“Escribir un poema después de Auschwitz es un acto barbárico”, escribió el filósofo Teodoro Adorno después de la Segunda Guerra Mundial. Esta frase representa lo profundo que la violencia puede marcar a una sociedad. La historia de una nación es la historia de sus emociones. Y lo que más ha marcado la memoria colectiva en Colombia es un amargo rosario de tristezas. La bomba que las Farc detonaron en el club El Nogal de Bogotá el 7 de febrero de 2003 y que dejó 36 muertos y 200 heridos es el símbolo más negro de la historia reciente. Un instante en que los corazones se apagaron y la esperanza se deshizo. El estruendo, el pánico, las imágenes de padres buscando a sus hijos están impresas en la memoria. La bomba, dirigida a la élite, terminó encendiendo la guerra y definió la primera década del siglo XXI. El gobierno de Álvaro Uribe se lanzó a la batalla contra una guerrilla, que después del 11 de septiembre de 2001, casi todo el mundo clasificaba como terrorista. La ofensiva, que diezmó a las Farc, desembocó en una lucha ideológica que dividió al país hasta nuestros días. ¿Qué pasó con quienes vivieron la bomba del Nogal en carne propia? SEMANA habló con socios, empleados del club y quienes accidentalmente pasaban por el lugar. Todos sienten que el 7 de febrero fue el día en que volvieron a nacer. Pero no lo ven como un cumpleaños feliz, no es una fecha para celebrar. Ver testimonios a continuación: