Todo en la sala de audiencias fue estremecedor. Ante el juez, al costado izquierdo, estaban Oneida y Luis Alfonso, los padres del estudiante de la Universidad de los Andes Luis Andrés Colmenares, que murió la noche de Halloween. Ella, doblegada y herida en el alma por lo que estaba escuchando, con la cabeza baja y entre las manos. Él, con la mirada afilada y evidentemente nervioso. Junto a ellos, su abogado y el fiscal Antonio Luis González leyendo el macabro relato de un testigo de excepción: "Luis Colmenares no alcanzó a llegar al caño, corrió, se tropezó, al parecer, con el andén que está en ese lugar (Parque El Virrey), trastabilló y cayó en el pasto bocabajo. Llegaron dos personas que estaban con él, dos masculinos jóvenes y una mujer joven. Él se intentaba parar y comenzaron a darle patadas. La femenina llegó, le arrebató el celular de la mano y le dio una cachetada. Todo eso transcurría con insultos hacia él. Se encontraba arrodillado con las manos en el pasto, algo le estaban diciendo y él les contestó. De repente se baja el joven que estaba en la camioneta oscura con una botella en la mano, se le acerca diciéndole algo y le da un botellazo en la cabeza del lado derecho. Sonó duro y seco. En eso, uno le dijo al que le había dado el botellazo '¡Carlitos!', como llamándole la atención de por qué había hecho eso. Luis Colmenares se desplomó inmediatamente cayendo en el pasto. Los jóvenes que lo estaban agrediendo se miraron entre ellos y comenzaron a moverlo con los pies y a tocarlo y le hablaban, pero no respondía. Uno de ellos lo agarró por el cuello por la parte de atrás y lo alzó mientras que otro lo tomaba por la cintura para levantarlo y llevarlo hasta la camioneta. Cuando notaron nuestra presencia, la joven mujer que lo había cacheteado y quien le quitó el celular a Luis Colmenares se vino caminando hacia nosotros y nos quedó a 15 metros tratándonos de '¡Hijueputas, sapos, suban el vidrio!', y se vino otro joven que también nos insultaba. Salimos corriendo hacia la esquina, ya que mi compañero dijo 'Vámonos, que aquí nos pueden matar'".Por cuenta de este testimonio, Carlos Cárdenas Gómez, de 22 años, estaba sentado ante el juez en el banquillo del acusado. Su mamá, en la primera fila del público, rompió en llanto y desgarrada interrumpió la lectura del testimonio: "No es cierto… ¡Todo es falso!¡mi hijo no es malo, él estaba en la casa…", dijo, y la voz se apagó. Vinieron unos segundos de silencio sobrecogedor. Luego, el juez exigió orden al auditorio y pidió continuar. Al final, tras 11 horas de audiencia -a las tres de la mañana del jueves- el togado ordenó que Cárdenas fuera recluido en la cárcel Modelo de la capital señalado como la persona que le propinó el botellazo "duro y seco" a Luis Colmenares.El revelador testimonio, rendido por José Wilmar Ayola, de 33 años, se constituye como la prueba más importante en este caso y la detención de Cárdenas es apenas su primer efecto. Ayola identificó en fotografías a Laura Moreno -exnovia de Cárdenas- como la joven que cacheteó y le quitó el celular a Colmenares, pero también podría dar cuenta de los otros dos jóvenes que supuestamente patearon a la víctima en el Parque El Virrey.El testigo, además, dice haber visto a otros muchachos reunidos frente a la discoteca Penthouse que queda a poco más de dos cuadras de El Virrey y donde Colmenares y Moreno estaban celebrando el Halloween minutos antes. Allá llegó Ayola luego de que huyó con su amigo del Parque El Virrey, cuando vio que los agresores metían en la camioneta a Colmenares, que, según él, estaba sin sentido. Asegura, además, que frente a la discoteca su amigo fue abordado por un hombre que le entregó 400.000 pesos a cambio de que no contaran nada de lo que habían visto a cuatro cuadras de allí.El testimonio pone al borde de una severa condena a los tres universitarios hoy procesados (Carlos Cárdenas, Laura Moreno y Jessy Quintero, estas dos últimas en casa por cárcel). Desde el 31 de octubre de 2010, cuando Colmenares apareció muerto en el canal del Parque El Virrey, una docena de universitarios entrevistados por la Fiscalía han declarado que luego de la fiesta en Penthouse, haci a las 2:30 de la madrugada, él se apartó del grupo, embriagado, y que detrás suyo fueron Laura, su pretendida de entonces, y Jessy, su mejor amiga. Ellas afirman que recorrieron un par de cuadras hasta un puesto de perros calientes donde Colmenares, sorpresivamente, arrancó a correr hacia El Virrey. Laura asegura que lo persiguió hasta que lo vio caer accidentalmente al canal.Desde entonces ronda el misterio de por qué, en la madrugada, no se encontró a Colmenares en el canal. En la búsqueda participaron sus compañeros de universidad y de fiesta, varios policías del CAI de El Virrey y hasta una brigada de bomberos. Sin embargo, solo hacia las siete de la noche del 31 de octubre, cuando la madre de Colmenares exigió a los bomberos buscar de nuevo, apareció el joven muerto, justo en el tramo en el que el canal se convierte en túnel y pasa bajo la carrera 15 con calle 88, al norte de Bogotá.Al cabo de un año de los hechos, el proceso cayó en manos del fiscal Antonio Luis González y la tesis del accidente empezó a tambalear. El cuerpo de Colmenares fue exhumado por el médico forense Máximo Duque, que dictaminó que las lesiones encontradas en los restos no correspondían a una caída como la descrita por Laura y concluyó que "la probable manera de muerte de esta persona es homicidio". Laura y Jessy fueron detenidas. Contra ellas el fiscal presentó el nuevo dictamen y varias llamadas interceptadas en las que este supone que las universitarias hablan en clave sobre el supuesto crimen. El fiscal pidió que fueran enviadas a la cárcel, pero no pudo convencer al juez, quien decidió darles detención domiciliaria. Arrancó así un proceso judicial con todo tipo de sobresaltos: el fiscal hizo reiterados anuncios de que ya casi llegaba a los autores materiales; hubo marchas y movilizaciones virtuales de respaldo a la familia Colmenares; el fiscal trató de llevar a la cárcel a la abogada y la mamá de Carlos Cárdenas, por supuesta obstrucción a la Justicia. La juez que presidió esa audiencia negó la petición y luego denunció que el fiscal la amenazó de muerte. En las últimas semanas la posición de la Fiscalía se había debilitado sensiblemente: el Tribunal Superior de Bogotá y la Corte Suprema de Justicia le ordenaron al fiscal González anular, por ilegal, la imputación del delito de falso testimonio con relación a Laura (Jessy solicitó lo mismo y aguarda respuesta). Y tras una inspección, el fiscal general Eduardo Montealegre decidió -el 1 de junio- apartar del caso a González luego de establecer que los avances en la investigación no iban más allá del llamativo anuncio de que presentaría en el juicio una "cazamentiras" que le revelaría al país la verdad de lo ocurrido.Por eso mucha gente no entendió por qué la semana pasada el fiscal González reapareció en el caso Colmenares. Lo que hizo fue sencillo: partió el proceso en dos, lo que algunos llaman ruptura procesal. Cuando le pidieron el caso, entregó lo relacionado a Laura y Jessy y, para sorpresa del nivel central de la Fiscalía, siguió por su cuenta investigando a los supuestos autores materiales. Un día después de haber sido apartado del caso corrió con la suerte de encontrar al testigo perfecto. En menos de tres días interrogó al testigo estrella, lo incluyó en el programa de protección de testigos, hizo con él una reconstrucción de la escena criminal en El Virrey y la diligencia de identificación fotográfica de los responsables, ordenó la captura de Cárdenas y estremeció al país con la revelación del testimonio que señala a este como el autor material del crimen. La sorpresa fue por igual para los involucrados, los medios y para la propia cúpula de la Fiscalía. Según explicó el fiscal González en la audiencia, el testigo José Wilmer Ayola fue amenazado por tercera vez -el 2 de junio pasado- y por eso decidió buscar a las autoridades, pedir protección y hacerse testigo contando todo lo que había visto año y medio atrás, el 31 de octubre de 2010. Su relato es de gran valor porque complementa y coincide con la teoría del caso de la Fiscalía, que sostiene que Colmenares no murió accidentalmente sino que fue asesinado de un botellazo en el lado derecho de la frente. Pero, aún más, esclarece detalles exactos como el de una lesión interna en las vértebras del cuello que presentó el cadáver de Colmenares: Ayola explica que una vez la víctima estaba inconsciente por el botellazo fue levantado por dos hombres, uno lo tomó de la cintura y otro lo cogió, no de los hombros o los brazos, como suele ocurrir en esas escenas, sino del cuello. Y así lo llevaron a la camioneta.Aunque el declarante está al cuidado del Programa de Protección a Víctimas y Testigos de la Fiscalía, González divulgó su nombre completo con número de cédula en la audiencia pública. SEMANA investigó quién es: José Wilmar Ayola Lerma, de 36 años, es oriundo del municipio de Codazzi, en el Cesar. Es bachiller, prestó servicio militar en el Batallón Cartagena con sede en Riohacha y fue retirado de la institución el 29 de diciembre de 2000 por inasistencia al servicio. Sin embargo, siguió en contacto con las armas (ver foto). Su trabajo más reciente fue el de agente en una empresa de seguridad y vigilancia con sede en la localidad de Engativá, al occidente de la capital, donde reside, y dice haber sido amenazado en tres oportunidades.Aunque el testimonio de Ayola llena una serie de vacíos, también abre otros interrogantes: Si Colmenares fue pateado en el piso por varios hombres, ¿por qué su cuerpo no registró ninguna contusión? Si fue asesinado de un botellazo, ¿por qué la autopsia de Medicina Legal concluye que murió por ahogamiento (asfixia por sumersión en medio líquido)? ¿Es pura coincidencia que, tras año y medio de ocurridos los hechos, el testimonio apareciera un día después de que el fiscal general decidió relevar al fiscal instructor? Son algunas de las preguntas que se ventilarán en el juicio que todo el país aguarda.  La fascinación de una historia Por Germán Rey, director del Centro Ático (Universidad Javeriana) y especialista en Medios.  En un país en el que ocurren hechos violentos todos los días, el caso Colmenares se ha convertido en una obsesión nacional. ¿Por qué es tan atractivo? En primer lugar, se trata de un crimen entre crímenes. El suceso ha alcanzado la característica de excepcional por los protagonistas, lo que representan, el posible sesgo pasional de su trama y los supuestos sobre lo que ocurrió en una noche de disfraces, fiesta y Halloween.En segundo lugar, lo que podría ser un hecho más se ha convertido, por razón de su continuidad y su duración, en una historia. Y si algo ha entusiasmado a los seres humanos desde sus propios orígenes son las historias bien contadas. El acontecimiento se convirtió en un relato, que además tiene las connotaciones de una novela de familias.En tercer lugar, la trama de la historia tiene muchos matices: una diversidad de personajes, muchos lugares y, sobre todo, una gran cantidad de interrogantes y sombras. Un buen relato no es interesante por lo que describe, sino por lo que supone. No hay colombiano que no haya construido sus propias hipótesis y que a estas alturas no tenga una posición que defienda con todo tipo de argumentos.En cuarto lugar, la fascinación tiene que ver con la oralidad del nuevo sistema penal acusatorio. Hace unos años, este tipo de relatos naufragaban en medio de arrumes de expedientes y polillas, de las cuales los rescataban a veces los estupendos periodistas de crónica roja. En quinto lugar, en este caso hay una suerte de democratización, no por abajo sino por arriba. Se trata de jóvenes acomodados, estudiantes de una de las universidades más prestigiosas y defendidos por famosos abogados. A la belleza, la juventud y la riqueza se contraponen la vileza, lo truculento y lo indigno. La telenovela con más audiencia palidecería frente a un coctel con semejantes ingredientes.Finalmente, la fascinación sería imposible sin la representación mediática del suceso. Día tras día aparecen nuevos elementos que aumentan las conjeturas. Es un enorme ejercicio de lógica nacional.