Luis Carlos Vélez: ¿Por qué está aumentando el populismo en América Latina?

Cristóbal Rovira: Yo, de hecho, creo que es al contrario. Creo que ha sido un poco entre estabilización y caída. Pensemos que en América Latina, con la irrupción de Hugo Chávez apareció la que se conoce académicamente como la tercera ola del populismo. Partió en Venezuela, pero luego la tuvimos en Ecuador con Rafael Correa y después en Bolivia con Evo Morales. Esa ola de populismo ha ido decayendo en fuerza y fue desapareciendo. Lo que apareció, pero es una excepción a la regla, es lo de Bolsonaro en Brasil, que es un populismo radical. Es el único caso en la actualidad, y es muy difícil que lo que sucedió allí se replique en alguna otra parte del continente. Es decir, que un líder de derecha radical logre esa cantidad de votos.

L.C.V.: ¿Desde cuándo usted cree que el populismo ha comenzado a ceder en América Latina?

C.R.: Hay varios factores. Uno es económico, cuando las materias primas empezaron a caer, y con esto me refiero al populismo de izquierda, porque allí se perdió el éxito que iba de la mano de su auge. Cuando ese precio cae, los populismos de izquierda comienzan a perder fuerza. Simultáneamente, hubo numerosos escándalos de corrupción, en los cuales están involucrados muchos de sus líderes, y merma parte de su legitimidad. Eso lo empezamos a ver desde el inicio de la década de 2000.

L.C.V.: ¿Qué factor incide más en el populismo, el económico o el cultural?

C.R.: Esa es la pregunta del millón de dólares. El populismo de izquierda, por lo general, tiende a ser exitoso en países con situaciones económicas muy difíciles. Lo que sucede con los populismos de derecha radical es que se vuelven exitosos cuando tienden a politizar temas culturales, que conectan con ansiedades de segmentos importantes de la ciudadanía, independientemente de que haya o no una crisis económica. Los populismos recientes de derecha emergen en países de Europa, y lo hacen economías muy sólidas. Puede pasar en Suecia, en Holanda o en Alemania. Países con economías muy robustas. No tiene que ver entonces con situaciones económicas, sino culturales, que estos partidos logran movilizar muy bien. Distinto con el populismo de izquierda. Pensemos en lo que pasa en España, que surge por la crisis económica.

L.C.V.: Entonces los populismos de América Latina están motivados principalmente en lo económico…

C.R.: Yo diría que en general sí. En el caso de Bolsonaro, es una excepción a la regla. Pero en América Latina, con los profundos tejidos de desigualdad, los populismos politizan el malestar de la sociedad en contra de la desigualdad, en contra de los problemas económicos, y es más fácil que emerjan. En el caso de los populismos de derecha, lo que se politizan son los debates culturales, como, por ejemplo, la inmigración o asuntos más ligados a valores conservadores.

L.C.V.: ¿Colombia por qué no está en esa lista de populismos de izquierda, por lo menos en el ámbito presidencial?

C.R.: Dentro del contexto latinoamericano, Colombia tiene una estructuración política diferente, fundamentalmente sobre el narcotráfico y la guerrilla. Las fuerzas de izquierda han estado deslegitimadas por mucho tiempo debido, justamente, al conflicto bélico. Uno podría pensar que si el proceso de paz se materializa y el país empieza a normalizarse, es posible que los partidos de izquierda tengan más peso, más representación parlamentaria y más relevancia en el debate. Lo que por lo general predomina en Colombia son fuerzas de derecha de diferente tenor, y las fuerzas de izquierda son muy débiles.

L.C.V.: Lo que describe es prácticamente una paradoja: un acuerdo de paz que termina abriendo las puertas a un discurso político populista que ha creado estragos en la región. ¿Es correcta esa afirmación?

C.R.: Lo que hay que evaluar es cómo se define la izquierda en lo que viene, porque lo que sucede en Colombia, como en muchos países del mundo, es que hay un discurso muy fuerte de rechazo a los proyectos de izquierda radical. Si esta nueva izquierda adhiere muy fácilmente a los discursos de populismo de izquierda radical, como lo que sucedió en Venezuela, va a generar lo que se llama una identidad negativa y un nivel de rechazo muy fuerte en el electorado. Si en cambio esa izquierda que se está tratando de instalar en el sistema electoral colombiano logra desarrollar discursos más moderados, más cercanos a las opciones sociales democráticas, creo que van a tener muchas más opciones de poder subsistir en el mediano y largo plazo, para demostrarle al electorado que sus propuestas son diferentes a las de la izquierda radical chavista.

L.C.V.: ¿Si la izquierda colombiana se quiere establecer en el país debe ser una izquierda moderada?

C.R.: Si quiere ganar más escaños en el parlamento y generar gobernabilidad en Colombia, el único camino de la izquierda es la moderación programática. Si la izquierda, en cambio, decide jugar con un discurso radicalizado, va a generar un rechazo identitario por la experiencia venezolana y por la experiencia de la guerrilla. Ese discurso radical provoca rechazo dentro de la población colombiana. La única apuesta razonable es una opción moderada.

L.C.V.: Los jóvenes tienen muy poca memoria, y lo peor de la guerra pasó hace más de 20 años. ¿Esas brechas generacionales terminan olvidando lo aprendido y favoreciendo al populismo?

C.R.: Parte de ese fenómeno se explica porque tenemos nuevas generaciones que no necesariamente están socializadas en el discurso político y eso las hace más dispuestas a votar por ciertas opciones. En Alemania, el aumento de la opción populista radical de derecha tiene que ver con unas nuevas generaciones que no están inmersas en la historia política del país, lo que facilita que se vote por esas nuevas fuerzas. Ese argumento tiene algo de validez, aunque hay que ver lo que hacen los actores políticos. Las nuevas generaciones son un espacio del electorado, pero no lo abarcan todo. Hay otras variables, como el género o el nivel socioeconómico. Lo que hay que estudiar muy bien es que puede haber adhesión a estos proyectos populistas, pero también un rechazo muy profundo. En resumen, una polarización muy alta.

L.C.V.: ¿La crisis económica generada por el coronavirus es terreno fértil para los populistas en América Latina?

C.R.: Nadie tiene una bola de cristal para estar ciento por ciento seguro al respecto. Pero la crisis del coronavirus, en la que todavía estamos por el avance lento de la vacunación y otros factores, me dice que lo que va a suceder es que el aislamiento va a crear desigualdades muy profundas en la sociedad. La cuestión social va a ganar terreno en América Latina y en otras latitudes. El gran desafío de la política, cuando salgamos de la pandemia, es cómo se logran sanear las cuentas públicas y cómo generar o recomponer el tejido social. Si eso no logra ser satisfecho de buena manera, puede ser terreno fértil para nuevas variantes del populismo. El objetivo del populismo es criticar a la gente que está en el poder por su incapacidad para resolver los problemas más relevantes de la ciudadanía.

L.C.V.: Entonces el populismo es un discurso, más que una ideología…

C.R.: Como lo entendemos los académicos es que el populismo es un punto de ideas políticas que plantean que la sociedad está dividida en dos grupos: una élite corrupta y un pueblo puro. Y que lo que debe hacer la política es respetar la voluntad popular a como dé lugar. En esa definición que yo le planteo, el populismo no es ni de derecha ni de izquierda. El populismo plantea que hay buenos y malos; las élites son malas, el pueblo es bueno, y hay que respetar la soberanía popular. Lo que sucede en la práctica es que los proyectos populistas giran a la derecha o a la izquierda porque se combinan con otras temáticas. En la izquierda se trabajan los temas sociales y en la derecha se trabajan más los temas culturales.

L.C.V.: ¿Cómo se ve la relación entre redes sociales y populismo?

C.R.: Lo que está pasando en el mundo es que los líderes populistas están haciendo uso de las redes sociales porque pueden tener un contacto directo con sus electores. Eso debilita a los partidos políticos. Donald Trump, a través de Twitter, logró una conexión mucho más profunda con su electorado que lo que haga o no haga el Partido Republicano. Hay que tener mucho cuidado con las redes sociales porque, por un lado, permiten muchos más ojos en qué están haciendo las autoridades en procesos de fiscalización, pero al mismo tiempo dividen a la población en diferentes nichos y le da el poder de contactarse directamente, evadiendo además el control y el filtro de la prensa.