Desde mediados de los años noventa, cuando Antanas Mockus ganó la alcaldía de Bogotá por primera vez, se impuso la tesis de que la capital vota en contravía al resto del país. Los resultados del domingo muestran que esa tesis tiene sentido.

Mientras en el país Iván Duque ganó con el 52,35 por ciento de los votos (1.884.869), Petro obtuvo en Bogotá el 53,35 por ciento (1.447.685 votos). Esa no era una tendencia predecible, pues en la primera vuelta en la ciudad había ganado Sergio Fajardo con el 33,7 por ciento, quien hasta el domingo en la mañana insistió en votar en blanco.

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Esas cifras evidencian que en las tres semanas entre primera y segunda vuelta, buena parte de los votantes fajardistas se fueron con Petro. Tanto el exgobernador de Antioquia como el candidato de la Colombia Humana tienen la particularidad de no contar con el apoyo de maquinarias ni partidos tradicionales, que cada vez funcionan menos en la capital. Excepto las localidades que tienen todos los estratos, incluyendo los más altos –Usaquén y Chapinero– y en las que tienen una amplia favorabilidad el Centro Democrático y Cambio Radical, hoy en día es difícil saber qué partido manda en las otras 18. El poder de los caciques en la ciudad es inestable y las redes de la maquinaria no funcionan como en otros lugares.

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El éxito de Petro en la ciudad también se debió al apoyo decidido de Mockus en la última semana de votación. El día de la elección lo acompañó durante ocho horas, y días antes le organizó charlas, flash mobs y movimientos en redes. Mockus es el segundo elector al Senado con más de 500.000 votos, amado en Bogotá. En la ciudad también ha tomado fuerza reciente la Alianza Verde, representada también en Claudia López y Antonio Navarro, escuderos de Petro en los últimos días.

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De otra parte, Petro, además de ser ahora el jefe de la oposición nacional, durante el último año y medio dirigió la oposición contra Enrique Peñalosa en la capital. Así lo recordó en su discurso del domingo, en el que insistió en defender el estatus ambiental de la reserva Van der Hammen, el metro subterráneo y su política social. Solo uno de cada cinco bogotanos tiene una buena imagen de Peñalosa, lo cual tiende a identificarlos políticamente con su opositor.

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Pero más allá de las tendencias locales, también muestran la rebeldía de la ciudad la votación del plebiscito, en la que ganó el Sí por 400.000 votos, y la elección de alcaldes sucesivos de izquierda en los dos mandatos de Álvaro Uribe. El Observatorio de la Democracia de la Universidad de los Andes ha estudiado el tema, y encuentra que los bogotanos perciben más la corrupción del Estado. Mientras que en el resto del país, en promedio, el 72 por ciento de la gente piensa que “más de la mitad de los políticos son corruptos”, en Bogotá ese porcentaje alcanza el 80 por ciento. Según Miguel García, director del Observatorio, “ese desencanto con los políticos y el Estado le da un mayor sustento al fenómeno de la antipolítica”.

Es tan arraigado el fenómeno de Bogotá en contravía, que Gustavo Petro triunfó en la ciudad a pesar de que salió de la alcaldía con baja popularidad. Solo el 18 por ciento de los bogotanos tenían una buena imagen de él al salir de la administración en 2015, pero obtuvo casi el 40 por ciento de su apoyo en esta elección.

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Según un estudio hecho el año pasado por Cifras y Conceptos para SEMANA, en Bogotá el mayor número de electores se encuentra en estratos tres y cuatro. Para ellos, lo que se defina en la esfera pública en salud, educación, empleo y servicios básicos sigue siendo importante. Se trata de clases medias que, de alguna manera, ascendieron socialmente con los gobiernos de izquierda y definen la elección en contravía del resto del país.

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La capital pone el 20 por ciento de los votos de Colombia y, como quedó demostrado el domingo, tiene su propia agenda. Cualquiera que quiera llegar al Palacio de Nariño en 2022 tiene que tenerla en cuenta.

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