Se está enredando la elección a la presidencia del BID. El presidente Duque sigue firme en apoyar a Mauricio Claver-Carone, el polémico candidato de Estados Unidos, a pesar de los llamados de expresidentes y exministros de Hacienda de la región a aplazar la elección hasta después de los comicios americanos en noviembre. Claver-Carone, el actual asesor de seguridad nacional para el hemisferio occidental, es ficha de Marco Rubio, el poderoso senador de la Florida que algunos medios han llamado el “secretario de Estado para América Latina” por la influencia que Trump le ha otorgado en la política exterior de Estados Unidos en la región. Al igual que su padrino político, es un republicano cubanoamericano que ve a la región a través de la óptica del castrochavismo. Su paso por la administración Trump se ha enfocado en combatir lo que John Bolton, el exasesor de seguridad nacional –hoy convertido en uno de sus mayores críticos–, llamó la “troika de la tiranía” del continente: Cuba, Venezuela y Nicaragua. Cruzada que, por cierto, no ha dado mayores resultados, ya que la troika sigue en pie y, a juzgar por las encuestas, probablemente dure más que el propio Trump.

Duque ha esgrimido dos argumentos a favor del apoyo a Claver-Carone. Por un lado, que Estados Unidos apoyó a Luis Alberto Moreno y en la diplomacia debe haber reciprocidad. Por el otro, que Estados Unidos es el mayor accionista del BID, con el 30 por ciento de los votos, y que su apoyo es necesario para una capitalización del banco. Es cierto que Estados Unidos apoyó a Moreno en su momento, pero hay una tradición en el banco en que el presidente sea un latino y el vicepresidente un norteamericano. En ningún lugar de los estatutos se prohíbe que un americano presida el banco, pero la tradición importa en las organizaciones internacionales. La Otan, por ejemplo, siempre está presidida por un europeo, aunque Estados Unidos es el mayor contribuyente a su presupuesto. El Banco Mundial está dirigido por un americano y el FMI por un europeo. El BID es la organización multilateral más importante presidida por un latinoamericano y lleva la vocería de la región a las más altas mesas de la diplomacia mundial. Como dice el exministro de Hacienda Mauricio Cárdenas, para América Latina sería una derrota grande, mientras que para Estados Unidos es una victoria pequeña.

Como Estados Unidos es el socio mayoritario del banco, es posible que logren imponer a Claver, pero este puede durar poco en el cargo. Voceros de la campaña de Biden han dicho que si el demócrata gana la presidencia, Claver “estaría buscando un puesto nuevo en noviembre”. Como Biden está derrotando a Trump en todas las encuestas esto no es solo posible, sino probable. Pero del afán no queda sino el cansancio. Entregar el voto de Colombia por complacer a Trump, que va perdiendo por más de 20 puntos en las encuestas, es de una miopía asombrosa. Más aún cuando esto se presta para una batalla innecesaria para sacar a Claver-Carone a sombrerazos el año entrante. Podemos terminar en la situación absurda de tener a un presidente gringo del BID apoyado por Colombia, pero sin el apoyo de Estados Unidos. Ya varios países han pedido aplazar la elección. Actualmente la decisión se debería tomar en la asamblea de gobernadores en Washington en septiembre. Aunque no hay mecanismos formales para aplazar la elección, si no hay quorum para votar en septiembre, no se podría tomar una decisión. Chile, México, Argentina, Costa Rica, la Unión Europea han pedido no tomar esta decisión de manera apresurada, con el argumento que esta discusión debe ser presencial y no virtual.

En la actualidad hay candidatos de quilates para todos los gustos: Gustavo Béliz, de Argentina, ha sido funcionario del BID y fue presentado por su Gobierno; José Antonio Meade o Santiago Levy, ambos de México, tienen amplia experiencia y conocimiento del banco; la expresidenta Laura Chinchilla, de Costa Rica, también ha manifestado su interés. El próximo presidente tiene importantes retos por delante. La respuesta a la covid-19, las iniciativas para una eventual reconstrucción de Venezuela, la consolidación de BID Invest –el brazo de financiamiento al sector privado–. Todas estas necesitan un candidato que genere consensos y pueda trabajar con todos los accionistas, comenzando, por supuesto, con Estados Unidos, quienquiera que sea el presidente. El BID es una institución que merece más respeto que convertirse en la mermelada electoral de Marco Rubio. Un presidente como Iván Duque, que hizo su carrera en la división cultural del banco, lo sabe y está a tiempo de sumarse al llamado del resto de la región de abrir un compás de espera antes de tomar una decisión de este calibre.