SEMANA. ¿Cómo analiza la muerte de los diputados del Valle?Andrés Pastrana Arango: Las circunstancias confusas de este episodio tan trágico son el desenlace de un largo período de indolencia e indiferencia en el que la crueldad de las Farc conmovió e indignó al mundo entero.SEMANA: ¿Debería el presidente Álvaro Uribe ordenar un despeje para conversar con las Farc?A.P.A.: Para el presidente Uribe el despeje no es un problema de principios, sino la manera de diferenciarse de mí. Ya despejó Ralito para los paramilitares y los narcotraficantes, con las mismas herramientas jurídicas con que se despejó el Caguán. Sin embargo, su política frente a la guerrilla es el no despeje. Desconozco las razones de fondo que marcan los linderos de las actitudes del Presidente ante los dos grupos.SEMANA: ¿Es posible una paz negociada con las Farc?A.P.A: Paces menos posibles se han dado en el mundo.SEMANA: ¿Les está ganando el Estado la guerra a las Farc?A.P.A.: Con medio millón de colombianos en pie de guerra y una tajada cada día más considerable del presupuesto dedicada a combatir a menos de 20.000 hombres, es difícil tener un parámetro de medición de éxito. Por ahora, a pesar de que los resultados de la guerra siguen siendo en buena parte un secreto de Estado, todo parece indicar que este capítulo del conflicto, para el que se comienza a presupuestar no menos de 12 años y otra reelección, va para largo.SEMANA: El presidente Uribe ha dicho que las Farc estaban a punto de tomarse el poder en 2002, cuando terminaba su gobierno. Incluso llegaron a atacar la Casa de Nariño el 7 de agosto de ese año.A.P.A.: Esa es una fantasía delirante sobre la cual Uribe ha montado su política de espejo retrovisor y su "yo o el caos". Ya es hora de que el Presidente se dé cuenta de que, tras su reelección, se está heredando a sí mismo: hoy el gobierno anterior es el gobierno de Álvaro Uribe. El presidente Uribe recibió de Andrés Pastrana las mejores Fuerzas Armadas de la historia de Colombia. Una maquinaria de guerra poderosa, decidida, profesional y armada hasta los dientes. De no haber sido así, imagínense ustedes a Álvaro Uribe en los pasillos del Congreso norteamericano buscando los miles de millones de dólares de un Plan Colombia, iniciativa que en su momento fue la tercera en cuanto al monto de la ayuda exterior de Estados Unidos, sólo superada por las que se destinaron a Egipto e Israel. Imagínense, además, cuatro años de licitaciones para reequipar las Fuerzas Armadas y la Policía con la guerrilla embistiendo. La verdad es que Uribe pudo cumplir desde el 7 de agosto de 2002 su promesa electoral de mano dura gracias a lo que le dejamos montado. Cuando salimos, el Ejército estaba más tranquilo y las instituciones más garantizadas que nunca. El que debía estar temblando era Tirofijo.SEMANA: ¿Cómo le parece el hecho de que el presidente venezolano Hugo Chávez se vaya a reunir con las Farc para hablar del intercambio humanitario?A.P.A.: Quiero resaltar que el tema de la paz, desde la perspectiva del contraste, ha sido el eje de la política de los dos gobiernos del presidente Uribe. He mantenido una posición crítica sin controversia, con la excepción del interludio de mi embajada en Washington cuando, como resultado de un acuerdo político con el Presidente, acepté trabajar por el país sobre las coincidencias y por encima de nuestras diferencias. Hoy, a cinco años del poder, también puedo ver los acontecimientos desde la óptica del contraste. Veo, por ejemplo, que el tema de la paz no es importante, que se trata casi despectivamente, puesto que la guerra se ha convertido para estos dos últimos gobiernos en el eje más rentable de la política. La delegación del poder presidencial del mandato constitucional por la paz en Hugo Chávez es un episodio más de una política de bandazos caprichosos.SEMANA: ¿Cuáles han sido los otros?A.P.A.: Primero, un pacto en Ralito, cuyos términos y alcances el país aún desconoce, y un posterior despeje para paramilitares, delincuentes comunes y capos extraditables del cartel de Medellín. Luego, la oferta de un despeje en Florida y Pradera y la promesa de una eventual Constituyente o sea una nueva Constitución? para las Farc, lo que se vino abajo tras la bomba de la Universidad Militar. Después, alegando razones de Estado y como concesión al nuevo presidente francés, la liberación y el viaje a Cuba de Rodrigo Granda, el pez más gordo que les han capturado a las Farc? y de 120 guerrilleros más, sin razón ni contraprestación alguna. Lo de Chávez, por lo tanto, no puede tener una lectura distinta a la de otro evento incongruente en la ausencia de un marco político y estratégico para la paz.SEMANA: ¿Servirá de algo la reunión de Chávez con las Farc?A.P.A.: Si se trata de anotarse puntos electorales sin la voluntad ni el norte de una política de paz, no creo que de ahí salga nada útil.SEMANA.: ¿Se convertirá Chávez en un actor decisivo en la política colombiana?A.P.A.: Si se sigue delegando el poder presidencial en una rueda suelta, por supuesto que sí.SEMANA: Uribe siempre ha querido aislar internacionalmente a las Farc. Con Chávez metido en este lío, y con el interés que han mostrado por la reunión de él con las Farc tanto el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, como los de Brasil, Lula da Silva; de Ecuador, Rafael Correa, y de Nicaragua, Daniel Ortega, ¿no está recuperando la guerrilla el espacio que tenía en el exterior? A.P.A.: Sí, claro. Lo está recuperando.SEMANA: ¿Qué opina de la crisis en las Fuerzas Armadas por la infiltración delincuencial en algunos altos mandos?A.P.A.: Que ese es el gran boquete de la política de seguridad del presidente Uribe.SEMANA: ¿Cómo ve el proceso de paz con los paramilitares?A.P.A.: Es un proceso que comenzó con unos pactos debajo de la mesa, continuó con una catedral a lo Pablo Escobar y ha concluido en una redada de delincuencia común con rumbo a Estados Unidos. Eso no es un proceso de paz. Es un sometimiento a la justicia con un modelo conocido, hecho a la medida de los capos, no del Estado.SEMANA: ¿Debe haber perdón y olvido para los paramilitares a cambio de la paz?A.P.A.: Cuando Colombia sepa toda la verdad en cuanto a quiénes son paramilitares y quiénes narcotraficantes, y por qué están ahí, el tema se puede plantear de cara al país. Por ahora, todo lo que rodea a este episodio es confuso.SEMANA: ¿Cómo le pareció el intento de equiparar los delitos de los paras al delito de sedición?A.P.A.: Todo parece indicar que es parte de los pactos que el país no conoce.SEMANA: ¿Cree, al igual que algunos columnistas como Felipe Zuleta, que Uribe es blando con los paramilitares porque son cercanos a él?A.P.A.: Para mí esa actitud sigue siendo un misterio.SEMANA: ¿No se siente culpable, tras su paso por la Embajada en Washington, de lo empantanados que están en el Congreso estadounidense el Plan Colombia y el Tratado de Libre Comercio?A.P.A.: En mi gobierno nacieron el Plan Colombia y el TLC. Nadie más interesado que yo en que sean aprobados por el Congreso norteamericano. La embajadora Carolina Barco ha asegurado que no están empantanados. Pero el problema es que muchos senadores y representantes norteamericanos no entienden los vínculos oscuros que tiene una parte del entorno parlamentario del presidente Uribe en Colombia. SEMANA: ¿Sigue creyendo que el Plan Colombia sirvió de algo?A.P.A.: Para comenzar, el Plan Colombia aun cuando el presidente Uribe se empeñe tan mezquinamente en no reconocerlo es el cimiento de la llamada política de Seguridad Democrática. El 7 de agosto de su primera posesión, el nuevo presidente recibió el Ejército que le anuncié como presidente electo a Tirofijo como advertencia de mi voluntad de prepararme tanto para la paz como para la guerra. Uribe recibió de mí la maquinaria de guerra más poderosa de nuestra historia, lista a enfrentar la eventualidad del fracaso de un proceso de diálogo. El componente militar del Plan Colombia era parte esencial del Plan B, el cual ha encontrado su expresión más contundente en la política del presidente Uribe.SEMANA: La revista estadounidense 'Foreign Policy' acaba de proponer, en un artículo de carátula, la despenalización del narcotráfico. A la luz del fracaso de la guerra contra ese flagelo, ¿no cree que ya es hora de abrir el debate?A.P.A.: La revista hace una propuesta tímida de legalización de la marihuana, pero reconoce que el tema de la cocaína es más complejo. En Colombia, dicen algunos, se está dando un fenómeno muy peculiar que parecería adelantarse al debate: se está legalizando a los narcotraficantes.SEMANA: ¿Cómo califica la gestión del Partido Conservador?A.P.A.: Estoy decepcionado cuando veo cómo le pasan por encima la aplanadora del gobierno. En estos días la Presidencia llegó al extremo de pretender exigirle a mi partido que no mencionara el programa Familias en Acción, bandera social de mi gobierno en su campaña electoral. Sin embargo, en la directiva ya se vislumbran luces de renovación.SEMANA: Cinco años después de haber dejado el poder, ¿cuál cree que fue su mayor fracaso como presidente?A.P.A.: Pues es indudable que tras un esfuerzo de tan descomunal desgaste político como fue la recuperación del sistema financiero que recibí al borde del colapso ; tras la reconstrucción de unas Fuerzas Armadas derrotadas para entregarlas con mejores equipos y más profesionales que nunca antes en su historia, y tras la reintegración del país a la comunidad internacional, un horizonte de paz hubiese permitido enfilarnos por el camino del desarrollo social antes que por el duro sendero de la guerra.SEMANA. ¿Qué piensa de que algunos uribistas hayan propuesto un tercer período para el Presidente?A.P.A.: Que el uribismo y Uribe son la misma cosa.SEMANA: ¿Qué le preocupa de Uribe como gobernante?A.P.A.: La falta de transparencia y la resistencia a la consulta y al consenso en sus pactos con el paramilitarismo y el narcotráfico. Los pactos de Ralito les siguen dando una sorpresa diaria a los colombianos. Además, la mano blanda con la para-política la está comenzando a cobrar la comunidad internacional.SEMANA: ¿Por qué cuando se ganaba 25.000 dólares mensuales como embajador en Washington no criticaba a Uribe, y ahora, cuando no recibe ese sueldo, decide atacarlo?A.P.A.: Ni al más malpensado se le ocurriría que Uribe me ofreció o que yo acepté la embajada por plata. Cuando tuve un impedimento moral para continuar en un cargo que había sido producto de un acuerdo político, no dudé en renunciar al puesto y al sueldo para retomar la independencia que no le es permitida, por decoro y por protocolo diplomático, a un representante personal del Presidente, como es un embajador. El presidente Uribe me rogó, durante todo un día en Palacio, que me quedara. Pero finalmente entendió que para mí era un imposible moral.SEMANA: ¿No será que lo que usted quiere es lanzarse otra vez a la Presidencia?A.P.A.: ¿Uribe contra Pastrana?