEMANA: Usted perdió a su hijo por el fentanilo. ¿Qué les dice a los jóvenes que sienten curiosidad por esa droga?
A. Z.: Que los padres tenemos años de experiencia y de sabiduría y, lo más importante, los consejos que les damos a nuestros hijos es por amor. El que les ofrece algo en la calle no los quiere, no se dejen engañar, esa persona no va a estar con ustedes cuando estén tirados en un andén sin poderse levantar, cuando no tengan dónde dormir ni comer como consecuencia de sus adicciones. Si pruebas el fentanilo por curiosidad, te vas a quedar ahí metido por el resto de tu vida o te vas a morir, como mi hijo.
La voz de la ley
El exagente de la DEA Mike Vigil también habló con SEMANA respecto de los orígenes del fentanilo en la sociedad estadounidense, que, según relata, es fabricado de manera ilícita en China y transportado y distribuido por carteles mexicanos, pero ha sido muy popular para aquellos que venden la droga. “Cuando lo producen les cuesta unos cuantos centavos, no mucho. Y aquí en los Estados Unidos, depende en dónde se venda, puede ser por 20 o 30 dólares cada pastilla, las ganancias son enormes”.
Sobre cómo las autoridades están manejando la situación, dijo: “Se están enfocando más en reducir la demanda, entonces, hay énfasis en el tratamiento a los drogadictos, haciendo más publicidad para informarle al público de esta amenaza”, por ejemplo, distribuyendo tiras de prueba para que los adictos sepan que sus drogas no están contaminadas con fentanilo.
Finalmente, cree que Colombia tiene que tomar precauciones con los carteles que quieran traficar con esta droga. “Hay vínculos entre el cartel de Sinaloa y otros carteles en Colombia, y si los narcotraficantes colombianos ven todo lo que están ganando el cartel de Sinaloa y de Jalisco, entonces yo creo que ellos mismos se van a meter en el negocio”.
El dolor de la familia
Daniel, de 16 años, hijo de Jaime Puerta, falleció en abril de 2020 en su casa, por envenenamiento con fentanilo. El menor buscó un dealer a través de Snapchat para que le vendiera Oxicodona, pero como se ha vuelto común, otras drogas vienen mezcladas con fentanilo para hacerlas más fuertes, y al tener una dosis letal, el joven de origen colombiano no resistió.
“El fentanilo no discrimina. No está matando a adictos a las drogas sino a personas que no son adictas”, cuenta el padre, quien dirige la fundación Víctimas de las Drogas Ilícitas, con la cual busca concientizar sobre los peligros del fentanilo.
“Aquí realmente no se puede experimentar con cualquier tipo de drogas, porque ya el fentanilo no solo se encuentra en estas pastillas falsificadas, ya lo están encontrando en los vaporizadores electrónicos, en marihuana. Está en absolutamente todo”.
Agregó: “La sociedad realmente no sabía lo que estaba pasando, pero ahora las fuerzas policiales están encontrando niños o niñas de 14, 15 o 16 años fallecidos en sus alcobas”, cuenta en diálogo con SEMANA. Así mismo, dice que si bien la DEA, la Policía y el FBI han intentado estar en la tarea de tratar de arrestar y parar el flujo del fentanilo dentro del país, “nosotros sabemos que no van a poder arrestar a todos los narcotraficantes que están vendiendo este veneno. Entonces nuestra tarea y la de nuestra fundación es entrar en los planteles escolares y hacer concientización a través de nuestra historia”, explica Puerta.