Cuando apenas tenía 11 años de edad, un guerrillero de las Farc violó a Yolanda Perea y, días después, miembros de la misma guerrilla asesinaron a su madre. Al dolor de su tragedia se sumó el desplazamiento forzado que sufrieron ella y otras familias de la vereda La Pava (Riosucio, Chocó). Ella terminó en Apartadó y luego en Medellín. Con el tiempo, encontró en la ayuda a otras mujeres víctimas de la violencia sexual del conflicto armado un arma poderosa para curarse a sí misma. Le recomendamos: El ‘youtuber‘ de las matemáticas Es así como se convirtió en una lideresa social que comenzó a defender los derechos de las mujeres atropelladas sexualmente. En 2011, volvió a su tierra y creó la Corporación Afrocolombiana El Puerto de mi Tierra, que trabaja por mejorar las condiciones sociales de las mujeres y niños de Riosucio. Su batalla por darles voz a las mujeres víctimas del conflicto le ha acarreado amenazas, pero también le ha dado la oportunidad de tener un reconocimiento nacional al pertenecer a la Mesa Nacional de Víctimas. Desde allí, Yolanda ha logrado que la voz de las mujeres afrocolombianas de comunidades alejadas sea escuchada por el resto de los colombianos; también ha promovido que el Estado implemente una política diferenciada para las víctimas del conflicto, así como la prevención, atención y sanción de la violencia contra la mujer. Yolanda busca que su vida sirva de ejemplo para que otras hablen, cuenten y denuncien lo que ha pasado en sus cuerpos, sus vidas, sus territorios para evitar la impunidad y, así, ayudarles a sanar las heridas psicológicas. Lo hace mediante lo que ella llama la “rejuntancia” entre mujeres, es decir, reuniones en las que ellas pueden hablar, consolarse las unas a las otras y buscar estrategias para evitar la impunidad. Entre los líderes de las comunidades afectadas por el conflicto armado, el trabajo de Yolanda se destaca por visibilizar la voz de esas colombianas poco conocidas: la de las mujeres afrocolombianas víctimas de violencia sexual.