Los soldados regulares se mantenían erguidos, firmes y en silencio. Estaban en formación soportando el bochorno que se siente a media mañana en el Batallón Palacé del Ejército, ubicado en Buga, Valle. El silencio se quebró por el sonido, para ellos inconfundible, del tiro de un fusil. Algunos se lanzaron al piso, pensaron que se podía tratar de un ataque, pero al ver que no hubo más disparos, se pusieron de pie. De pronto, apareció el centinela estupefacto y a media voz dijo que su superior, el capitán Ronald Moreno, le había quitado su fusil y se había disparado en la cabeza, todo ocurrió cerca de la garita.
Vea acá la historia en video, con documentos y testimonios recopilados durante la investigación:
Era el 26 de noviembre de 2020. En medio del desconcierto empezaron los rumores de que quizás esa habría sido la manera en que el oficial puso fin a “la tortura” que vivía, otros simplemente no entendían lo sucedido. Lo cierto es que, tras su muerte, nació uno de los escándalos más recientes del Batallón de Artillería n.° 3, Batalla de Palacé, bajo el comando del coronel Álex Giovanni Vizcaíno.
Un supuesto acoso laboral habría motivado el suicidio del uniformado. La familia del capitán Moreno lo repite como si se tratara de una sentencia. “El responsable de la muerte no solo es aquel que aprieta el gatillo, sino quien motiva para hacerlo”, para ellos, detrás de la muerte está el coronel Vizcaíno, el mismo que el 20 de marzo de 2020 llegó a comandar a más de 740 personas entre uniformados y civiles.
En su contra reposan quejas y acciones de tutela por supuesto acoso laboral no solo radicadas por el capitán Ronald Moreno y su familia, sino por suboficiales y civiles que han estado bajo sus órdenes. Carolina dice que estaban cansados de las arbitrariedades contra su esposo y su familia cometidas por el coronel Vizcaíno y el mayor David Polanco, su jefe inmediato.
Habían acudido a tutelas, quejas y denuncias, soportadas con documentos buscando que se le respetaran sus derechos, pero no solo eran ignoradas, el acoso se hacía peor. “Fue casi un año de pesadilla. Le hacían anotaciones negativas sin justificación para dañarle la hoja de vida. Llegaron a prohibirle compartir con su familia, por eso los últimos meses nos centramos en solicitar el traslado”, cuenta Carolina, quien no entiende el trágico desenlace. Antes de marzo de 2020, el capitán Moreno trabajaba en Sanidad del Batallón.
Cuando llegó, el coronel Vizcaíno le ordenó comandar a los soldados regulares y salir a patrullar el área de operaciones en algunos de los 11 municipios del Valle del Cauca en los que tiene injerencia el Batallón. El capitán, por reubicación médica, no podía salir al área, según manifiesta su esposa. Sin embargo, cumplió las órdenes y a partir de ese momento, indicó, empezó el acoso.
Uniformados le contaron a SEMANA que en una oportunidad el coronel se molestó con Moreno porque llenó unas actas con el nombre completo del comandante del Batallón, Álex Giovanni Vizcaíno. Su segundo nombre (Giovanni) no le gustaba y pidió cambiar las actas. Le tocó repetir el papeleo, solicitar de nuevo las firmas de los otros funcionarios, lo que atrasó la entrega. El coronel Vizcaíno le hizo una anotación negativa por incumplimiento.
“El coronel nos ha puesto a hacer planas para que la gente entienda que él se llama Álex Vizcaíno, sin su segundo nombre, pero realmente mi capitán hacía lo que la norma dice: los documentos van con nombre completo”, dijo uno de los suboficiales. Esa fue una de las primeras anotaciones negativas que aparecieron en su hoja de vida en los ocho meses que su marcha de militar estuvo acompañada por Vizcaíno.
Otra fue porque no reportaba en tiempo real el punto exacto en el que se encontraba en operaciones –según el capitán– por mala señal de internet. Moreno, cuando se enteró, envió tres cartas solicitando retirar las anotaciones, en cada una exponía sus argumentos, asegurando, por primera vez, que estaba siendo víctima de acoso laboral. No tuvo eco. La situación empeoró, pues en un régimen militar pocos se atreven a controvertir. La frase es clara y se aprende desde la instrucción “qué ordena mi superior y orden cumplida”.
“Se la tenía montada, mi coronel lo tenía entre ceja y ceja”, son algunas de las frases que repitieron en las entrevistas realizadas por SEMANA a por lo menos una decena de personas, la gran mayoría uniformados que pidieron proteger su identidad por temor a represalias. El capítulo que más recuerdan es que estuvo por 21 días “encerrado, aislado”. El motivo, aunque parezca inexplicable, era que requería terapias físicas por una lesión en la columna.
Personal de sanidad cuenta que el coronel Vizcaíno preguntó personalmente si era verdad que Moreno estaba lesionado y pidió que sus terapias no se realizaran diariamente, como recomendaron los especialistas, sino una a la semana, pero eso no fue posible, tenía que ir todos los días con el fisioterapeuta. El coronel habría dado la orden que más afectó a Moreno, lo alejó de su familia, de su esposa y sus dos hijos.
Tenía que quedarse a vivir en las instalaciones del casino de oficiales. Una anotación en la minuta de la guardia así lo demostraría: “Por orden del señor T. C. Vizcaíno, ningún soldado que llegue de permiso, ni el señor C. T. Moreno, puede salir de las instalaciones del batallón”, si lo hacía, el comandante de guardia sería objeto de investigación. A Carolina tampoco la dejaban ingresar. En la guardia, ella dejaba diariamente la alimentación de su esposo y le pasaban la ropa sucia. Así fue durante más de 20 días. Carolina empezó a recoger los platos de comida tal como los entregaba a la guardia. Su esposo no probaba bocado. En las conversaciones del chat le decía que estaba viviendo una tortura.
Sus hermanas en Tunja recibieron una noche una llamada en la que les decía que temía por su vida. Leidy Moreno recuerda con angustia lo que pasó: “Me llamó, me dijo: ‘Hermanita, tengo miedo’. Iba a dormir en el baño porque tenía miedo de que lo mataran. Le dije: eso no puede pasar en un batallón. Su respuesta fue: ‘Usted no sabe cómo son las cosas’”.
Todas las fuentes consultadas coinciden en que era como si el capitán Moreno estuviera preso. Con mejores condiciones, sí, pero privado de su libertad. Su familia, sus padres y hermanas viajaron desde Tunja, pero tampoco les permitieron verlo. “Empezó a deprimirse, vivía estresado, mis hijos todos los días preguntaban por él. Por eso decidí poner una tutela”, cuando eso pasó, llamaron al capitán varios altos mandos del Batallón y le explicaron que la decisión se había tomado por su bien, pero que podía salir cuando quisiera, así pudo volver Moreno a su casa. Pero no firmó el acta de la reunión. No estuvo de acuerdo.
Desde esta tutela, en su hoja de vida se intercalaron anotaciones positivas y negativas en las que describen al capitán Moreno como un oficial irrespetuoso, desafiante y negligente. Mientras él dejaba todo listo para su traslado descubrió que tenía siete anotaciones negativas. Sabía que con ese folio su sueño de ser general quedaba frustrado, su nombre estaba en lista tres, que para un militar es prácticamente matrícula condicional.
Ante los señalamientos, el coronel Álex Giovanni Vizcaíno manifestó a SEMANA que actuó bajo las normas con las cuales se busca mantener la disciplina. Que nunca hizo acusaciones injustas y que las investigaciones de la Inspección del Ejército arrojaron que actuó como es debido. Dijo que los 21 días que el capitán estuvo viviendo en el casino fue un malentendido, que él solo quería ayudar a su recuperación y que la orden de no dejarlo salir era solo por un día que tenían visita de superiores.
En un comunicado, el Ejército Nacional deja claro que se están haciendo las investigaciones y que los resultados de la inspección gozan de un nivel de reserva que impide su difusión. Solo la justicia decidirá si el suicidio se dio como consecuencia del acoso que denuncian, un delito que puede dar hasta ocho años de prisión. Mientras tanto, Carolina sigue buscando repuestas, quizá la más difícil es cuando su hijo de cuatro años le pregunta por qué razón cuando mira al cielo, su “papito” no se asoma.