El pasado 31 de marzo dos policías que realizaban un patrullaje rutinario por una de las vías cercanas al municipio de Guamal, Meta, vieron un hombre que se tambaleaba sobre la carretera. Al acercarse estaba sangrando producto de varios impactos de bala. Mientras lo trasladaban a un hospital alcanzó a pronunciar algunas palabras. Por el acento los uniformados pensaron que se trataba de un ciudadano español. El hombre llegó sin signos vitales a urgencias.

Horas más tarde se enterarían de que el sujeto era nada más y nada menos que Dejan Stanimirovic, el jefe del cartel de la droga de los Balcanes, buscado por más de 30 países por inundar con cocaína gran parte de Europa y Rusia. ¿Cómo este ciudadano de origen serbio terminó muerto en un pueblo en la mitad de los Llanos Orientales de Colombia? La historia parece sacada de una película de gánsteres de Hollywood. Poco después de su muerte en la clínica, otros dos policías se trasladaron en una patrulla hasta el lugar donde sus compañeros encontraron al serbio mal herido. Observaron que había un rastro de sangre que iba hasta una vivienda no muy lejos de la carretera. Al llegar a la casa, fueron recibidos con una lluvia de balas. Los uniformados quedaron tendidos sin vida al lado de su vehículo. Ante el ataque, otros policías acudieron al sitio y cuando las balas cesaron ingresaron al lugar. En el suelo estaba el cuerpo de José Rivera, alias Soldado, un exparamilitar temido en la región por sus vínculos con el narcotráfico. Su esposa y otro hombre se encontraban en el sitio y fueron arrestados. Uno de sus hijos, quien disparó contra los uniformados, alcanzó a escapar. La reconstrucción de lo que pasó en ese lugar es sencillamente increíble. Stanimirovic, conocido con el alias de Marcos, llevaba diez días viviendo en la casa de Soldado. Desde la noche del 30 de marzo los dos hombres estaban bebiendo en el lugar y el día de su muerte sacaron sus armas para realizar un macabro juego, una especie de ruleta rusa. Ambos terminaron matándose. El serbio no era un desconocido para las agencias antinarcóticos. La Policía colombiana en coordinación con Europol y las autoridades de la región de los Balcanes (Croacia, Serbia, Bosnia-Herzegovina, Eslovenia, Macedonia, Kosovo, Montenegro, Bulgaria, Albania y Rumania) llevan varios años tras una organización conocida como cartel de los Balcanes. Se trata de la mayor estructura de tráfico de cocaína entre Suramérica y Europa. Según estimaciones de la DEA y Europol, envían anualmente cerca de 250 toneladas de este narcótico hacia el Viejo Continente. El jefe de todo era Stanimirovic. El cartel de los Balcanes controla tripulaciones de barcos de carga, conformadas por serbios, montenegrinos, rumanos, croatas, entre otros. Tiene acceso a puertos europeos en Bélgica, Holanda, Italia, España, Montenegro, Eslovenia, y maneja la distribución y venta de la cocaína en Europa y Rusia. Así mismo, ha establecido contactos en Ecuador, Perú y Brasil.

Este cartel envía emisarios serbios, croatas y de otros países europeos para que realicen coordinaciones y transacciones ilegales con narcotraficantes y grupos criminales de Colombia como el Clan del Golfo. Los emisarios también sirven como garantía de pago y envío de los cargamentos. Stanimirovic había viajado a Colombia en diciembre del año pasado en compañía de otro ciudadano serbio con el fin de coordinar el envío de cargamentos de cocaína y establecer nuevas rutas de tráfico entre Colombia y Europa. Una de ellas es conocida como la conexión Dubái, en la que narcos de esa parte del mundo están asociados con el cartel de los Balcanes y organizaciones colombianas. La absurda muerte entre el serbio y el paramilitar terminó dejando al descubierto a los nuevos, y hasta ahora desconocidos, jugadores en el mundo del narcotráfico colombiano.