La campaña presidencial cada vez se parece más a las denominadas peleas de barro, en las que el objetivo no es tanto mantenerse limpio, sino asegurarse de que el contrincante resulte más embarrado. A menos de un mes de que los colombianos vayan a las urnas para elegir al próximo presidente de la república, la contienda se ha visto envuelta en medio de acusaciones, infiltraciones, noticias falsas, ataques a la salud mental de los candidatos y hasta amenazas.
Una cosa es que una campaña utilice las debilidades del contrincante y las difunda por medio de marketing viral, que forma parte de una estrategia que para algunos puede resultar incómoda, pero no es ilegal. Y otra muy distinta es que se trate de difamar con mentiras al adversario, acusarlo sin pruebas, infiltrar su campaña o atacar su vida privada, episodios que tocan los linderos del Código Penal. Prácticamente, ningún candidato se ha salvado de estas estrategias.
Para muestra, un botón: lo revelado por SEMANA sobre un plan del equipo de Gustavo Petro que consistió en infiltrar la campaña presidencial de Federico Gutiérrez en la costa Caribe. Así lo admitió el propio abogado Miguel Ángel del Río, quien es asesor jurídico del Pacto Histórico. “Claro que los tenemos infiltrados, tenemos a una persona en cada casa electoral, ya están adentro”, le dijo Del Río a esta revista.
No había bajado la marea por el reconocimiento de una campaña de haber infiltrado a la otra, cuando Gutiérrez volvió a agitar las aguas al salir a decir que “se aliaron con una organización criminal para enlodar mi nombre”. Aunque no especificó a qué campaña hacía referencia, sí fue claro en asegurar que, en algunas zonas, el ELN, el Clan del Golfo y las disidencias de las Farc “están obligando a los ciudadanos a votar por Petro, están diciendo a la gente que en esas zonas no puede aparecer un solo voto por Fico Gutiérrez”.
Hace dos semanas, el candidato del Equipo por Colombia también había denunciado un supuesto plan que consistiría en “usar a narcotraficantes” para enlodar su campaña.
Curiosamente, esta misma denuncia, la de usar narcotraficantes para afectar su imagen, la había efectuado también Petro. “Tenemos información de un plan confeccionado desde las cárceles para infiltrar mi campaña con dineros del narcotráfico”, recalcó el líder del Pacto Histórico.
Poco después de esta declaración, se produjo el escándalo tras la visita del hermano de Petro, Juan Fernando Petro, a la cárcel La Picota. Si bien este episodio no ha sido del todo esclarecido, pues el hermano del senador de izquierda admitió que sí habló de “perdón social” con condenados, causó suspicacia el hecho de que todo haya estallado a raíz de unas imágenes que le tomaron a Juan Fernando Petro saliendo de La Picota. Él es desconocido para la mayoría de los colombianos, lo que alimentó la tesis en el Pacto Histórico de un “entrampamiento”.
Después, el 13 de marzo, cuando ya se decantaron los candidatos que iban a aparecer en el tarjetón presidencial, era previsible que la campaña empezara a subir de tono, pero no a tal grado de hostilidad. Incluso, no había pasado un día de las consultas presidenciales y la Registraduría todavía no terminaba de entregar los resultados definitivos, cuando Íngrid Betancourt le dio un golpe bajo a Petro. Reveló un supuesto episodio depresivo grave que vivió el senador en la época que trabajó en la embajada en Bélgica. Esta circunstancia pertenece a la esfera privada del candidato, estigmatiza a quienes pasan por alguna enfermedad mental y nada tiene que ver con el debate electoral.
El episodio marcó el tono en el que se ha mantenido la campaña. No se ha salvado ni siquiera Francia Márquez, fórmula vicepresidencial de Petro, de quien Juan Diego Gómez, presidente del Senado, sugirió que tenía posibles nexos con la guerrilla del ELN, sin que hasta el momento se conozca alguna prueba que soporte dicha afirmación.
En esta estrategia de enlodar a sus contrincantes también se ha visto involucrado el candidato de la Coalición Centro Esperanza, Sergio Fajardo, quien pasó al ataque en las últimas semanas. El exgobernador de Antioquia llevó a su campaña al senador electo Ariel Ávila para que lidere la campaña “anti-Fico”, que no es otra cosa que buscarle escándalos a Gutiérrez.
Noticias falsas
Otra de las jugadas a las que recurren las campañas son las noticias falsas, una estrategia que no solo afecta a los candidatos, sino que erosiona la democracia y engaña a los ciudadanos.
Uno de los que ha caído en las llamadas fake news es Rodolfo Hernández, quien aseguró durante una entrevista con Red+ Noticias que Federico Gutiérrez había sido supuestamente el ingeniero residente del edificio Space, que se derrumbó en Medellín en octubre de 2013. Dicha información es falsa. Gutiérrez, para la época de los hechos, era concejal en la capital antioqueña.
Los infundios se han vuelto tan populares en la campaña que Gustavo Petro tuvo que crear una página web dedicada de manera exclusiva a desmentir informaciones engañosas en su contra. Entre los bulos recopilados en este portal está, por ejemplo, un supuesto trino del nuevo dueño de Twitter, Elon Musk, hablando mal de Petro. También aparece una noticia según la cual le estarían dando cédulas a los venezolanos para que voten por el candidato del Pacto Histórico o la afirmación de que Petro va a cerrar las Iglesias.
Este tipo de estrategias en las que se usan las mentiras, según explicó Juan Carlos Gómez, docente de la Universidad Icesi, resulta muy apetecida para las campañas, pues una vez se han dicho es difícil borrarlas. Al fin y al cabo, con esto no se busca tanto ganar votos, sino persuadir para que no voten por el contendor.
En esto coincide Patricia Muñoz Yi, docente de ciencia política de la Universidad Javeriana, quien considera que “la publicidad negativa parece ser más eficaz que la comunicación positiva”.
De acuerdo con la analista, la gente tiende a dar más importancia a la información negativa que a la positiva, y las primeras impresiones negativas son más difíciles de cambiar que las primeras impresiones positivas
.En todo caso, este tipo de estrategias en las que se lanzan acusaciones al aire sin fundamento o se busca enlodar la imagen del contendor con actos bajos resultan muy peligrosas para los mismos candidatos, máxime en un país que carga con el antecedente de tener aspirantes presidenciales asesinados, candidatos a cargos locales acribillados por grupos criminales y personas en el exilio por sus pensamientos políticos.
Justamente, esta semana, Petro tuvo que suspender su gira por el Eje Cafetero debido a que, según reveló, llegó información a su campaña de que un grupo criminal estaría preparando un plan para atentar contra él. En febrero de este año, el candidato Hernández también denunció amenazas.
E igualmente queda amenazada la democracia. Como lo explicó Muñoz, “se viola la presunción de inocencia” y ponen al candidato afectado a responder, en vez de presentar sus propuestas de gobierno. Además, el debate sobre los asuntos que preocupan a los ciudadanos acaba relegado.
La guerra sucia electoral parece ser un libreto cantado. Basta con recordar las elecciones de 2010, cuando la ofensiva en contra de Antanas Mockus se basó en hacer énfasis en la enfermedad de Parkinson que sufría, mostrándolo como un contrincante débil. O lo ocurrido en 2014, cuando las acusaciones entre las dos campañas iban desde la supuesta entrada de dineros de la mafia a la de Juan Manuel Santos hasta el episodio del hacker, que afectó a la de Óscar Iván Zuluaga. Al final, estas estrategias dejaron un país en medio de la crispación y el odio.
Hoy los colombianos difícilmente pueden distinguir cuál es el país que les depara con cada uno de los candidatos. Ya no se habla de propuestas, sino de prontuarios. Lo que más preocupa es que, a medida que se acerca el 29 de mayo, la campaña sube aún más la temperatura. ¿Cuánto más bajo se podrá caer?