Hace más de diez años que un presidente de la República no caía tan bajo en los índices de popularidad. Desde los tiempos del Caguán, cuando gran parte del país creía que Andrés Pastrana les había regalado 42.000 kilómetros cuadrados a las FARC. Desde esa época los colombianos no habían martillado tanto esa pregunta que ahora flota en el ambiente: ¿Y dónde está el piloto? En las últimas semanas, a Juan Manuel Santos le han explotado tantos problemas a los que él les ha dado respuestas tan equívocas, que han llevado a un segmento amplio de la población a creer que el mandatario perdió el control de la situación. La infortunada frase de “el tal paro nacional agrario no existe” mientras los colombianos veían bloqueos por todas partes; sonoros cacerolazos; campesinos indignados, y marchas en las ciudades de personas solidarias, con la ruana como símbolo, confirmó la sospecha de muchos quienes creían que él no estaba sintonizado con los problemas del país. El jefe del Estado viajó al epicentro de los paros y en un acto de contrición les dijo a los labriegos que había dado 'papaya' con esa expresión. En ese momento se mostró como una persona noble y honesta. Acto seguido, sin embargo, anotó que él no sabía que se habían incumplido unos acuerdos porque el ministro de Agricultura no le había contado. De nuevo un papayazo con el que sus críticos festejaron. Estos acusan a Santos de incoherente y de bailar tango permanentemente. De un lado para él otro. Argumento que es real. Cuando las FARC decretaron un viernes una pausa en el proceso para reflexionar acerca de la propuesta de referendo, el presidente, que se encontraba en Quibdó, aseguró: “Tengo entendido que la guerrilla, allá en La Habana, dijo que se levantaría de la mesa para estudiar esta propuesta, este procedimiento (...) Perfectamente legítimo y válido que lo estudien, pero el tiempo pasa y tenemos que seguir avanzando”. Entonces abordó el avión de regreso a Bogotá. En el aeropuerto dio un giro de 180 grados: “En este proceso el que decreta las pausas y pone las condiciones no son las FARC. De manera que he tomado la decisión de llamar a los negociadores para que se vengan inmediatamente aquí a evaluar el alcance de ese comunicado”. Como los negociadores tenían un compromiso previamente pactado con Naciones Unidas para asistir a una charla el sábado en la que participarían tanto ellos como los delegados de las FARC, la mayoría del equipo se quedó en La Habana. Esa tarde, entre tanto, llegaron a Bogotá el general Óscar Naranjo y el industrial Luis Carlos Villegas, quienes se unieron a Humberto De la Calle ya en Colombia. Santos los escuchó y les ordenó que se devolvieran. Otro papayazo para los opositores y caricaturistas, que tuvo una impactante acogida en las redes sociales. Como los ministros son fusibles que se queman cuando el Gobierno se muestra débil, el presidente les pidió la renuncia. Hubo una sensación de alivio porque, como le dijo el gobernador de Antioquia, Sergio Fajardo, en la reunión de mandatarios seccionales “debía tomar el toro por los cuernos”, se creyó que Santos anunciaría un fuerte revolcón. No fue ni ha sido así en el momento de escribir estas líneas. La lectura, buena parte de medios internacionales lo ve así, es que “el presidente de Colombia sigue sin pronunciarse, dos días después de la renuncia protocolaria de sus 16 ministros”, como informa El País de Madrid. En el futuro inmediato, todos estos elementos han puesto a Santos en una difícil situación de cara a su posible reelección: el derrumbe de la popularidad; “el tema de la reelección se le complica mucho al presidente”, dijo Jorge Londoño, gerente de la firma Gallup, quien realizó la encuesta. Pero también en el presente pone el país en un momento delicado. Esto por la trascendencia de su cargo. Cualquier decisión que tome en medio del desespero puede afectar las vidas de millones de colombianos. Según la encuesta, la imagen de Santos cayó del 48 % en junio, fecha del sondeo anterior de Gallup, al 21 % en septiembre. De forma equivalente la impopularidad del mandatario creció en el mismo lapso del 44 % al 72 %, según la encuesta. La caída de 27 puntos de la popularidad en tan solo dos meses, cuenta Londoño, es la mayor que haya medido la firma en sus 20 años de sondeos. “Es la caída más brava que hemos registrado en casi 20 años de medición”, puntualizó.