Apenas empezaba el día laboral en Puerto Gaitán (Meta); eran las nueve de la mañana, cuando Iván Ovando, de 22 años, abrió su negocio. En realidad, son dos establecimientos que, aunque tienen dos puertas, internamente están conectados y los separa una división removible, la misma que se convirtió en una trampa para su bebé de 2 años. En cuestión de segundos, el pequeño salió a la calle y allí lo esperaban las garras de la maldad humana.
Cuando Iván no vio al niño, no pasaron más de cinco minutos, gritó: “Zuly, el bebé no está, dígame que está con usted”. Mientras uno de ellos recorría la cuadra llamando al pequeño y preguntando a los vecinos, el otro revisaba las cámaras de seguridad.
Uno de los habitantes del sector advirtió que el niño pasó por su casa en brazos de un hombre que él pensó se trataba de un familiar. En las grabaciones se ve cuando un hombre de contextura delgada, que no supera los 30 años, vio al niño, le extendió sus brazos y el menor, inocentemente, le respondió con el mismo gesto.
El desconocido entró a la tienda y le compró unos bombones al niño para que se entretuviera, mientras se iba alejando de su hogar. “Sentí que a mi corazón lo apretaban tan fuerte como para no latir”, dijo Iván. La sensación de la madre, de 18 años, no era diferente. “Pero yo además sentía culpa por no enseñarle al niño a ser desconfiado y, por el contrario, haberle inculcado ser dulce y para nada esquivo con las personas que querían cargarlo”, narró ella.
Ese 17 de enero de 2023 lo recuerdan como una pesadilla. Sabían que no tenían tiempo que perder, su niño estaba siendo raptado y cualquier segundo que perdieran era ganancia para el secuestrador. Por eso llegaron a la estación de Policía, donde activaron un plan candado en la región para ubicar al niño y evitar que saliera del perímetro con su secuestrador. Nadie salía del asombro, porque pensaron que los casos de este tipo de delitos que involucran a niños tan pequeños no son más que falsas alertas o mitos urbanos.
“Siempre veíamos videos en WhatsApp en los que se ve que roban niños subiéndolos a una camioneta o cosas así, pero las autoridades dicen que es mentira, que son falsas cadenas y que no nos alertemos. Ese día, sin embargo, me di cuenta de que era verdad, yo lo estaba viviendo”, dice el padre del niño. Su comentario no es lejano a la realidad. En agosto, la Secretaría de Seguridad de Bogotá dijo que los videos que circulaban por cadenas de redes sociales en los que alertaban de supuestos secuestros de menores eran falsos, tras hacer una exhaustiva investigación en cuatro localidades de la capital, y llamó a los padres a no alarmarse innecesariamente.
SEMANA revisó las investigaciones que está llevando la Fiscalía General de la Nación por delitos relacionados que afectan a menores. Desde 2019 hasta julio de 2023, hay 65 casos de desaparición forzada y se investigan 50 casos de niños secuestrados, de los cuales siete fueron extorsivos, 43 fueron secuestros simples, que quizás son más crueles porque, después de arrebatar, retener y ocultar al pequeño, el secuestrador no busca contacto con los familiares. Muchos de esos casos luego son reportados como desapariciones forzadas.
El rapto, secuestro y desaparición forzada de menores no es un juego, en los últimos cuatro años y medio, al menos 1.136 menores de edad habrían sido víctimas de estos delitos en toda Colombia, según cifras de la Fiscalía. Esos son datos reportados en las noticias criminales que reposan en el Sistema Penal Oral y Acusatorio (Spoa). El miedo de Iván y Zuly era engrosar las estadísticas. En su departamento –Meta– han secuestrado ocho menores y se adelantan 25 investigaciones de desapariciones forzadas. Aseguran que desde el primer momento se sintieron respaldados por la Policía, porque movieron cielo y tierra para encontrar a su bebé.
Después de dos horas de búsqueda concluyeron que el niño ya no estaba en Puerto Gaitán. Muy seguramente había sido llevado a otro municipio porque la casa del menor queda a dos cuadras de una vía nacional. Efectivamente, casi tres horas después recibieron la llamada de una mujer que trabaja en la terminal de Puerto López alertando la presencia del niño. Estaba a 109 kilómetros de distancia.
Los policías a cargo del plan candado detuvieron al hombre, que dijo inicialmente que el bebé era su hijo. “Cuando me enteré, di gracias a Dios, pero también quería agarrar a golpes a ese tipo, no sabía qué daño le había hecho a mi niño”, confesó el padre.
Para el neuropsicólogo Juan Camilo Urazán, la primera reacción que tiene el cerebro en un momento como esos es a la defensiva, razón por la cual, en muchos de los casos, cuando se deja al descubierto al secuestrador de un niño, la sociedad suele reaccionar de manera violenta, es una respuesta que el cerebro lanza en máximo 60 segundos.
Además, socialmente se cree que el género masculino suele ser el que más comete este tipo de delitos, incluso lo relacionan con causar mayor daño a sus víctimas en ámbitos sexuales. Pero esa percepción puede generar un espejismo, debido a que muchas veces las mujeres que se dedican a cometer este tipo de delitos se ganan la confianza con mayor facilidad.
A finales de junio, los colombianos se estremecieron al ver el video en el que una niña de 3 años fue arrebatada de las manos de su madre en las calles de Popayán (Cauca). El hombre corrió con ella en brazos y al ser encarado por un comerciante del sector, tiró la niña al suelo.
En ese departamento, desde 2019 a la fecha, se adelantan 70 investigaciones por desaparición forzada y secuestro. Los departamentos más afectados por estos flagelos son Antioquia (427) y Norte de Santander (105). Muchos de los casos de menores entre los 14 y 17 años están relacionados con el accionar de grupos criminales; 319 mujeres y 358 hombres han sido reportados por desaparición forzada. En total, 446 han sido secuestrados.
Según información de las autoridades, los raptos que se presentan en bebés de 0 a 4 meses de edad suelen darse por cuenta de mujeres que fingieron algún embarazo para retener a sus parejas y estar con ellas. Toman menores ajenos para lograr su cometido. Los secuestros de niños de 6 meses a 4 años suelen estar motivados por dinero, algunos son sacados del país para ser vendidos. En el caso del hijo de Iván y de Zuly, las investigaciones preliminares arrojan que el hombre que lo llevó quería hacerlo pasar como su hijo para temas de mendicidad; el hombre, que está a espera de juicio por secuestro simple, es de nacionalidad venezolana y tiene 26 años.
Otro grupo de niños víctimas están entre los 9 y los 12 años, suelen ser niñas que caen en las garras de hombres que se las llevan para sostener relaciones sexuales. Los especialistas de psicología infantil invitan a los padres a realizar juegos de roles en los que les expliquen a los niños los peligros que pueden correr si no desconfían de personas mayores, esa técnica funciona mejor que los regaños.
Con todo, aclaran que, en los primeros seis años de vida, el cerebro de un niño es tan inmaduro que no alcanza a dimensionar la crueldad del ser humano, por lo que muchos rechazan los brazos ajenos temiendo el enojo de los padres, mas no porque piensen que su vida corre peligro. Convertir el tema del secuestro de menores en un mito urbano lo único que hace es permitir que los depredadores tomen ventaja y saquen sus garras. Defender a los niños es una tarea de toda la sociedad.