Desde un lujoso edificio del norte de Bogotá, 60 militares atrincherados en computadores están dándoles una de las mayores victorias a las Fuerzas Armadas en su historia. Sin disparar un solo tiro, estos ejecutivos (de uniforme y charreteras) están haciendo un revolcón a una de las ramas más importantes para la guerra: la logística. Se trata de Sinergia Logística (Silog), un proyecto informático que busca poner el sector defensa en el mismo nivel de eficiencia que tienen empresas públicas y privadas del tamaño del Banco de la República, Ecopetrol o Bavaria. De hecho, el piso donde funciona el proyecto se parece más a una de las salas del Pentágono que a un almacén donde se distribuyen botas y uniformes. Antes de 2004 la logística militar estaba en la edad de piedra. Los comandantes de brigada estaban acostumbrados a que justo cuando sus hombres caían en una emboscada les dijeran que el helicóptero estaba averiado o sin gasolina. También sabían que cuando cundiera una epidemia de leshmaniasis, podían agotarse las existencias de la droga para el tratamiento y demorar semanas en conseguirse. Hay anécdotas de oficiales que cuentan incluso cómo tuvieron que comprar a la carrera radios walkie talkies en el pueblo más cercano para comunicar a sus patrullas, en medio de una ofensiva, cuando fallaban los radios profesionales. Y aunque esos problemas parezcan de poca monta, no lo son. La logística es crucial para ganar o perder una guerra. En Irak, por ejemplo, Estados Unidos destina seis hombres de logística por cada combatiente en terreno. Los grandes ejércitos aprendieron con sangre esta lección. Y quienes la olvidaron pagaron caro por ello. Como Hitler, que no pudo cumplir con el envío de combustible y comida para sus tropas en Rusia durante la Segunda Guerra Mundial. Hambrientos y con frío, sus hombres se rindieron y le dieron con ese acto un giro a la historia, que a la postre terminó con la derrota de Alemania. En otra proporción, las Fuerzas Armadas también han tenido ese amargo aprendizaje. En los más sonados descalabros militares en los 90 como El Billar, Miraflores y Patascoy, salieron a relucir unos soldados con malos pertrechos, y desanimados por la falta de apoyo aéreo. Lo paradójico es que mientras los soldados gastaron todas sus balas y terminaron desarmados, como rehenes de la guerrilla, muchas aeronaves estaban descansando en los hangares, esperando una burocrática orden de salida. A eso se suma la corrupción, tal vez la enfermedad más grave entre los uniformados que no pocas veces han tenido que enfrentar escándalos por contratos leoninos, venta ilegal de armas o elementos de uso privativo de los ejércitos. Todo ese panorama hizo que el gobierno de Estados Unidos definiera como una prioridad dentro del Plan Colombia hacerle una reingeniería a la parte administrativa de la guerra. Inicialmente se destinaron 18 millones de dólares para un software. Luego, el Ministerio de Defensa se metió la mano al dril y destinó 61.000 millones de pesos para sacar adelante el proyecto. Los norteamericanos contrataron directamente a SAP, una multinacional alemana que ha instalado este tipo de sistemas en los ejércitos de diversos países europeos, la Otan y las fuerzas armadas de Estados Unidos, entre otros. Y ahí fue cuando empezó esta revolución silenciosa, cuyos logros ya saltan a la vista. Uno de los objetivos de este sistema de información es saber qué tienen las Fuerzas Armadas, dónde y en qué estado. Con estos datos, las distintas unidades militares pueden hacer transacciones. Hace pocas semanas un helicóptero Black Hawk que estaba en combates en el Caquetá, en el Plan Patriota, fue baleado en una de sus aspas. Lo que pasaba antes en un incidente como éste es que el Ejército dejaba el helicóptero en tierra mientras importaba el repuesto. Un trámite que podía durar seis meses en promedio. Esta vez, el helicóptero pudo ser reparado en sólo 24 horas. Bastó con que el oficial a cargo consultara en el computador en qué guarnición militar del país tenían en bodega un repuesto como ese, y efectivamente la base de Rionegro de la Fuerza Aérea lo tenía y lo envió de inmediato. En los meses que lleva funcionando el proyecto, sólo en mantenimiento se han hecho más de 300 transacciones. Y eso que hasta ahora apenas hay cuatro bases militares conectadas al sistema. Al finalizar 2006 el ciento por ciento de las Fuerzas Armadas del país tendrá acceso a este sistema. Un segundo logro del proyecto es la centralización de compras. Antes cada una de las fuerzas (Armada, Ejército, Policía y Fuerza Aérea) compraba todo lo suyo, desde medicamentos hasta armas, computadores y energía eléctrica. Los celos entre instituciones no permitían hacer economías de escala. Y por supuesto, la corrupción, pues cada fuerza tiene sus contratistas y, en muchos casos, jugosas comisiones por cada adjudicación. Sin embargo, aunque este es un proceso incipiente, el ahorro es sorprendente. En medicamentos, por ejemplo, todas las fuerzas gastaron durante 2003 una suma superior a 40.000 millones de pesos. El año pasado el Ministerio decidió centralizar esta compra y por los mismos medicamentos pagó 23.000 millones. De un golpe el ahorro fue de 17.000 millones. En el tema de inventarios el avance también es notable. El computador mostró este año todos los productos que ya estaban vencidos y que inexplicablemente seguían en las bodegas. Entre alimentos, drogas y otros implementos sumaban la bicoca de 20.000 millones. Estas cifras dan una dimensión del ahorro potencial que tiene la centralización de compras para unas Fuerzas Armadas, en la que se distribuyen cada año 700.000 botas, un millón de uniformes, 25 millones de galones de combustible de avión, 80.000 millones de combustible para vehículos, por poner sólo algunos ejemplos. Y el sistema permite hacerle seguimiento a todo. Desde los lápices hasta los aviones. Así mismo el Ministerio podrá calcular cuánto cuesta cada operación. Desde cuidar un partido de fútbol en el estadio hasta el Plan Patriota.Además del ahorro y la transparencia que se gana con el nuevo sistema logístico, éste permite un apoyo más eficiente a las labores operativas de las Fuerzas Armadas. Y quizá lo más importante, obligó a la integración de las fuerzas militares, entre las que hay rencillas, con frecuencia alrededor de los recursos. Por eso, en el 'pentagonito' trabajan codo a codo policías, pilotos, oficiales de la Marina y del Ejército. Para garantizar que el proyecto funcione con lógica empresarial, el Ministerio nombró gerente a José Iván Granada, un ejecutivo civil. Y a su lado, al coronel Jairo Andrés Cáceres del Ejército, como gerente militar. Sin embargo no han faltado las talanqueras y los enemigos del proyecto. Especialmente aquellos que durante años han usufructuado contratos millonarios de las Fuerzas Armadas, que es la empresa más grande del país. Una empresa a la que ya le llegó la hora de hacer una reingeniería para manejar con eficiencia un recurso humano de 360.000 personas, 17 empresas descentralizadas (que van desde un hotel hasta una aerolínea comercial) y un presupuesto que supera los 11 billones de pesos al año.