El secuestro masivo más grande en los últimos diez años en Arauca ocurrió el pasado miércoles 13 de julio en la vereda Alto Purare, zona rural de Tame. El frente Domingo Laín, del ELN, ingresó con la totalidad de sus miembros y se paseó durante más de diez horas por 11 fincas. De cada una de ellas sacó amarrados y amordazados a igual número de personas, todos hombres.

A la primera finca que entraron fue a Casa Sola. De allí sacaron a empujones y golpes al administrador; igual hicieron con los otros diez administradores de las fincas que visitaron. Más tarde los reunieron en un solo lugar y se los llevaron. Una semana y media después nadie sabe dónde los tienen ni por qué los trasladaron. “Llegaron, los amarraron y los bajaron con la cabeza tapada. Iban sacando a los hombres y dejaban a mujeres y niños, pero les advertían que no podían salir de la vereda”, cuenta el personero de Tame, Juan Carlos Villate.

La mayoría de los secuestrados son hombres de escasos recursos: entre las víctimas hay un excombatiente de las Farc, indígenas y campesinos. Los familiares, atormentados por su paradero y las amenazas del ELN, pidieron no revelar el nombre de los raptados, a pesar de que las denuncias ya están radicadas en la Fiscalía y hasta la ONU se pronunció frente a este hecho.

Para llegar a Alto Purare hay que abordar un vehículo desde Tame durante una hora, luego caminar en senderos estrechos y empinados por alrededor de dos horas. La vereda no tiene un centro poblado, solo hay extensas fincas, separadas hasta por tres horas de camino. “Esta vereda colinda con Sácama, Casanare, no es llano, sino piedemonte, montaña, cerro (...) Para llegar allá es un terreno agreste: el carro llega hasta cierto punto y luego hay que ir caminando”, dice el personero, quien fue la primera autoridad en arribar hasta ese lugar diez horas después del secuestro masivo.

“El presidente de la Junta me dice que la guerrilla se metió a la vereda y tiene a la gente retenida en las fincas, entonces yo me imaginé una masacre. Pedí una visita humanitaria a la vereda, pero nadie quiso ir: la Defensoría del Pueblo me dijo que hablara con el Ministerio de Defensa, que esperáramos. Yo decidí irme para la vereda y me acompañó un carro de los bomberos, porque temía una masacre. Cuando llegamos, salieron las mujeres y los niños, y nos dijeron que la guerrilla estaba muy cerca: ‘Váyase, personero. No se quede acá’, me repetían”, cuenta el funcionario.

Pese a las advertencias, se quedó y documentó finca por finca los nombres de quienes fueron secuestrados. Luego hizo un registro rápido para las autoridades competentes. Regresaron el domingo en la tarde con la intención de sacar a la población vulnerada, pero nadie quiso salir: antes de partir, el ELN les ordenó quedarse confinados hasta nueva orden. Y nadie desea desafiar a quienes tienen el control de la zona. “De hecho, hasta el día de hoy no han salido porque les da miedo. Están confinados. Por más que les ofrezcamos vehículos no van a salir. Lo que hicimos este fin de semana fue llevarles pañales y alimentos porque hay mujeres embarazadas”, puntualiza el personero Villate.

Un corredor criminal

Al personero le inquieta mucho que pasados diez días el ELN no se haya pronunciado sobre este secuestro masivo ni tampoco informado por qué decidieron llevarse a este grupo de personas dedicadas a las labores del campo.

“Creemos que están vivos. No hay un precedente en los últimos diez años de un secuestro de esta magnitud”, dice el personero. En esa zona se libra una sangrienta batalla entre el ELN y las disidencias de las Farc, pues Alto Purare queda en medio de un corredor que une a Tame con municipios como Saravena y Fortul, así como departamentos como Casanare.

Por su parte, el ministro de Defensa, Diego Molano, señaló que ya el proceso de investigación está adelantado y se desarrolla a la par de operativos militares que permitan la liberación de estas personas. Por ahora, nadie quiere salir –y tampoco entrar– a Alto Purare mientras en los alrededores ronde el frente Domingo Laín, del ELN. Las personas secuestradas son 11, y los confinados, cientos. Así se vive en la ruralidad de uno de los municipios más violentos de Colombia.