“Donde se queman libros se terminan quemando también personas”. Esta frase del poeta Heinrich Heine cobra vigencia cada vez que se recuerdan los vergonzosos hechos del 10 de mayo de 1933 en Alemania. En aquellas nefastas jornadas universitarias y profesores en Berlín y otras ciudades quemaron en las plazas públicas los libros que consideraban indeseables y perjudiciales para el espíritu germánico.Este hecho de persecución intelectual, cultural y política, que fue presenciado y auspiciado por miles de personas en toda Alemania, marcó el inicio de la persecución política, el ascenso del nazismo en Alemania y fue una premonición de los hornos en los que fueron eliminados los cuerpos de millones de personas que tenían una fe, una raza o una cultura diferente.Solo en Berlín, en la antigua plaza Opernplatz (hoy Bebelplat), meses después de la llegada al poder de Adolf Hitler, sus seguidores quemaron más de 20.000 libros de tendencia comunista y pacifista, en especial de autores judíos como Karl Marx, Heinrich y Thomas Mann, Stefan Zweig, Erich Kastner o Sigmund Freud.Pero la quema pública de libros no fue espontánea. Su preparación comenzó un mes antes, cuando el 6 de abril la Asociación de Estudiantes Alemanes Nazis anunció una purga literaria del “espíritu no alemán” mediante el fuego. Desde ese momento empezaron a conformarse listas negras de autores y libros, al mejor estilo de la inquisición católica. Dos días después, la Asociación de estudiantes redactó un manifiesto en el que exponían los fundamentos de un idioma y una cultura nacional "puros".Dentro de las reflexiones que se han hecho con motivo de los 80 años de la bárbara quema de libros, surge la que ocurrió en Bucaramanga hace 35 años y en la que participó el actual procurador general, Alejandro Ordóñez.A través de un cartel que fue puesto en sitios estratégicos de Bucaramanga, la Sociedad de San Pio X Invitó a un acto de fe para quemar revistas pornográficas y publicaciones corruptoras el 13 de mayo a las 8 de la noche en el parque San Pío X.Según ha denunciado Daniel Coronell, el ahora jefe del Ministerio Público, en compañía de Hugo Mantilla, fueron a la biblioteca pública Gabriel Turbay en donde conminaron al encargado para que les entregara los libros que podían perturbar las mentes juveniles. “Entre los que se llevaron había obras de García Márquez, Rousseau, Marx y una Biblia, que también encontraron pecaminosa porque a juicio de ellos era una “edición protestante” y no católica, apostólica y romana”, dice el periodista.El 13 de mayo, día de la Virgen de Fátima, estos y otros libros, junto a revistas pornográficas como Vea, fueron quemados en una hoguera en el parque. El procurador dice que alrededor de este hecho ha habido tergiversaciones y caricaturizaciones de lo realmente ocurrió. Incluso ha ido más allá para negar que haya participado activamente en semejante acto.
Sin embargo, en la foto que apareció en el periódico Vanguardia Liberal, sobre la vergonzosa quema de Bucaramanga, al frente de los actos un hombre que se parece al procurador cuando joven.Así como el funcionario encargado de defender a todos los colombianos y no solo a los católicos se ha negado a hablar de los hechos del 13 de mayo, en días pasados tampoco quiso responderle a Héctor Abad la siguiente pregunta que le hizo en Blu Radio: “Señor procurador, con el mayor respeto, ya que usted menciona que se siente como en un juicio de Nuremberg… Varios obispos lefebvristas, comunidad católica a la que usted pertenece, han sido negacionistas del holocausto judío. ¿Usted los sigue también en esta materia? ¿Es decir, usted también cree que el holocausto judío, por parte del gobierno de Hitler, fue una exageración?”. El procurador Ordóñez decidió no responder y le hizo el quite al decir: “Mucho gusto Néstor (Morales, director), le agradezco la entrevista. A mí me llamaron para hablar de estos temas del marco jurídico para la paz y de temas que tienen que ver con mi ejercicio funcional. Le agradezco mucho su entrevista. Adiós”.