En medio del furor que hay en Barranquilla por el Carnaval y la elección de Paulina Vega como nueva Miss Universo, una historia que se ha ido conociendo día a día, casi como una telenovela, ha mantenido en vilo a los habitantes de La Arenosa. El 10 de agosto del año pasado murió de un paro cardiorespiratorio, a los 83 años, Gabriel Acosta Bendek, médico y cuatro veces senador de la república, miembro de una de las familias más importantes de la ciudad. En su larga vida, este conservador también fue ganadero, empresario y cofundador de la Universidad Metropolitana, una de las instituciones de educación superior más importante de la ciudad. Sin embargo, desde un comienzo sus hijos empezaron a dudar de la forma como había muerto su padre. Sus sospechas aumentaron días después, cuando su madrastra empezó a hacer varias jugadas para quedarse con el control de la universidad y varios bienes de Acosta. Por eso, frente a todo lo que estaba ocurriendo, instauraron ante las autoridades una denuncia contra desconocidos por el asesinato de Acosta. La semana pasada, en medio del precarnaval, la Fiscalía y Medicina Legal exhumaron su cuerpo para tratar de determinar las causas reales de su fallecimiento. Acosta Bendek, sus hermanos Jacobo, Eduardo, Alfonso, Regina y Victoria, y su primera esposa Sofía Acero de Acosta fundaron el Hospital Universitario Metropolitano en 1979 y posteriormente crearon la Corporación Universitaria Metropolitana. Estas dos instituciones tienen como órgano superior a la Fundación Acosta Bendek, de la cual Gabriel y esposa eran presidente y vicepresidente vitalicios. Tras la muerte de la señora, la familia en 1995 nombró presidenta de la fundación a su única hija Ivonne Acosta Acero. Alberto Acosta Pérez, otro hijo del doctor Acosta Bendek, nació en 1981 de una relación extramatrimonial. Un año después de la muerte de su esposa, el médico conoció a Soraya Corzo Pinto, una joven abogada 36 años menor que él. Tras una intensa y larga relación, la pareja se casó en 2004. En un acto de amor, Acosta decidió adoptar en 2009 a Yira Irina González, una hija de su nueva esposa, que para la época ya era mayor de edad. Días después de la muerte de Acosta Bendek, sus dos hijos mayores comenzaron a observar ventas extrañas de algunas de las 30 propiedades de su padre, así como cambios en la dirección de la Fundación Acosta Bendek. El 27 de agosto, su viuda Soraya Corzo inscribió ante la Cámara de Comercio de Barranquilla un cambio de representante legal y una reforma de los estatutos. Según ella, días antes de morir Acosta la había designado secretaria de la fundación y había establecido que ante la ausencia temporal o absoluta de los fundadores, la secretaria asumiría las funciones de representante legal de la fundación. Es decir, podría tomar el control del hospital, la universidad, además del Politénico Metropolitano y la emisora La Voz de la Costa. La viuda logró registrar los cambios en la Cámara de Comercio de Barranquilla, pero cometió el error de desconocer a Ivonne Acosta Acero, vicepresidenta de la fundación desde 1995. Esta, ante el fallecimiento de su padre, el pasado 10 de agosto asumió las riendas de la fundación e impugnó la jugada de su madrastra. Y para proteger el legado de su padre, Ivonne decidió nombrar a su hermano medio Alberto Acosta director del Hospital Metropolitano y ratificar el 8 de septiembre a su esposo, en el cargo de rector de la universidad. La viuda reaccionó de inmediato. Solicitó declarar nula la designación de su hijastro, pero tanto la Cámara de Comercio como la Gobernación del Atlántico, que ejercen funciones de control y vigilancia, declararon válidos los nombramientos hechos por Ivonne y rechazaron las peticiones de Soraya de querer hacer valer un acta sin fecha de convocatoria, sin asistencia de otros miembros y cuyo único firmante era Gabriel Acosta Bendek. Pero lo más grave llegó cuando Alberto Acosta declaró ante la Fiscalía que encontró inconsistencias en la forma como Soraya le narró los minutos anteriores al infarto que sufrió su padre en su casa, y sostiene incluso que le dio dos versiones. De acuerdo con las primeras informaciones, Acosta sufrió un infarto en su casa, pero cuando llegó en ambulancia a urgencias a la Clínica San Vicente tenía una herida en la frente, trauma craneoencefálico, laceraciones en los brazos y moretones e hinchazones en las piernas. Tras dos horas de reanimación, murió de un paro cardiorespiratorio. Sus hijos se preguntan en la denuncia radicada ante la Unidad de Vida de la Fiscalía, ¿si solo fue una caída, por qué tenía en los brazos y en las piernas las heridas en los brazos como si hubiera forcejeado con alguien?. No solo las versiones contradictorias de Soraya Corzo y su interés en apoderarse de la universidad y del hospital generaron suspicacias en los familiares del médico Acosta. De acuerdo con lo dicho a los hijos por el médico que lo atendió, José Jaraba, cuando Acosta entró al hospital, su esposa gritaba repetidamente: ‘perdóname Gabriel, perdóname Gabriel’. También generó dudas el dictamen del cardiólogo Celim Malkum, quien al conversar con Alberto e Ivonne, manifestó con base en la lectura del electrocardiograma, que se descartaba que el doctor Acosta hubiera sufrido un trastorno coronario. Y para rematar las sospechas, Alberto sostiene haber tenido con su padre una conversación días antes en la que le habría dicho que Soraya le era infiel, que mantenía relaciones con un francés llamado Chris Dam Wichers, y dice que le entregó copia de un correo electrónico. Y le dijo que tenía celos del médico William Sánchez Rincones, el mismo que lo atendió de urgencia en su casa cuando sufrió el supuesto paro cardíaco. SEMANA intentó hablar con los hijos de Acosta Bendek y con su viuda para preguntarles sobre lo ocurrido, pero no fue posible encontrarlos. Las dudas en torno a la muerte de Acosta, las maniobras de su esposa para quedarse con la universidad, el hospital y los bienes de la familia y las sospechas de infidelidad recuerdan la dramática historia de Silvia Gette y la Universidad Autónoma. Y todo indica que este se convertirá en el nuevo novelón para los barranquilleros.