Álvaro Moisés Ninco Daza, embajador de Colombia en México, está en la mira de la Procuraduría General por presuntamente maltratar continuamente con palabras soeces a sus subalternos y funcionarios en la sede diplomática.
En las quejas que se presentaron ante el organismo de control disciplinario se hace mención a los tratos y comportamientos displicentes del Embajador a sus subalternos en diferentes reuniones o conversaciones.
Para establecer la veracidad de estos hechos la Procuraduría General ya ordenó la práctica de pruebas documentales y testimoniales. La primera de ellas fue solicitarle al Ministerio de Relaciones Exteriores que informe sobre el tiempo que lleva Ninco Daza como Embajador y sin han recibido quejas en su contra.
Igualmente, se deberá informar si existen procesos disciplinarios abiertos en la actualidad.
Con la práctica de pruebas, el organismo de control quiere establecer la ocurrencia de la conducta denunciada.
Las denuncias contra el Embajador
En septiembre pasado, SEMANA reveló varias quejas que existen en contra del Embajador entre las que se encuentran comentarios humillantes, desobligantes y peyorativos. Igualmente, se reportaron insultos en medio de las reuniones.
“A todo el mundo lo trata mal. Es demasiado displicente con los subalternos, he recibido el peor de los tratos después de que se suponía que al ser militantes del Pacto Histórico la relación iba a cambiar”, le dijo una fuente a SEMANA.
Cinco personas que trabajan en las oficinas diplomáticas de Colombia en México y con el Ministerio de Relaciones Exteriores aseguraron que el ambiente laboral en la embajada es tan complicado que ya raya con el acoso laboral. Es más, en contra de Ninco Daza ya hay una queja formal en los folios de la Cancillería, instaurada por una de sus subalternas.
Hay quienes dicen que al embajador hay que cogerlo con pinzas para poder conversar con él, que no escucha los consejos de los diplomáticos de carrera y que para acercarse a su despacho prácticamente toca tener credencial de la Colombia Humana, porque los comentarios de los que no son de su círculo de izquierda no son bien vistos.
Es más, esa misma fuente fue más allá y aseguró que cuando el funcionario de 29 años llegó al despacho le dijo a la planta administrativa que estaba en la misión diplomática desde el Gobierno de Iván Duque que los iba a sacar a todos.
¿El motivo? No confiaba en ellos por venir de la administración del presidente que él tanto criticó en sus tiempos de activismo político en el petrismo, antes de que la oposición de antaño fuera Gobierno. Y justamente es esa línea directa con el presidente Gustavo Petro lo que tiene con los taches arriba al embajador. “Ha abusado de su puesto, de la confianza que le dio el presidente. Los casos de acoso muestran negligencia y abuso de poder”, le dijo otra fuente a SEMANA.
A Moisés Ninco Daza bien lo conocen en la Colombia Humana. En campaña lideró reuniones del Pacto Histórico, fue de los que articuló la coalición desde el partido de Petro. En la hoja de vida para convertirse en embajador, presentó credenciales que certificaban una experiencia tan sencilla como que había participado en simulacros del modelo de Naciones Unidas. Pasó de la simulación a la diplomacia real.
Si bien hubo polémica cuando fue designado como embajador, al final su nombramiento, anunciado desde febrero de este año, quedó en firme porque cumple con los requisitos básicos que pide la Constitución para ejercer ese rol: ser colombiano mayor de 25 años.
Pero este nuevo capítulo de la historia del activista de izquierda no se trata de cómo llegó a ese poderoso cargo, que administra una relación con una balanza comercial binacional de 51,2 millones de dólares con un Estado con el que Colombia maneja convulsos asuntos como el narcotráfico y la migración irregular. No.
Como lo aseguró la primera fuente mencionada en este artículo: “Es una persona que está totalmente desubicada en sus funciones propias, no asume qué es lo que está haciendo acá, en México, al no querer prestar atención a los consejos ni a la carrera diplomática en sí. Por eso entra en choque con todo el mundo”.
Por cuenta de la queja formal de presunto acoso laboral que ya llegó a la Cancillería, lo convocaron a una reunión con todos sus subalternos para mejorar el clima laboral en la Embajada. En efecto, en el Palacio de San Carlos en Bogotá ya están enterados de que en su despacho en Ciudad de México hay quienes no se aguantan su actitud.
En las primeras horas del mes de septiembre, al correo de Ninco Daza llegó una notificación de que había sido convocado a una reunión para mejorar el clima laboral con su planta de trabajo.
La cita se iba a hacer con la metodología Great Place to Work. Los facilitadores serían de una agencia de talento humano que tiene sede en Bogotá y la promesa de ese encuentro era que se aplicaría un grupo focal totalmente confidencial para que los funcionarios pudieran hablar con tranquilidad de los comportamientos que estaban afectando su trabajo.
Pero desde Ciudad de México no respondieron a tiempo el correo y el grupo focal que se iba a llevar a cabo esta semana (y del que se alcanzaron a enterar a algunos funcionarios de la Embajada) terminó siendo aplazado por la falta de una respuesta oportuna del funcionario.
Es más, cuentan que al embajador tuvieron que reiterarle la invitación a esa diligencia laboral. “Hay malentendidos (...) Pero solo un caso está formalmente denunciado y se está surtiendo el trámite”, le dijo una tercera fuente a SEMANA que es cercana al proceso.
Otra fuente denunció que en la residencia del embajador se hacen constantes fiestas y que no es adecuado el uso que se le da al lugar. Incluso, el embajador recibiría amigos que hospeda como “si fuera un hostal”. Una persona del servicio diplomático confirmó: “El problema es que hay mucha farra. Se la pasan enfarrados. Hay un mal comportamiento que afecta la imagen de Colombia”.