Ningún monopolio es bueno. Así la justificación sea la noble intención de sustituir los cultivos de coca o que los monopolistas sean distinguidos diplomáticos de la Oficina de Naciones Unidas Contra las Drogas y el Delito (UNODC), todos los monopolios generan ineficiencias, corrupción y desperdicio. Duramos veinte años entregándole a dedo varios billones de pesos del presupuesto nacional a UNODC, bajo el compromiso de “coadyuvar” y “propender” por sustituir la coca. Se firmaron con ese fin convenios que libraban a los monopolistas de chaleco azul, de las licitaciones o de cualquier competencia, también los eximían de las auditorias de los organismos de control, de las evaluaciones (solo ellos podían evaluarse a sí mismos), de las sanciones por incumplimientos y de permitir un acceso público a sus datos o de tener que presentar la minucia de la ejecución de los presupuestos.
Los programas de sustitución fueron construidos más a la medida del intermediario que de los beneficiarios en las zonas rurales. Las cifras y los mapas demuestran que el 95 por ciento de los programas de sustitución de coca que implementó UNODC, se hicieron en veredas donde NO había coca (calculado con cifras del 2003 al 2015). Los programas de sustitución de UNODC se hacían por lo general cerquita de los cascos urbanos o en municipios sin coca ni grupos armados ilegales. La sustitución resulto peor que la enfermedad, nos quedamos con más coca, con la desconfianza de los cultivadores y sin la plata. El presupuesto que debía estar invertido en carreteras, electrificación y escuelas rurales, termino en la burocracia de UNODC en Viena. Tan solo con el convenio W-40 las ganancias para UNODC eran de 135 mil millones de pesos. Fueron tantas las gabelas y los convenios que se le firmaron a Naciones Unidas, que termino siendo Colombia el mayor generador de recursos de UNODC en el mundo.
Con la notificación oficial de no continuar con el convenio W-40, han surgido más reacciones políticas que técnicas, que interpretan esta decisión como una amenaza a la implementación de la paz territorial. La verdad es exactamente la contraria, con las manos amarradas y el bolsillo empeñado era imposible llevar a buen término la sustitución integral de la coca. A pesar de este portazo UNODC no se va a ir de Colombia, siguen vigentes otros lucrativos convenios con alcaldías, gobernaciones y entidades nacionales, lo ideal sería que todos estos programas fueran evaluados con criterios técnicos antes de seguirse eternizándose como monopolios rentísticos. Una condición aparte la tiene el proyecto SIMCI de medición satelital de coca, este programa es de los más baratos de UNODC y el que más aporta, ojalá se fortaleciera, lo demás sobra.
La solución de fondo para la sustitución es un cambio de modelo, apostarle a que el Estado haga presencia rural y ejecute sin tantos intermediarios ni comisiones las obras y los programas que se necesitan con urgencia, el error seria cambiar a este monopolista por otro.