Hace exactamente un año, el país estaba conmocionado con el paisaje de Bogotá. Las calles estaban inundadas de basura y los esfuerzos para recogerla eran insuficientes. Esa fue la consecuencia de lo que a todas luces fue un desacierto en la planeación de un nuevo modelo de recolección de basuras que quería la alcaldía de Gustavo Petro. Al final, todo terminó en lo que ya bien se conoce: una drástica y polémica sanción que impuso el procurador Alejandro Ordóñez al alcalde Petro. Pero más allá de la discusión sobre el fallo, el lío con las basuras en Bogotá demostró que este es un tema sensible para cualquier ciudad y que requiere milimétrica planeación. El espacio para la improvisación es poco, o tal vez nulo. Sin embargo, nadie aprende en cuerpo ajeno y ahora Medellín está escribiendo su propio capítulo de desaciertos en el manejo de las basuras. Si las cosas siguen como van, el año nuevo no será del todo feliz para los paisas. Paradójicamente, la ciudad conocida como ‘la tacita de plata’ por su aseo, ahora hace poco alarde de aquel elogioso calificativo. A los problemas en la recolección de basura sobre los que informó Semana.com la semana pasada, ver artículo, se suma un lío mayor. El sitio donde se depositan las 56.000 toneladas de basura mensuales que se producen en Medellín ya está lleno y todavía no hay un lugar alterno a donde seguir llevando semejante cantidad de residuos. El relleno a donde llegan los desechos de Medellín se llama La Pradera. Es un terreno de más de 100 hectáreas donde se hacen agujeros en la tierra que denominan vasos para depositar las basuras, con unas adecuaciones técnicas para mitigar el daño al ambiente. Desde junio del 2004, las basuras son depositadas en un vaso que tiene el armónico nombre de La Música. Y si la sinfonía era tocada a buen ritmo, para comienzos del 2014 se debía clausurar. La Contraloría de Medellín advirtió al respecto desde el año pasado. En un informe, dice que La Música tendría capacidad para recibir basuras hasta el pasado octubre, pero que podría prolongarse hasta el próximo enero. “La fecha proyectada de operación hasta octubre del 2013 es a condiciones relativamente conservadoras, por lo que se puede considerar 15 % adicional, es decir 157.000 toneladas adicionales que representan aproximadamente tres meses más de disposición (noviembre y diciembre del 2013 y enero del 2014)”, dijo la Contraloría. Sin embargo, la sinfonía no fue armónica y para cerrar La Música se oyen más bien estruendos. Enero del año 2014 empieza dentro de dos semanas y todavía Empresas Varias, la encargada del aseo en Medellín, no tiene un sitio alternativo para depositar las basuras. Lo que viene parece ser complejo. Un informe ambiental de la Contraloría advirtió que para el 2012 y el 2013 había una capacidad disponible para 1.139.000 toneladas de residuos. Sólo en el 2012 se depositaron 670.000 y este año, hasta septiembre, iban 506.000 toneladas. La capacidad del relleno está al límite. Era necesario, entonces, tramitar a tiempo una licencia ambiental para abrir otro agujero (o vaso) y seguir depositando las basuras en él. A pesar de que se conocía con anticipación lo que se venía, las gestiones avanzaron lentamente. Una evaluación interna en Empresas Varias registró que en el 2012 fue poco lo que se hizo para conseguir la licencia. Los requisitos para obtenerla se completaron hace apenas unos meses y el pasado septiembre llegó el sí definitivo. Sin embargo, las obras todavía no arrancan. El gerente de Empresas Varias, Javier Hurtado, explicó a Semana.com sus razones sobre la demora: “Desde el 2006 se está tramitando la licencia. ¿Sabe hasta cuándo tenemos para disponer basura? Hasta el año entrante. Y cuando llegué en enero del 2012 encontré esto sin licencia. ¿Cuál era nuestra primera tarea? Tramitarla. Ya la tenemos”, dijo. La tardanza no implicaría ningún problema mayor si se tuviera otro sitio para llevar las basuras temporalmente. Pero no es así. Lo que pasó durante los paros campesino y minero en julio y agosto es ilustrativo de lo que se viene. Por esos días, Empresas Varias estuvo en riesgo de quedarse sin tener a dónde llevar la basura. Ocurrió que al municipio de Copacabana, vecino de Medellín, llegaron decenas de manifestantes. La vía que lleva a ese municipio es la única por donde pueden pasar los carros de basuras para ir al botadero. Si la bloqueaban, había crisis. En comités internos de Empresas Varias se analizaron alternativas en caso de que así fuera, y no encontraron ninguna solución. Las propuestas no eran muy técnicas. Se habló de llevar las basuras a otro relleno ya clausurado y en recuperación (algo que no iba a permitir ninguna autoridad ambiental), acumularla en acopios temporales o arrojarla en escombreras. En conclusión, no había a dónde llevar las basuras en caso de un bloqueo. La suerte jugó a favor y los manifestantes pasaron derecho, pero el aseo de Medellín estuvo en ese momento en manos del azar. El episodio se manejó en secreto. Nadie se enteró del riesgo que corrió la ciudad en aquellos tensos días. ¿Qué va a pasar entonces cuando termine el próximo enero y se llene el sitio donde se están depositando las basuras actualmente? Pocas veces se ha visto en Medellín una situación semejante. En informes internos de Empresas Varias se ha llamado la atención a los directivos actuales por el poco conocimiento que tienen respecto al manejo de las basuras. “Los indicadores utilizados en los procesos de la entidad no permiten en su totalidad a la alta dirección tener un conocimiento integral del comportamiento de la empresa”, se lee en un documento. El alcalde de Medellín, Aníbal Gaviria, dice que sobre los problemas con las basuras “se está tomando una fotografía del presente, pero no se está teniendo en cuenta lo que ha venido sucediendo en el pasado”. Empresas Varias acaba de ingresar al grupo EPM. Gaviria le pidió al gerente de esa entidad, Juan Esteban Calle, apersonarse del problema. El negocio de las basuras es nuevo para este grupo empresarial. La puerta de entrada es resolver con urgencia serios líos que ha dejado la falta de planeación en un asunto que, como se vio en Bogotá, no permite improvisar.