A COMIENZOS DE JULIO DE 1538, las tropas de Gonzalo Jiménez de Quesada se encontraban diezmadas. De los 800 hombres que partieron de Santa Marta en búsqueda de El Dorado quedaban 200 soldados maltrechos, pálidos y enflaquecidos. Pero cuando ya estaban a punto de desfallecer por el clima y las fieras. se encontraron en cercanías del río Opón con un indio solitario. Los capitanes, de inmediato, lo atrajeron con gestos amistosos y algunas baratijas. Aquel indio, que se llamaba Guaneta. les dijo que podía conducirlos hasta una tierra rica y poderosa que gobernaba el cacique Bacatá.La jornada fue extenuante. Al entrar en una vasta planicie se toparon con los guerreros chibchas, contra quienes la artillería descargó sus arcabuces.El poderoso Bacatá murió por una bala que alcanzó su pecho.Por su parte, los que pudieron se refugiaron en los bosquecillos que rodeaban las lagunas y riachuelos de la Sabana.Quinientos años después. José Bulla el último chibcha puro, descendiente de aquellos que opusieron resistencia a las huestes conquistadoras- mira hacia la montaña donde murió Bacatá y dice a SEMANA: "Toda esta tierra era nuestra. Pero poco a poco la fuimos perdiendo con engaños. Llegaron señores poderosos y pusieron sus tiendas para vender cerveza y chicha. Para pagar, tuvimos que entregar metro a metro esas tierras ancestrales " .Bulla vive en una modesta casa de un piso, frente al cerro de Suba, un municipio que Bogotá absorbió hace algunos años y que muestra una curiosa paradoja: por el lado oriental, la antigua montaña chibcha es un refugio de exclusivas quintas y propiedades multimillonarias. Al otro, por el costado occidental, es un pesebre de casas tuguriales. Bulla vuelve a mirar el cerro: "Ahí, en esa loma nací yo. Recuerdo que cuando era chiquito jugaba en esa ladera. Otras veces sembrábamos papa o maíz... Si se podía. Hoy ya no queda nada".De 82 años. es el patriarca del resguardo indígena de Suba. Si bien no tiene el poder de un gran gobernador o de un ilustre mandatario, es la memoria de esta pequeña comunidad.Allí lo respetan porque lo consideran el último indígena chibcha puro, "pues los demás como dice un pariente suyo se mezclaron y ya no pueden ser como nosotros ". Antes de jubilarse, Bulla era jardinero y cuidaba los prados de la ladera rica de la montaña. Ahora escasamente trilla el maíz en una piedra vieja, porque no tiene la vitalidad de otros años y porque sus familiares no lo dejan trabajar más."De los "chibchas" -como dice Bulla yo no sé mucho. Eran bajitos y se alimentaban de frutas y maíz. Mis papás hablaba raro. Por eso a mí nunca me gusto aprender la lengua de ellos. Me daba pena. En la escuela si estuve, pero no dure como dos meses más. Resuta que aparecio una peste que mato mucha gente. Cuando volví, dos meses después, me habian borrado de la lista. Nunca aprendí de números ni de palabras. Me ha pesado mucho. Si hubiera estudiado, no habría dejado que nos quitaran la tierra". Poco antes del 6 de agosto de 1538, Jiménez de Quesada reunió en el la plaza del lugar de recreo de Bacatá a todos los indígenas de la región para leerles un documento que tradujo Guanetá. Les informó que desde ese omento quedaban bajo sus órdenes.les dijo que si las cumplían y se comportaban como súbditos fieles, recibirían muchos beneficios; de lo contrario, serían tratados como insurgentes sufrirían las consecuencias. De los males que de ahí les resultaran -agregó Quesada-, sólo los indígenas tenían la culpa.Pero a pesar de que Jose Bulla es último indigena chibcha, aún no se ha enterado de esa disposición de hace 500 años.