Durante los días de vacaciones apareció un titular en primera página de El Tiempo que afirmaba que, según una encuesta, Colombia es el país más feliz del mundo. Como seis días atrás había pasado el Día de los Inocentes, al parecer no se trataba de un chiste. La nota agregaba que esa encuesta anual, realizada por el Barómetro Global de Felicidad, Optimismo y Esperanza en la Economía, explora las expectativas, la visión y las creencias de 66.040 personas en 68 países del mundo. Este año Colombia regresó a la cima del índice de felicidad con el 85 por ciento, casi 20 puntos por encima del promedio global, que es del 66.Para muchos, a pesar de que no era la primera vez que Colombia se quedaba con esa medalla de oro, la noticia desafiaba la credibilidad. La encuesta en cuestión, realizada en Colombia por el Centro Nacional de Consultoría, solo tenía dos preguntas: “¿Usted se siente personalmente muy feliz, feliz, ni feliz ni infeliz, infeliz o muy infeliz con su vida?” y “En cuanto a su situación, ¿usted piensa que el año 2016 será mejor, peor o igual al 2015?”. A la primera pregunta, 87 por ciento de los colombianos respondió ser muy feliz o feliz y solo un 2 por ciento afirmó no serlo (10 por ciento no se ubica en ninguna de las anteriores y el 1 por ciento no sabe o no responde). En cuanto a la segunda pregunta, sobre el optimismo hacia adelante, Colombia está por debajo del promedio mundial (38 por ciento) con un índice neto de solo 26 por ciento. El 48 por ciento dice que será un año mejor, el 22 por ciento considera que será peor y el 28 por ciento cree que será igual a 2015.El número total de encuestados en el país fue de 1.000 personas, con un margen de error de 3-5 por ciento. Ese resultado se comparó con las mismas dos preguntas hechas a una muestra parecida en 67 países más, y de ahí resultó que los colombianos son los más felices, pero en cuanto a optimismo se encuentran en el puesto 20.Aunque la descripción de la metodología estadística parece válida, el resultado carece de lógica. Porque si bien las preguntas de la encuesta se limitaban a la percepción que la gente tiene de su existencia, alguna relación debe tener esta con variables relacionadas directa o indirectamente con el bienestar. En esa categoría estarían índices que determinan la calidad de vida en los países como las oportunidades de trabajo, la educación, la salud, la seguridad, la equidad social y económica, la confianza en las instituciones y otras. En todas esas mediciones a Colombia le va muy mal.Para comenzar, es uno de los países con el nivel más alto de desigualdad económica en el mundo. En un ranking de 134 países observados por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud), solo 13 tienen una peor distribución de la riqueza. Aunque algunos estudios demuestran que la pobreza no determina automáticamente el nivel de felicidad, siempre ha sido claro que la desigualdad económica sí lo hace.Otras variables de la calidad de vida son la educación, la salud y el empleo. Sobre la primera ya se sabe que las pruebas Pisa dejan a Colombia en el puesto 62 en un ranking de 65 países. Sobre la salud, no hay índices tan precisos como en educación, pero es un hecho que las circunstancias no son mejores. Aunque la Ocde reconoció recientemente las mejoras del sistema de salud en el país, en realidad el servicio que reciben los colombianos es pésimo. En cuanto al trabajo, si bien en noviembre el país registró la cifra de desempleo más baja de los últimos 15 años (7,3 por ciento), el índice sigue siendo alto si se compara con los otros países de la región. Según datos de 2014 de un informe del Pnud, solo dos países tenían en ese entonces un desempleo mayor, Barbados y Jamaica. Pero más grave que ese índice es la calidad del trabajo: la tasa de informalidad se mantiene alrededor del 50 por ciento, lo que significa que millones de compatriotas siguen viviendo del rebusque, sin ninguno de los beneficios de un contrato de trabajo.Otro elemento que hace sorprendente que los colombianos sean tan felices es el conflicto armado. A pesar de que todo indica que está llegando a su fin, ha producido 6.044.200 desplazados, por lo que es este el segundo país más afectado por ese flagelo después de Siria. Además, la cifra oficial de víctimas registradas del conflicto es de 6,8 millones. Si alguien es sacado a la brava de su terruño por guerrilleros o paramilitares, o si estos le han asesinado a padres o hermanos, suena difícil que se considere una de las personas más felices del mundo. Y esa es exactamente la situación que viven hoy los desplazados y las víctimas, que constituyen alrededor del 15 por ciento de la población nacional. Otros índices pueden estar menos relacionados directamente con la felicidad, pero aun así inciden. Ese sería el caso de temas como la impunidad en la justicia, la corrupción y la seguridad. Como se ha repetido una y otra vez, en Colombia alrededor del 97 por ciento de los delitos quedan impunes, lo cual significa que en la práctica Colombia es un país casi sin justicia. En cuanto a corrupción, ni se diga. El índice global que mide esta variable demuestra que está desbocada, y en ese ranking solo México y Filipinas superan a Colombia. En cuanto a la seguridad, Colombia ya no es la misma que la de Pablo Escobar, pero aun así, según el Índice Global de Paz, sigue siendo el país más violento de la región. Otro estudio, el Ranking Global de Prosperidad, mide la calidad de vida en los países al evaluar una combinación de todos los factores mencionados arriba y algunos otros. En este Colombia ocupa el puesto 68 entre 142 países, lo cual parece ser un lugar más acorde con la realidad que el primer puesto de felicidad en el mundo. Se podría argumentar que a pesar de vivir en un país con serias fallas en oportunidades de trabajo, educación, salud, seguridad y una cascada de alzas en el costo de vida como la que se está anunciando en estos momentos, el talante nacional es tan alegre que se sobrepone a todas esas realidades. Suena difícil de creer, pero sería la única explicación para entender que los colombianos sientan que viven en un paraíso.