La Dirección de Antinarcóticos de la Policía Nacional aseguró que en Colombia no hay centros de producción de fentanilo sino desviación desde el extranjero, que toca peligrosamente a los estratos altos de la sociedad. SEMANA revela las rutas por donde está entrando la sustancia al país y el modus operandi con el que se distribuye en las ciudades.
El consumo de este opioide no es una conducta ilegal en esta región. Los hospitales la usan para calmar intensos dolores bajo estrictos protocolos de seguridad por su alto potencial adictivo y, recientemente, sujetos inescrupulosos la están comercializando para el “uso recreativo” sin considerar los riesgos: es cincuenta veces más potente que la heroína.
Aunque las autoridades y los gremios médicos consideran que la adquisición no controlada de este elemento podría generar un problema de salud pública, las leyes colombianas no están preparadas para enfrentar los estragos, dado que no hay una regulación para clasificar al fentanilo como una droga ilícita. Para capturar a alguien, debe tener 400.000 dosis.
La sustancia se viene utilizando de forma intrahospitalaria y analgésica con el visto bueno del Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima). Su venta depende de una fórmula emitida por un centro hospitalario y la mayor parte proviene de México, a través de laboratorios farmacéuticos, en presentaciones de ampolleta, parche y sublingual.
Por otro lado, la Policía Nacional ha detectado el ingreso del opioide sin cumplir los protocolos de seguridad, en paquetes despachados desde puertos, aeropuertos y zonas fronterizas. En lo que va corrido de 2023, las encomiendas han tenido como destino a los departamentos de Sucre, Risaralda, Antioquia, Bolívar, Valle del Cauca y Norte de Santander.
Las primeras apariciones
El Sistema de Alertas Tempranas de Colombia encendió la primera alarma por el uso irregular de fentanilo en agosto de 2022 en Bogotá y Cartagena. Sin embargo, ese mismo año, el Ministerio de Justicia compartió un informe del Instituto Nacional de Medicina Legal donde se confirmaron cinco muertes asociadas al consumo recreativo del opioide.
En el aeropuerto El Dorado descubrieron una sustancia de color beige impregnada en un papel proveniente de Estados Unidos dirigida hacia el municipio de Itagüí (Antioquia). Tras poner la lupa, la Policía Nacional confirmó que tenía en mayor proporción heroína y fentanilo, también una menor cantidad de un análogo de este último: p-fluorofentanilo.
Mientras que un hospital de la ciudad de Cartagena le informó al Ministerio de Salud sobre la intoxicación de un paciente por una aparente sustancia psicoactiva en polvo blanco que fue analizada por un grupo de expertos, en un laboratorio químico se concluyó que se trataba de hidroxitiofentanilo –otro material análogo del opioide–, éxtasis y ketamina.
En cuanto a las muertes, la Dirección de Antinarcóticos desconoció que en el país se hayan reportado fallecimientos producto de la sustancia. No obstante, Medicina Legal analizó datos entre 2013 y 2020 en los que “identificaron cinco muertes asociadas al consumo de fentanilo, sustancia que no tenía referencia conocida de mortalidad en el país”.
Sí hay consenso en el número de intoxicados. Al menos 146 personas han consultado en centros médicos por problemas relacionados con el opioide. Los síntomas frecuentes son analgesia, euforia, ansiedad, desorientación, sedación, hipotermia, somnolencia, dilatación pupilar, bradicardia, parálisis de movimientos intestinales y depresión respiratoria.
El primer punto de desvío
Hay que reconocer que el fentanilo cuenta con indicaciones aprobadas en Colombia para su uso médico y, por esta razón, se comercializan medicinas que contienen esta sustancia que llegan desde reconocidos laboratorios mexicanos y estadounidenses, únicos países del continente que tendrían los permisos para producir este problemático elemento.
Este sería el primer punto de desvío que se ha identificado en el país. Al parecer, sujetos desconocidos estarían entrando a las droguerías de los hospitales a hurtar el elemento o habría una alianza con algunos integrantes del gremio de la salud para desviarlo al uso recreativo. Estas hipótesis se sostienen en denuncias recibidas por la Policía Nacional. Hay 89 alertas activas por la desaparición y el hurto de fentanilo en clínicas.
No hay responsables a la vista y se estudia si posiblemente los grupos delincuenciales se estarían infiltrando en las instituciones para sacarle provecho económico: de una unidad de fentanilo en ampolleta salen hasta veinte dosis, y cada una cuesta entre 250.000 y 400.000 pesos. Aunque también se usa en el tratamiento de enfermedades de animales y por ahí también se estaría extraviando para la “recreación” de las personas, causando graves daños en la salud que preocupan a las autoridades sanitarias.
Así lo informó el general Nicolás Alejandro Zapata Restrepo, director de Antinarcóticos, en entrevista con SEMANA: “Hay desviación. Eso significa que lo que tiene que ir a los hospitales termina en manos de inescrupulosos, como los casos que hemos identificado. Hay que hacer un buen control y estamos trabajando en ello con varias instituciones. Son 89 [denuncias] que tenemos asociados al tema de hurto y pérdida en hospitales”, afirmó el general Zapata. En Cali, por ejemplo, las autoridades hallaron el primer centro de acopio irregular de fentanilo en una casa abandonada del centro de la ciudad.
Antes de que llegaran los uniformados, los delincuentes hicieron un barrido para no dejar rastros, pero no lograron destruir cinco de las ampolletas utilizadas para el suministro de esta droga. Fue tanto el impacto de este hallazgo que Jorge Iván Ospina, alcalde de la capital del Valle, le pidió al presidente Petro tratar la adicción de este opioide como un problema de seguridad de Estado.
Las rutas internacionales
El fentanilo también ingresa de forma ilegal a Colombia bajo encomiendas que se distribuyen en puertos, aeropuertos y zonas fronterizas.
Las investigaciones ponen en evidencia que los envíos provienen de Estados Unidos, Argentina, Chile, Uruguay, Ecuador y países europeos.El material está llegando en ampolletas porque es el que deja más ganancias. La lupa de las autoridades está puesta sobre el sur de Colombia. Al parecer, la comercialización estaría despegando desde esa zona y, por ser un problema tan reciente, no se tiene confirmación de la intervención de estructuras delincuenciales en la circulación de la sustancia.
En esa zona fronteriza habría un negocio fuerte del opioide que facilitaría su desviación: “Si miramos desde la óptica policial de por dónde está entrando el fentanilo, hay unas conclusiones de que Chile y Ecuador. Hay un mercado abierto por esa frontera sur. Sin embargo, como es una droga intrahospitalaria, se dificulta más el control”, agregó el general.
Incautar la sustancia supone un reto mayor para la Policía Nacional porque sus hombres y caninos apenas se están formando para detectarla. Sin embargo, en 2022, decomisaron 1.439 ampolletas en todo el país y, en lo que va corrido de 2023, son 1.400. Solo en Medellín, se han descubierto 381 unidades en cinco operativos, y el resto en otras seis ciudades.
Los delincuentes han acudido a las redes sociales y a establecimientos nocturnos para promocionar el opioide en Colombia mezclado con tusi. En internet, ese proceso comercial se estaría dando por medio de mensajes y emoticones cifrados para no ser descubiertos por las autoridades, mientras que en las rumbas se daría por el voz a voz.
Desgarradores testimonios
“Si pruebas el fentanilo, te vas a morir, como mi hijo”: Ana Zimbrón
Ana Zimbrón, madre de Sebastián Zimbrón, cuenta cómo su hijo murió por una sobredosis de fentanilo en marzo de 2023. Su relato es doloroso y muestra la crudeza de lo que está pasando con esa droga, que ya está llegando a Colombia.
SEMANA: Su hijo era un joven juicioso, aplicado, responsable, hasta que empezó a mostrar un cambio de comportamiento. ¿Esa fue la primera alerta?
Ana Zimbrón (A.Z.): Sí, exactamente. Él fue un muchacho común que creció en una familia sólida con valores religiosos. Él fue monaguillo en la Iglesia desde los 4 años, jugó fútbol, era una vida normal. Por eso es muy importante, no lo digo solo por mi caso sino por el de muchas familias donde existe un tabú de que los adictos solo son personas que vienen de familias disfuncionales o con traumas. Nosotros como padres no podemos sentarnos en una silla de forma tranquila y pensar “yo le he dado buen ejemplo, ha crecido en una familia buena, ha tenido los valores y los ha recibido, no va a pasar nada. Él está bien, no nos va a pasar nunca a nosotros”.
SEMANA: ¿Usted se confió?
A.Z.: En cierto modo, yo caí en ese error de confiar demasiado y pensar que habíamos hecho muy buen trabajo como padres. Pero las drogas y las adicciones son un oscuro mundo donde no hay un patrón repetido para que se dé y, por eso, como padres tenemos que estar alerta y hablar. No hay ningún padre perfecto, ninguna familia es perfecta. Las primeras señales fueron cuando él empezó a usar marihuana.
SEMANA: ¿A qué edad se dieron cuenta?
A.Z.: A los 15 años. Lamentablemente, acá (Estados Unidos) se ha normalizado el consumo de marihuana entre los jóvenes. Tuve muchas discusiones con mi hijo al respecto porque dicen que viene de una planta que es natural, que no les va a pasar nada, que nunca se ha muerto nadie de una sobredosis de marihuana, y así.
SEMANA: ¿Sebastián qué les decía?
A.Z.: Como padres lo castigamos, le quitamos el celular, lo llevamos a hacerle pruebas de drogas frecuentemente y vimos que él entendió en cierto modo, pero después, cuando él estudiaba en una escuela pública, fue que tuvimos un episodio muy doloroso un día que subí a su cuarto sin ninguna sospecha y lo encontré muy extraño, no podía hablar, casi no podía sostenerse. Me aceptó el consumo de una pasta que se llama Percocet, que es un opioide, y como no le había hecho efecto una, había decidido usar dos pastas. Se las ofrecieron en la escuela. Durante la pandemia de la covid-19, él decidió buscar ayuda, él mismo empacó la maleta y dijo que se quería ir a un centro de rehabilitación, fue su primera vez. Estuvo un mes y medio en una clínica de rehabilitación.
SEMANA: ¿Le sirvió?
A.Z.: Lo que pasa es que las drogas de ahora las están mezclando con el fentanilo, que tiene una potencia enorme. Es un poder adictivo muy grande y ya no es solamente decir: “yo quiero dejarlo”, es que eso afecta el sistema nervioso, pero mucha gente no lo entiende. Finalmente, él empezó de nuevo a luchar por sus sueños, a volver a cantar, pero obviamente para alguien que está rehabilitado hace tan poco tiempo es fácil recaer. Recayó, nosotros nunca lo vimos cuando tenía los efectos. Era un joven muy responsable, muy trabajador. Él empezó a dormir demasiado y a estar delgado, perder peso, no comía, ojeroso, pálido, no se levantaba a trabajar.
SEMANA: ¿Por qué recayó?
A.Z.: Se sentía frustrado porque no podía hacer lo que él quería hacer, o sea, su sueño era cantar, escribir, y fue como quitarle todo lo que le gustaba y quería pero que al mismo tiempo le hacía daño. El problema es que la adicción muchas veces no te deja ver las otras cosas que tienes a tu alrededor y que puedes hacer. Mi esposo y yo hemos hablado mucho tratando de entender todo esto y llegamos a una conclusión: el mayor problema de Sebastián era que todo lo que hacía era por nosotros y no por él.
SEMANA: ¿Cuándo fue la primera vez que lo vieron con efectos del fentanilo?
A.Z.: En diciembre de 2022, la adicción ya había llegado a un punto en el que ya no le importaba que lo viéramos bajo la influencia de las drogas, porque se ponen eufóricos. Es más, fuimos inocentes porque uno como padre y madre lo veía era contento. Yo decía: “¡Ay! qué tranquilidad, está volviendo a ser feliz, está volviendo a sonreír” y no, era que estaba bajo los efectos de la droga.
SEMANA: Sebastián muere en marzo de 2023. ¿Qué pasó en enero, febrero y marzo?
A.Z.: Lo internamos de nuevo en otro centro de rehabilitación. Esta vez le dijimos que no podía regresar a la casa, que no lo íbamos a recibir si no aceptaba quedarse en un plan más largo de recuperación. Pero para él era una tortura porque no podía cantar, iba a estar encerrado. Estando a punto de entrar, no quiso porque dijo sentirse bien. Se quedó en casa con nosotros porque no tenía trabajo y le pusimos funciones. Estaba en terapias, hablaba con la psicóloga y todo parecía mejorar. Él iba de lunes a domingo a sus juntas de narcóticos anónimos.
SEMANA: ¿Y entonces qué pasó?
A.Z.: El día anterior a que Sebastián falleciera, mi esposo se sentó a hablar con él, y yo lamentablemente me fui a Colombia para llevar a mi mamá a un tratamiento dental. Mi esposo dice que él estaba tranquilo hablando de los planes que tenía, de lo que quería hacer. Salió a su junta de narcóticos anónimos y al otro día murió.
SEMANA: ¿Ustedes se enteran de que tenía fentanilo en su cuerpo por la necropsia?
A.Z.: Uno de sus amigos nos dijo que alguien que vendía drogas lo había llamado. Cuando ya nos dijeron eso, nuestras esperanzas de que hubiera sido otra cosa desaparecieron y pues la autopsia decía que el fentanilo que tenía en su cuerpo podía matar a tres personas más. Mis otras hijas fueron las que encontraron a Sebastián en el cuarto, porque él las llevaba a la escuela y nunca se despertó.
SEMANA: Usted perdió a su hijo por el fentanilo. ¿Qué les dice a los jóvenes que sienten curiosidad por esa droga?
A.Z.: Que los padres tenemos años de experiencia y de sabiduría y, lo más importante, los consejos que les damos a nuestros hijos es por amor. El que les ofrece algo en la calle no los quiere, no se dejen engañar, esa persona no va a estar con ustedes cuando estén tirados en un andén sin poderse levantar, cuando no tengan dónde dormir ni comer como consecuencia de sus adicciones. Si pruebas el fentanilo por curiosidad, te vas a quedar ahí metido por el resto de tu vida o te vas a morir, como mi hijo.
La voz de la ley
El exagente de la DEA Mike Vigil también habló con SEMANA respecto de los orígenes del fentanilo en la sociedad estadounidense, que, según relata, es fabricado de manera ilícita en China y transportado y distribuido por carteles mexicanos, pero ha sido muy popular para aquellos que venden la droga. “Cuando lo producen les cuesta unos cuantos centavos, no mucho. Y aquí en los Estados Unidos, depende en dónde se venda, puede ser por 20 o 30 dólares cada pastilla, las ganancias son enormes”.
Sobre cómo las autoridades están manejando la situación, dijo: “Se están enfocando más en reducir la demanda, entonces, hay énfasis en el tratamiento a los drogadictos, haciendo más publicidad para informarle al público de esta amenaza”, por ejemplo, distribuyendo tiras de prueba para que los adictos sepan que sus drogas no están contaminadas con fentanilo.
Finalmente, cree que Colombia tiene que tomar precauciones con los carteles que quieran traficar con esta droga. “Hay vínculosentre el cartel de Sinaloa y otros carteles en Colombia, y si los narcotraficantes colombianos ven todo lo que están ganandoel cartel de Sinaloa y de Jalisco, entonces yo creo que ellos mismos se van a meter en el negocio”.
El dolor de la familia
Daniel, de 16 años, hijo de Jaime Puerta, falleció en abril de 2020 en su casa, por envenenamiento con fentanilo. El menor buscó un dealer a través de Snapchat para que le vendiera Oxicodona, pero como se ha vuelto común, otras drogas vienen mezcladas con fentanilo para hacerlas más fuertes, y al tener una dosis letal, el joven de origen colombiano no resistió.
“El fentanilo no discrimina. No está matando a adictos a las drogas sino a personas que no son adictas”, cuenta el padre, quien dirige la fundación Víctimas de las Drogas Ilícitas, con la cual busca concientizar sobre los peligros del fentanilo.
“Aquí realmente no se puede experimentar con cualquier tipo de drogas, porque ya el fentanilo no solo se encuentra en estas pastillas falsificadas, ya lo están encontrando en los vaporizadores electrónicos, en marihuana. Está en absolutamente todo”.
Agregó: “La sociedad realmente no sabía lo que estaba pasando, pero ahora las fuerzas policiales están encontrando niños o niñas de 14, 15 o 16 años fallecidos en sus alcobas”, cuenta en diálogo con SEMANA. Así mismo, dice que si bien la DEA, la Policía y el FBI han intentado estar en la tarea de tratar de arrestar y parar el flujo del fentanilo dentro del país, “nosotros sabemos que no van a poder arrestar a todos los narcotraficantes que están vendiendo este veneno. Entonces nuestra tarea y la de nuestra fundación es entrar en los planteles escolares y hacer concientización a través de nuestra historia”, explica Puerta.