¡Lo que faltaba! Después de arrebatarles los niños a las filas de la guerrilla del ELN, de las antiguas Farc y de las disidencias, el Clan del Golfo llegó a sacarlos de los centros del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) en los que se les están restableciendo sus derechos. Ya siendo unos adolescentes vuelven a ser victimizados y utilizados para la guerra.
SEMANA tuvo acceso a expedientes de un modus operandi despiadado para utilizar menores de edad que, incluso, han muerto en medio de combates luego de acudir al llamado de la organización criminal. Cientos de archivos, audios, interceptaciones, fotografías, conversaciones en redes sociales y cartas a puño y letra de los menores, revelan la nueva estrategia utilizada para reclutar menores que se alzan en armas.Para algunos expertos jurídicos, los menores que obliga el Clan del Golfo a pertenecer a sus filas no son víctimas de reclutamiento por estatus legal; esa tipificación solo se les puede dar a las guerrillas.
En el caso de los grupos armados organizados como ese, se le llama utilización de menores para cometer ilícitos. En realidad son tecnicismos, porque el drama es el mismo y les violan sus derechos a la vida, la integridad física, la salud, a tener una familia, educación y los convierte en víctimas y actores de violencia.
El ICBF creó unos programas especializados de protección para menores que hicieron parte de las guerrillas. Hay historias de niños que llegaron a los grupos ilegales desde los 9 años, fueron entrenados en el uso de armas de largo alcance, se convirtieron en expertos explosivistas e incluso francotiradores.
A los 13 o 15 años se desmovilizaron o los rescataron y empezaron un proceso de transición a la vida civil. Conocieron lo que es dormir todas las noches bajo techo. Estudiaron y les enseñaron algún arte. Se alejaron de la zozobra que genera el no saber si al siguiente minuto se está vivo, cuando los días pasan entre el fuego cruzado. Todo parecía mejorar para ellos, hasta que un huracán volvió a sacudir su vida.
En departamentos como Antioquia y Córdoba, a finales de 2021, se empezó a conocer que varios de estos jóvenes, que aún no habían cumplido los 18 años, se escapaban del ICBF y en algunas oportunidades se fugaban varios al mismo tiempo. Coordinadores del programa del instituto encargado de proteger a los menores, se alertaron e iniciaron una investigación interna. Además, acudieron a la seccional de Investigación Criminal de la Dirección de Protección y Servicios Especiales de la Policía, que finalmente descubrió el misterio que rodeaba las evasiones.
Tras varios meses de seguimientos identificaron que las fugas coincidían con la visita que hacía un egresado del programa conocido como Yeison Guzmán alias Franco. Él, después de salir del ICBF y estar trabajando con lo aprendido en el proceso, visitaba de vez en cuando a jóvenes del instituto. Se hablaban desde las rejas que separan la casa de la calle. Lo que se desconocía en ese momento era que Yeison trabajaba para el Clan del Golfo y que su misión era reclutar menores con entrenamiento en grupos militares. Según la investigación, contaba con 13 millones de pesos mensuales para ofrecer salarios y cubrir los gastos de la fuga.
La estrategia del Clan del Golfo no era permear a los funcionarios del ICBF, sino a los mismos menores que ya tenían las capacidades que necesitaban para la guerra. Aprovechaban los encuentros familiares o reuniones como misas y espacios recreativos para llegar a ellos, amenazarlos, pasarles celulares en los que les daban órdenes y hacían los pedidos de cuántos jóvenes requerían.
Entre el material probatorio hay unos chats en los que se lee:
“Reclutador: Oiga necesito 6 pelados de 17 a 18 años.
Menor: ¿Pa’ qué manito?, ¿qué hay pues? Mano.
Reclutador: ¿Cuántos pelaos se quieren venir? Yo les mando los pasajes pero que sean 5 o 6.
Menor: Dígame de una y se los mando, pero mano ¿son 6?
Reclutador: Sí, pero que tengan 17 o 18 que les falten 2 o 3 meses, yo les mando los pasajes.
Menor: ¿Y eso, pa’ incorporarse de nuevo al grupo o qué manito? ¿Con quién está trabajando usted?
Reclutador: Gaitanista”.
A pesar de que en la conversación dice que prefiere personal mayor de edad, es evidente que en un centro de menores no lo iba a encontrar. Además, por las ofertas que hacían lograban reclutar jóvenes de 15 años. Otra de las cartas a la que tuvo acceso SEMANA deja en evidencia lo que ofrecía Yeison a nombre del Clan del Golfo: “Me invitaron a que los acompañara, que me necesitaban, pues era un buen pago; me ofrecieron 950.000 pesos mensuales, no acepté. Luego, como era un buen elemento para ellos, me ofrecieron 1.500.000 pesos y una ametralladora para que llegara siendo un elemento importante”, relata uno de los menores.
Algunos de los que recibieron la oferta se negaron. “Yeison le pasó un teléfono a Jorge y me dice que se va para el grupo, que si me quiero ir. Yo le digo que esa vida ya no va conmigo, y él me dice ‘bueno’ y se va a arreglar sus cosas, se despide de todos y estos compañeros deciden irse con él”, narra uno de los jóvenes que se negó a volver a delinquir. Sin embargo, a muchos de los que decían “no” a la oferta los amenazaban para obligarlos, una práctica que por tradición el Clan del Golfo ha utilizado.
Sergio es otro de los menores que a los 14 años entró a la organización mientras trabajaba de albañil en el departamento del Cesar, y luego de que, al parecer, un grupo delincuencial le asesinara a uno de sus amigos, se vinculó al Clan del Golfo para operar en el área urbana de la región, buscando venganza.
Meses después fue capturado por portar estupefacientes y armas de fuego. Al quedar en libertad, y estando en su casa, uno de los cabecillas del clan llamó al celular de la mamá, pidió hablar con él y le advirtió que si no ingresaba de nuevo, podía preparar el sepelio de su madre.
El joven regresó y, en medio de un combate con la fuerza pública, lo capturaron una vez más y fue trasladado al centro del ICBF al que asistía Yeison para reclutar. El joven estuvo un año en el instituto y una vez más lo obligaron a enfilarse. Tras fugarse en noviembre de 2021, perteneció a la estructura Roberto Vargas Gutiérrez, cuyo comandante es alias Gonzalito, y en medio de enfrentamientos con el Frente 36 del ELN fue asesinado en los primeros días de septiembre.
Yeison reclutó varios menores, incluso antes de la fuga masiva, según la investigación. Otro joven de los revictimizados murió de forma violenta el 19 de octubre de 2021 en el sitio conocido como Laderas del municipio de Briceño, Antioquia.
Lo claro es que el Clan del Golfo está arrebatando la posibilidad de que los menores que entran a los programas de restablecimiento de derechos puedan cambiar su entorno social. Con las pruebas que tienen en su poder la Policía y la Fiscalía, se evidenció la estrategia de reclutamiento que dirige alias Chiquito Malo.
Gracias a la intervención del ICBF y de los investigadores, se frenó una red de reclutamiento que pretendía extenderse a otros departamentos. Los jóvenes que se iban fugando tenían la orden de entregarse de nuevo, pedir ayuda del ICBF y portarse mal con la clara intención de que los directivos de la entidad los trasladaran a otras sedes y así llegar a permear otros centros del instituto.
Algunos de los que eran enviados a cumplir esa misión decidieron hablar y pedir protección porque querían vivir sin la presión de morir en cualquier momento. Yeison, de 21 años, fue capturado y en este momento otras 10 personas más están a la espera de imputación de cargos por reclutar, bajo la misma modalidad, a menores de edad que nunca tuvieron la oportunidad de ser niños.