SEMANA: Pasemos de entrada a lo que le interesa a todo el mundo. ¿Cuándo cree usted que vamos a tener una vacuna para el coronavirus?
Gabriel Jaramillo: A mí me parece que mucho de lo que se está diciendo sobre la vacuna es pensar con el deseo. Me parece que lo conveniente es aterrizar las cosas y hacer proyecciones más realistas.
SEMANA: ¿Y qué es aterrizar las cosas?
G.J.: Esto puede generar preocupación para muchos, pero el pronóstico que yo hago, basado en un estudio del Center for Global Development publicado ayer, es que llegaremos al año 2023 antes de tener un plan de vacunación global. Para 2022 lo que se puede esperar es vacunar al personal de salud, a los mayores de 65 años y a las personas con comorbilidades. Podría haber escenarios más optimistas, pero, de acuerdo con este estudio, hay más probabilidades de que esto sea lo que ocurra.
SEMANA: Ese es un shock de verdad. La percepción más generalizada era que podía haber una vacuna al final de este año o a comienzos del año entrante, y que para finales de 2021 el mundo estaría volviendo a la normalidad.
G.J.: Eso no va a pasar. Es probable que haya un anuncio del descubrimiento de una vacuna a finales de este año o a comienzos del año entrante. Pero lo que sí es imposible es que el mundo se vacune antes de 2023. Volver a la normalidad es un proceso que ya comenzó y depende más de nosotros, identificando riesgos individuales y respetando las medidas de bioseguridad en nuestras rutinas diarias.
SEMANA: Eso da un panorama de tres o cuatro años con unas limitaciones parecidas a las que tenemos hoy.
G.J.: Yo creo que esta generación va a terminar siendo la generación del distanciamiento social, el lavado de manos y el tapabocas. Para todos los efectos, llamémosla la generación del tapabocas. En los sesenta apareció la generación del cinturón de seguridad en los carros. Al principio parecía raro tener que amarrarse. Hoy todo el mundo lo usa sin pensarlo. En los años ochenta, cuando llegó el sida, apareció la generación del preservativo, cuyo uso creció de manera exponencial. Y ahora en el siglo XXI tenemos la generación del “conductor elegido”, es decir, la nueva norma de que el que maneja un vehículo debe hacerlo sin un solo trago. Eso tampoco existía, y ahora todo el mundo lo practica. Para mí, el distanciamiento social, el lavado de manos y el uso cotidiano del tapabocas va a ser un cambio de hábito similar a esos tres ejemplos.
SEMANA: ¿En Colombia o en todo el mundo?
G.J.: En todo el mundo.
SEMANA: ¿Y por qué ese retraso tan grande si usted mismo reconoce que en los próximos seis meses puede aparecer una vacuna?
G.J.: Hay varios factores, pero uno de estos es que se tratará de una vacuna aprobada en régimen de emergencia y que continuará siendo estudiada por un periodo adicional. En el momento que se encuentre un tropiezo en el camino se le cancelará el permiso.
SEMANA: ¿Eso qué significa?
G.J.: Nunca en la historia se había desarrollado una vacuna en menos de cuatro años, y es inusual combatir el inicio de la pandemia con una vacuna. Normalmente, las vacunas llegan mucho después. Hoy, de las 11 vacunas que están en la fase 3, probablemente alguna será aprobada a corto plazo. Es de esperarse que las primeras vacunas tengan una eficacia del orden de 50 a 70 por ciento, esto no es lo ideal, pero sí parcialmente útil. Las vacunas irán mejorando la eficacia con el correr del tiempo. Ninguna vacuna llega al ciento por ciento de eficacia, pero algunas alcanzan niveles cercanos. Otro punto es que una vez sea aprobada la vacuna, tendrá que producirse de manera masiva y, posteriormente, ser distribuida a los países para su aplicación, esto tomará otro tiempo a considerar.
SEMANA: Entonces, ¿cómo se puede acabar con el coronavirus?
G.J.: La vacuna es importantísima y será fundamental en el maletín de estrategias que se requerirán para combatir la covid. Ese maletín también tendrá el distanciamiento físico, el lavado de manos y el uso del tapabocas, que, practicados con rigor, pueden llegar a ser más eficaces que la misma vacuna para llegar a la normalidad. Pero también habrá medicamentos que, en mi opinión, deberían no ser menos prioritarios que la propia vacuna. La malaria se está combatiendo hoy con un remedio y unos toldillos; el sida, con los retrovirales, pues no hay vacuna; la tuberculosis tampoco tiene vacuna y solo se combate con remedios. El coronavirus tendrá que ser enfrentado con todas las estrategias que tenemos disponibles. Va a ser necesario mantener los cambios de hábito que hoy se comienzan a practicar, tomar remedios y también ponerse la vacuna. Ese puede ser el panorama para los próximos años.
SEMANA: Usted parece ser de los del vaso medio vacío.
G.J.: De ninguna manera, solo que creo importante que la gente sepa que la vacuna no es una bala de plata que va a solucionar todo mágicamente. Es que los retos por delante son gigantescos. Acabar con la covid es un objetivo como pocos que la humanidad haya emprendido. En esto participan disciplinas que van desde la biología hasta la ingeniería. Las mejores mentes del mundo están trabajando en eso en este momento. Pero crear la vacuna es solo la primera etapa; las que siguen son igual o más complicadas.
SEMANA: ¿Cuál?, ¿la distribución?
G.J.: Son varias. La producción, la compra, la aprobación local de las vacunas, la distribución, la logística de la vacunación, entre otras. Es ahí donde vamos a tener los mayores desafíos, y de eso no se está hablando mucho ahora.
SEMANA: Denos ejemplos concretos.
G.J.: Solamente piensen que en el planeta hay 8.000 millones de habitantes y que cada uno requerirá una doble dosis. ¿Por qué? Porque se requiere un refuerzo en el mismo año si se quiere que la vacuna sea efectiva. Eso nos lleva a 16.000 millones de vacunas, pero la cifra es aún superior, pues se estima que el 15 por ciento se quiebra, se daña o se embolata. Eso significa que hay que producir 18.500 millones de vacunas.
SEMANA: ¿El principal problema es el volumen?
G.J.: Ojalá lo fuera. Varios de los que están haciendo las vacunas nunca han inventado una, y tampoco tienen la fábrica para producir millones. El salto del laboratorio a la producción masiva tiene enormes desafíos. Las fábricas de biológicos requieren unos procesos de normalización diferentes a las fábricas de químicos. Estos ajustes y esos procesos de aprendizaje toman tiempo.
SEMANA: ¿Qué etapa sigue?
G.J.: La compra, la aprobación local (Invima) y la del transporte, pero saltémonoslas, pues son solucionables y menos complicadas que las otras. Las verdaderamente complejas son: establecer una relación de confianza con la población para que se quiera vacunar y, la otra, la estrategia de vacunación. Para empezar es necesario que la población acepte la vacuna, y en países como los Estados Unidos la mitad de la gente dice que no se la pondría hasta ver cómo les va a los primeros. Ese prejuicio hay que eliminarlo. La vacuna puede no ser totalmente efectiva, pero tiene que inspirar la confianza de que es segura.
SEMANA. Pero esa es una prevención más del primer mundo que del tercero.
G.J.: Aun asumiendo que la vacuna es aceptada, hay otros obstáculos. El proceso de vacunar adultos no es algo en lo que el mundo tenga experiencia. La experiencia está en vacunar niños, a quienes las mamás llevan a los centros de vacunación. Y también están los problemas burocráticos. Tenemos que asegurarnos de que cuando aprueben la vacuna el Invima tenga la capacidad de asumir ese reto y, simultáneamente, seguir cumpliendo con sus otras responsabilidades. Porque la gente se sigue enfermando de otras cosas y hay cantidad de medicamentos en espera de ser aprobados. Surge la pregunta: ¿está el personal para eso? ¿Le han duplicado el presupuesto? El organismo tendrá que decidir rápidamente si aprueba o rechaza los medicamentos, los test de diagnóstico y las vacunas que vayan llegando. Afortunadamente, el Gobierno está consciente de todos esos retos.
SEMANA: ¿Aún no hemos llegado al plan de vacunación?
G.J.: Piensen lo que va a ser eso: entrenar a los miles de personas que van a poner las vacunas, transportarlas hasta los lugares más recónditos del país y buscar llegar hasta el último colombiano. Hasta que no salga la vacuna no sabremos a qué temperatura hay que trabajarla y conservarla. Esa cifra podría llegar a los -80 grados centígrados. Piensen en los refrigeradores que se necesitarán para mantener esa cadena de frío y aplicar 50 millones de vacunas. Y cuando los tengamos habrá otro riesgo. Las vacunas iniciales son inestables y su vida fuera del refrigerador es muy baja. En dos o tres semanas podrían dejar de servir. Ese es un desafío adicional. Imagínense lo que es llegar a lugares apartados con una vacuna que lleva 15 días fuera del congelador. Nuestro Ministerio de Salud es reconocido por ser bueno en el programa y la cobertura de vacunación. No por eso debemos confiarnos, pues se deben hacer los planes con diferentes escenarios y con anticipación. Se necesitarán recursos y contratar personal. Aquí también hay conciencia en el Gobierno, y es de esperarse que se incorpore al plan de empleo y recuperación económica.
SEMANA: ¿Y los test son importantes?
G.J.: Las pruebas son fundamentales, y preocupa mucho ver una tendencia reciente hacia abajo. Vendrán nuevos tipos de pruebas y serán parte de la vida diaria de los colombianos. Los resultados deben formar parte de un sistema robusto de rastreo. En este aspecto todos los países están dando pasos importantes, unos mejor que otros.
SEMANA: ¿El año 2021 está perdido para Colombia?
G.J.: Para todo el mundo, 2021 será un cruce de caminos hacia la normalidad. Pero yo soy optimista: Colombia va a estar mejor que muchos otros países porque nuestras capacidades hospitalarias y nuestro talento humano son superiores a las de la mayoría de los países de ingreso medio, y clarísimamente superiores a los de ingreso bajo. Aquí criticamos el sistema de salud y eso pasa en todos los sistemas de salud del mundo; pero, aunque hay cosas por corregir, nuestros hospitales y nuestro talento humano han respondido en la primera etapa de esta pandemia.
SEMANA: ¿Cómo se manejan los turnos para comprar la vacuna?
G.J.: Los primeros países que se van a vacunar son los que inventaron o fabricaron las vacunas. Los otros llegaremos después. Y es que la población de estos países es muy grande. Solo en Estados Unidos hay 300 millones y, si sumamos los demás, podemos superar los 3.500 millones de habitantes, que podrían ser vacunados antes de distribuir la vacuna a las demás naciones.
SEMANA: ¿Cómo compra uno una vacuna que no existe y que puede no existir?
G.J.: El asunto de la compra es complejo. Las condiciones de los contratos favorecen en su gran mayoría a los productores.
SEMANA: ¿Y cómo maneja el Gobierno eso?
G.J.: El marco regulatorio no ha contemplado hasta ahora una situación extraordinaria como esta. Por esa razón, los servidores públicos y las entidades incurrirían en riesgos jurídicos si compraran vacunas que aún no existen y que pudieran nunca existir. Por ejemplo, en junio, si uno quería comprarle a un laboratorio específico 20 millones de vacunas a 37 dólares cada una, tenía que pagarles 740 millones de dólares, que se perderían si la vacuna no resultaba, y nadie estaba dispuesto a asumir ese riesgo. Es ahí donde el sector privado jugó un papel importante explorando alternativas para superar esta situación.
SEMANA: ¿Cómo ha sido?
G.J.: La coalición le manifestó al Gobierno su preocupación ante la complejidad del proceso de adquisición de las vacunas, y puso a su disposición una organización que apoyó con el acceso a una red de expertos globales y la creación de un fondo de riesgo a partir de donaciones del sector privado (manejo de riesgo y portafolio). Por medio del manejo del riesgo y portafolio, estaba listo para asumir la pérdida de la compra de una vacuna en caso de que no fuera aprobada.
SEMANA: Esa es una oferta muy filantrópica, sin embargo, es la misma ruleta con una sola ficha.
G.J.: Sí, pero no tuvimos que llegar hasta allá. Los expertos globales recomendaron adherir a Covax porque compra vacunas mediante un portafolio probabilístico dinámico, como lo han hecho los países de ingreso alto. Muy poco tiempo después, a dicho mecanismo fue donde se aglomeraron los pedidos de 98 países de ingresos bajos y otros 65 de ingreso medio como Colombia. Esa alianza de 170 países es una realidad, y aunque no cuenta con Estados Unidos, sí lo hace con la Unión Europea y Gran Bretaña.
SEMANA: ¿Cómo opera Covax?
G.J.: Es un mecanismo multilateral. Los países definen sus necesidades y Covax sale a comprar las vacunas que se necesitarán, por medio de un portafolio dinámico que se puede medir probabilísticamente. Por esa razón, Covax, a pesar de los retos que tiene, es la mejor opción para países como el nuestro. Ahora, este mecanismo, en alianza con la Unicef, va a comprar la vacuna por todos nosotros. Esta es una compra diversificada; una diversificación inteligente, modelada, razonada, para poder tener vacunas. Covax no distribuirá ninguna vacuna que sea absolutamente segura.
SEMANA: ¿Quién paga las vacunas que va a comprar Covax?
G.J.: Los Gobiernos harán su pedido por medio de Covax y pagarán solo por las vacunas que resulten seguras y sean aprobadas por el mecanismo. Un comprador como Covax transforma un mercado que era de vendedores en un mercado de compradores, equilibrando la ecuación para la humanidad. La consolidación del mecanismo Covax hace que el sector privado celebre la decisión del Gobierno de adoptarlo y, dado que el mecanismo reduce totalmente los riesgos de pérdidas patrimoniales de la adquisición, la coalición considera que ha cumplido su objetivo.
Semana: ¿La coalición con el sector privado terminó?
G.J.: Sí. Al regularizarse el mercado en lo que se refiere a tener que asumir pérdidas patrimoniales en el proceso, el propósito desapareció. Claro está que el Gobierno siempre contará con el apoyo del sector privado cuando lo necesite.
SEMANA. ¿Y la vacuna va a ser gratis o pagada?
G.J.: Por medio de Covax se obtendrán los mejores precios para los países y será gratis para los ciudadanos.
SEMANA: ¿Cuánto le va a costar al país la lucha contra el coronavirus?
G.J.: En mi opinión, el costo de la vacuna está alrededor de 500 y 600 millones de dólares, y el país está en capacidad de pagarlo. La covid-19 ha pasado una enorme factura a la humanidad en términos económicos y sociales, y Colombia no es la excepción. Debemos incorporar en nuestras rutinas el lavado de manos, el distanciamiento físico y el tapabocas, así como agilizar la aprobación y disponibilidad de medicamentos en el país para avanzar en la ruta de la reactivación y recuperación. Es decir, debemos adaptarnos y acostumbrarnos a vivir con coronavirus por un tiempo.