Un día, cuando el taita Lorenzo Muelas caminaba por una calle de Uzbekistán, un hombre le gritó desde el otro lado de la acera: “¡Silvia, Cauca!” El taita lo abordó junto con la antropóloga Martha Urdaneta, que le hizo de traductora, y supo que era un mochilero usbeko que había visitado esa población colombiana, cuna de los indígenas misaks o guambianos, de los cuales él es la figura más emblemática.Ahora, mientras refuerza el desayuno con café y almojábanas en una cafetería cercana a la plaza de Bolívar, en Bogotá, Lorenzo Muelas cuenta que durante tres meses recorrió Rusia, Turquía y Uzbekistán.“Fue un viaje por mi cuenta. Quise conocer otras culturas; gente que piensa distinto, tiene otros dioses. Aquí nos enseñaron que solo hay un dios verdadero y no es así. Cada quien inventa su propio dios y su propio cielo y echa pa delante”, dice el Taita.A veces, también viaja a Bolivia y Ecuador a asesorar a organizaciones indígenas. Pero la mayor parte del tiempo la pasa en su finca, en la vereda el Gran Chimán, en Silvia, Cauca, en una zona cruzada por vientos helados, a más de 3.000 metros de altura.Allí tiene algunas cabezas de ganado (no dice cuántas) e intenta recuperar especies de papa que prácticamente han desaparecido de los mercados. “Llegué a tener diez especies, pero no he tenido tiempo para cuidarlas como se debe”, dice Lorenzo Muelas.Su nombre tuvo amplia resonancia durante la Asamblea Constituyente de 1991. Después fue senador y por varios años se mantuvo en el plano político. Sin embargo, desde hace más de diez años, el país le perdió la pista.Dice que todo su andar está ligado a la filosofía misak: “Desenrollar, desenrollar y luego recoger y volver a la madeja”. Por eso regresó a la tierra. Tiene cultivos orgánicos pero a pequeña escala. “No es para negocio, sino para el plato de uno”.Mientras caminamos hacia la plaza de Bolívar cuenta que lo más emocionante que le ha pasado en estos años ha sido la visita de una osa que parió dos oseznos en su finca y que todavía camina por el territorio. “Se comió cinco cabezas de ganado, pero dejé que comiera. Necesitaba alimento para levantar a sus crías. Ahora la gente no tiene conciencia ambiental. Todo es cifras; preguntan: ¿si el oso se come mi vaca quién paga? Nadie paga. Nosotros somos los intrusos. Así como nosotros necesitamos comer, los animales también”.El taita admite que ha encontrado muchas mezquindades en la política, pero prefiere no hablar del tema. En parte, por eso se retiró. Aquí habla de tres temas cruciales para los pueblos indígenas:La constituyenteEn 1991 no estábamos preparados para la Constituyente. Los que medio entendimos de qué se trataba nos dimos la pela de lanzarnos. Pensamos que el resultado iba a ser bueno, pero hemos fallado en la implementación de lo que quedó escrito. Hay temas que siguen en peligro. La consulta previa por ejemplo, que es vital para los pueblos indígenas, la quieren borrar de la Constitución.En la periferia, en la selva, costa Pacífica, muchos ignoran qué fue lo que pasó en 1991. Hago un mea culpa. No fuimos capaces de hacer una pedagogía de la Constituyente para hacer entender a los pueblos indígenas que debíamos asumir una responsabilidad política muy grande.Hoy todo el mundo quiere ser senador, alcalde, concejal, diputado. Y, por otro lado, unos invierten bien los recursos de transferencias, pero otros invierten muy irregularmente. Esa plata era para solucionar problemas de hambre, de comida, para proyectos productivos, para buscar alternativas de cultivos, de semillas. ¿Y 25 años después de que los resguardos comenzaron a recibir plata de transferencias todavía se quejan de desnutrición?La políticaSi hoy se lanza un indígena a la arena política nacional no sé qué piense la gente. Yo salí elegido a la Constituyente y al Senado con votos no indígenas, pero no sé qué pase hoy. Yo tenía muchas expectativas cuando Feliciano Valencia (un destacado líder nasa del Cauca que permanece detenido debido a un polémico fallo) anunció que se lanzaba a la Presidencia. Habría sido una buena oportunidad para medir el aceite, pero no se pudo.Las amenazasUno: el irrespeto a los territorios. Esa es la amenaza más grande. Así gocemos o suframos la vida del indígena está en la raíz de la tierra. Dos: la pérdida de la identidad. Hay pueblos indígenas que ya no tienen su lengua. La borraron de su mente y han introducido otra memoria que no es la propia. Perdieron su cultura. Yo estoy muy preocupado porque en mi pueblo los jóvenes y niños ya casi no hablan el guambiano, que es la lengua materna. Si no hacemos algo urgente con la educación, en 30 años habrá desaparecido. Esa es responsabilidad de los padres y de las autoridades del resguardo. La tercera amenaza es el capitalismo, que nos ha hecho creer que sin dinero en el bolsillo no es posible vivir. Yo sé que el dinero es necesario, pero en ciertas proporciones. El indígena puede vivir en un sitio humilde, puede comer sin sal, como dice Quintín Lame, y no se siente pobre porque está rodeado de naturaleza.*Periodista. Profesor de la Universidad del Rosario. Ganador de varios reconocimientos nacionales e internacionales, incluido el Premio Rey de España.