Apareció un nuevo elemento que da cuenta como ningún otro de la división en las entrañas de la extinta guerrilla de las Farc, hoy fragmentada entre excombatientes y rearmados. Y lanza serios interrogantes para quienes se quedaron del lado de la paz. Se trata de una extensa carta escrita por Henry Castellanos, más conocido como Romaña, quien le hace avisos perentorios a Rodrigo Londoño, Carlos Antonio Lozada y Pastor Alape, los exguerrilleros de más relevancia dentro del ala que mantiene su compromiso ante la Jurisdicción Especial de Paz y el proceso de reincorporación.
La misiva, escrita en la clandestinidad en diciembre de 2019, permaneció en secreto hasta hace unos días cuando la reveló Semana Noticias. Romaña, con su típico lenguaje sencillo y directo, le dice en la carta a sus antiguos compañeros que quiere saludarlos, pero también “aterrizar en unos punticos que creo es necesario que los dejemos en claro”. Luego señala con algo de ironía que con lo que está a punto de decir, “en desorden y sin rencores”, no busca agravar los problemas entre ellos. Y sin más, se despacha con nueve enunciados cargados de advertencias y una nota final no menos intimidatoria.
Romaña, recordado como el líder de las mal llamadas “pescas milagrosas” con las que las Farc secuestraban en las carreteras del país, arranca su escrito para recalcar que siempre fue un juicioso subordinado de las órdenes del secretariado. Señala que guardó respeto absoluto por cada miembro de la dirección y reafirma el pacto de confidencialidad que imperó frente a las decisiones más delicadas: “Lo que era secreto como secreto se ha quedado”, dice. Pero luego de esa salvedad, arranca su rosario de reclamos y duras advertencias contra sus excompañeros, a quienes empieza a referirse como enemigos.
Las Farc se rompieron oficialmente el 29 de agosto de 2019, cuando aparecieron en un video Iván Márquez, Jesús Santrich, el Paisa y Romaña, rearmados y anunciando “la segunda Marquetalia”. Este redactó la misiva que ahora se conoce tres meses después. Recrimina a “Timo, Carlos Antonio y Pastor” por denigrar de él y de otros compañeros al calificarlos de narcotraficantes, latifundistas y delincuentes. “Yo tengo muchos secretos que como revolucionario creo que deben quedar en ese cofre de silencio. Pero ustedes parece que, con tal de arrimarse más al Gobierno, han decidido desatar una campaña de desprestigio en público y en privado”, dice Romaña. Y agrega: “Qué tal que yo me ponga a cuestionar en público cómo es que fueron las cosas. Cuándo, cómo y para qué se adquirieron las tierras de las cuales Carlos tiene todo el inventario y la ubicación”. Evidentemente, Romaña sugiere que entre los líderes de las extintas Farc hay tierras no declaradas.
A partir de ese punto la carta sube de temperatura. Romaña les exige respetar su decisión de volver a la clandestinidad. “Ustedes ya se están pasando”, les advierte, y aunque dice que nunca le dispararía a un excompañero de lucha, también da a entender que él no toma las decisiones. “Lo mejor, creo yo, es que nos arreglemos y que cada quien vaya por su rumbo sin denigrar del otro”, propone.
Después reitera que no se ha quedado con ningún bien, pero que conoce que la organización mantiene reservas. “Podemos sacar cuentas del oro que tienen en La Habana, de ciertos bienes de los yo tengo noticia y que están en las ciudades y que no han sido entregados…”. Sin ningún rodeo, Romaña reclama que “algo de eso” sea destinado al proyecto de las disidencias rearmadas: “Nos tenemos que poner de acuerdo, en vez de estar demonizando al otro y posando de ángeles celestiales”.
Luego pasa a uno de los aspectos más relevantes de la misiva. “Qué tal que nos pongamos a recordar cómo fue la participación de Carlos Antonio (Lozada) en la muerte de Álvaro Gómez, o el envío de cositas con el hijo de Federico, ya estando en la etapa inicial del proceso de paz (¿recuerda lo que me contó en el campamento de Santo Domingo, muy contento porque iba a coronar, y no era precisamente a la reina de Colombia?). O qué tal que nos pusiéramos a hablar un poco de las causas de las muertes de varios comandantes, o que hiciéramos las cuentas sobre el oro, los millones de dólares y otros que personalmente le entregué a Carlos Antonio en tiempos de la Conferencia”.
El punto es crucial porque la carta data de diez meses antes de que el senador Lozada y el resto de la cúpula de la extinta guerrilla estremecieron al país al confesar su responsabilidad en el magnicidio de Álvaro Gómez. Desde el 3 de octubre, cuando hicieron esa sorprendente confesión, se ha rumorado que decidieron dar el paso, pues en cualquier momento la versión iba a salir a la luz pública por boca de otros. La carta de Romaña está fechada en diciembre de 2019, pero no se sabe por cuánto tiempo viajó desde la clandestinidad hasta Bogotá. Precisamente, el martes Lozada y Timochenko se negaron a atender el llamado de la Fiscalía y dijeron que solo entregarán ante la JEP los detalles sobre el magnicidio de Gómez.
En el escrito hay otra revelación de grueso calado. Romaña asegura que la Red Urbana Antonio Nariño –la estructura en Bogotá que comandaba el ahora senador Lozada– contaba con apartamentos, casas, lotes, balnearios, y que algunos sirvieron para instalar una ametralladora calibre .50 “para dar de baja a Naranjo”. Y aún más, dice que en la capital todavía hay lanzacohetes tipo RPG, “de todo lo cual conoce y tiene manejo Carlos Antonio sin que ello aparezca en ningún inventario o registro”.
Es decir, el guerrillero rearmado asegura que las Farc planearon asesinar al general Óscar Naranjo en Bogotá mediante armas de largo alcance y que ellas aún estarían por ahí. Aunque parezca una acusación de película, en 2002 las Farc atacaron con rockets nada menos que el Palacio de Nariño durante la posesión de Álvaro Uribe, y el general Naranjo fue por años el hombre clave de la inteligencia que lideró los más severos golpes contra la guerrilla.
“A mí la diplomacia se me acabó”, advierte Romaña al señalar que aunque se haya detenido particularmente en Lozada, también les tiene sus guardados a Timochenko y a Pastor Alape. E insiste en tono amenazante: “Respetémonos y cuidémonos los unos con los otros, porque de todos lados hay rabo de paja”. La misiva termina con otros reclamos, ya no de orden económico ni sobre los secretos de la guerra. El disidente asegura que sus excompañeros son los responsables de varios crímenes posteriores a la dejación de armas, e incluso que han ordenado matarlo a él mismo. “Me parece que deben suspender esas acciones y meterse en lo que les corresponde, que hasta donde yo sé es la política legal y punto”, concluye.
Tanto el senador Carlos Antonio Lozada como el director del partido Farc, Rodrigo Londoño, se han negado a comentar la carta. Por ahora únicamente Pastor Alape se ha referido a la misma. En entrevista con La FM, el exguerrillero dijo que solo mantiene relación con la gente que se quedó construyendo la paz, y aseguró que las afirmaciones de la misiva son un invento de una persona enferma. “Yo no conozco la carta directamente y he decidido que no voy a perder tiempo en eso. Si ese hombre tomó una decisión de hacer eso es tema de él, tendrá que responderle al país y a los órganos de justicia”.
De cualquier manera, la carta de Romaña seguirá generando debate. Seguramente cuando la JEP escuche la versión de Lozada y compañía sobre el magnicidio de Álvaro Gómez, los interrogantes de la misiva reaparecerán. Entonces los exguerrilleros tendrán que dar respuestas claras y detalladas.