Un agente de la DEA que llegó a Cartagena en 2015 para infiltrar redes de tráfico de drogas y lavado de dinero terminó asociado con los delincuentes a los que tenía que investigar. Además, desvió los recursos de su trabajo encubierto a sus placeres personales: carros de gama alta, una propiedad lujosa y joyas. El escándalo estalló en la poderosa agencia antidrogas y llegó a puerto esta semana, luego de que José Irizarry, el agente estadounidense de origen puertorriqueño, y Nathalia Gómez, su esposa colombiana, aceptaron 19 cargos que les imputó la justicia gringa.

“Este exagente federal dio la espalda a las personas que juró proteger y cedió a la codicia y el engaño”, dijo Michael McPherson, agente del FBI involucrado en la investigación. Desvió al menos nueve millones de dólares de fondos de la propia DEA y también recibió dinero de narcos y contrabandistas colombianos a cambio de protegerlos. En el corrupto entramado participaron un funcionario de la Dian y un capo de una organización colombiana dedicada al lavado de activos, al narcotráfico y al contrabando, que sería pariente de la esposa del agente.

La acusación en contra de Irizarry reserva las identidades de los cómplices. Pero ha trascendido que uno de sus socios era Ómar Ambuila, exempleado de la agencia aduanera en Buenaventura, capturado en marzo del año pasado junto a su esposa y su hija Jenny, aunque quedaron libres hace dos meses por vencimiento de términos. Ambuila, al parecer, pertenecía a una estructura que se enriquecía al permitir la entrada de contrabando al puerto en el Pacífico. Su hija se hizo famosa por exhibir sus excentricidades en redes sociales, donde posó incluso en un Lamborghini avaluado en 330.000 dólares.

Este vehículo aparece reseñado en la acusación contra Irizarry. Es decir, sería una de las compras hechas en la red de la que participaba el agente. Este también habría adquirido una casa en Cartagena de 767.000 dólares, un anillo de diamantes de Tiffany y carros BMW y Land Rover. Comenzó a delinquir cuando trabajaba en Miami y continuó al llegar a Colombia en 2015. Para desviar el dinero, Irizarry presentaba reportes falsos de operaciones y ordenaba al personal de la DEA girar dinero destinado a esas misiones hacia cuentas internacionales que él y sus socios controlaban.

En la DEA las sospechas contra Irizarry surgieron en 2018. Hasta entonces, lo veían como un agente destacado, con varias condecoraciones, y una de las fichas claves de la agencia en Colombia. Luego de que despertó suspicacias renunció a su puesto. El agente y su esposa, vinculada a cuentas bancarias involucradas en los delitos, fueron capturados a comienzos de este año. Entonces se destapó públicamente el escándalo, considerado en Estados Unidos como una de las mayores vergüenzas afrontadas por la DEA.

Brian Rabbitt, del Departamento de Justicia de Estados Unidos, calificó el caso como “una impactante violación de la confianza del público”. Tras aceptar los 19 cargos relacionados con fraudes bancarios y lavado de dinero, Irizarry y su esposa esperan ahora que un juez les dicte una condena, que puede ser de décadas. Pero falta mucho por saber en este escándalo. Todavía nadie conoce la identidad plena de sus socios en Colombia. Y ronda el interrogante acerca de la supervisión de la DEA sobre su propio agente. ¿Cómo pudo desviar tanto dinero de una de las agencias más prestigiosas del mundo sin que nadie lo notara?