Llegó la hora de pensar en la clase trabajadora con la mayor consideración, a propósito de la pandemia y la crisis económica. El Gobierno, los empresarios y los gremios tienen la obligación de hacerlo. Mientras los programas oficiales son generosos con los más necesitados, estos no dan abasto y es cierto: los ricos cada día son más ricos. La mejor manera de cerrar la brecha de la desigualdad es cuidando a los trabajadores. Por eso, el aumento del salario mínimo debe ser del 10 %.
Millones de madres cabeza de familia y padres que madrugan a buscarse el sustento y a construir país son el motor de la economía. El país tiene una deuda histórica con las clases trabajadoras y es hora de cumplir. Hacer más y hablar menos. En Ecuador, el salario mínimo es de más de 1,6 millones de pesos mensuales. En Panamá asciende a 2,5 millones de pesos mensuales y en Costa Rica llega a 2 millones de pesos mensuales. Por su parte, en Chile es de 1,7 millones de pesos al mes (fuente CNN). En Colombia, el salario mínimo legal es de 908.000 pesos.
SEMANA es una publicación que cree en el libre mercado, la institucionalidad y el crecimiento económico. Pero los beneficios tienen que ser para todos, con oportunidades y progreso. No solo para unos pocos. Esa es la única manera de construir una sociedad más justa y equitativa.
Hay argumentos en contra de concertar un salario mínimo más generoso: se aumentarían la inflación, el desempleo y la pobreza. Aunque es innegable que estas preocupaciones tienen algo de validez, los argumentos técnicos a favor también son relevantes. La actividad económica se dinamizaría y los hogares tendrían más dinero en sus bolsillos para consumir, invertir y ahorrar. La gente lo necesita.
Aunque uno de los riesgos es la indexación que va acompañada del aumento del salario mínimo, esta se puede contrarrestar con un plan efectivo de reducción de gastos del Estado a través del tiempo y una política monetaria menos expansiva. De tal manera que la demanda agregada no se desborde y se pueda construir una agenda de crecimiento que sea sostenible en el tiempo y en beneficio de todos los colombianos.
Este año, el Nobel de economía fue otorgado a David Card, Joshua Angrist y Guido Imbens por demostrar que es un mito que aumentar el salario mínimo destruye empleo. Garantizar sueldos dignos reduciría la pobreza y reversaría la tendencia de largo plazo que ha venido creciendo por la diferencia entre lo que reciben los trabajadores y el crecimiento del capital de las empresas.
El presidente Iván Duque dejará un legado importante en temas medioambientales, acceso a la vivienda para cientos de miles de colombianos (42 % de los cuales tiene menos de 30 años) y un esfuerzo importante de la vacunación (hoy más del 70 % de la población tiene al menos una dosis). También llevará las banderas de una recuperación económica sin precedentes, ya que este año el PIB crecerá alrededor del 9,5 %. Este impulso a la clase trabajadora lo dejaría como el mandatario que tuvo la mayor expansión de los programas sociales en la historia de Colombia y como un defensor de los trabajadores.
Se espera que este 3 de diciembre inicien las conversaciones alrededor del salario mínimo, entre trabajadores, empresarios y Gobierno. Ojalá se pueda concertar y no termine todo en un decreto oficial que imponga una cifra. Tampoco puede haber propuestas irreales e irresponsables de ninguno de los interesados. Al fin y al cabo, lo que está en juego es la estabilidad de la clase trabajadora y a su vez la reactivación total de la economía.
SEMANA es coherente con lo que dice, así como lo fue al rechazar el rescate estatal de 85.000 millones de pesos del Ministerio de las TIC para los medios en Colombia. A partir del primero de enero de 2022, ningún colaborador de esta casa editorial ganará menos de 1,5 millones de pesos mensuales, es decir, un 65 % por encima del salario mínimo mensual vigente.