El miedo y el pánico se apoderaron de los pensamientos de los habitantes de la isla de San Andrés luego de dos años, cuando en la madrugada del 16 de noviembre de 2020 sufrieron los embates del huracán Iota.
Las oraciones han sido tantas, aseguran muchos, y parece que ya fueron escuchadas por el cielo, pues dejó de llover y salió el radiante sol en gran parte de la isla.
Luz Marina Julio Altamar, residente en el punto ancestral del archipiélago, contó: “A eso de las 3:30 a. m. sentimos las fuertes brisas y lluvias, en ese momento fue donde empezaron como tal las afectaciones, ya que se sintió bastante fuerte”.
Desde ese momento supo que se enfrentaría una vez más a un fenómeno natural, como el que en el año 2020 le había inundado parte de su vivienda.
“Ahora mismo todos estamos en calma, confiando en Dios. Hasta el momento, el paso de Bonnie ha sido de forma más pasiva en comparación al huracán Iota, que nos afectó directamente”.
Yosainy Pomare, habitante del sector de Loma Barrack, indicó que el panorama es mucho más tranquilo a esta hora y que poco a poco las lluvias intermitentes y la fuerza del viento ha disminuido.
“Actualmente, en el sector donde está ubicada mi vivienda, en el centro de la isla, se encuentra tranquilo, hay resplandor de sol, por momentos hay lluvias y brisas fuertes, pero son momentáneos”.
También ella, una joven madre joven, se aferra con su hijo a su fe y asegura que no verán mayores estragos si se cree que Dios meterá su mano.
“Hay mucho miedo por lo que pasamos con el huracán Iota. Sin embargo, considero que somos una comunidad de fe y orantes. Eso permite que tengamos un poco de paz y esperanza para esperar lo que pase con esta tormenta”.
Asegura que las mayores afectaciones se han visto en el noreste y sureste de la isla, donde algunas casas y hoteles se han destechado por la brisa. También en algunos sectores de San Andrés, en la parte del centro, hubo inundaciones.
En el barrio Canteras, en la esquina noroeste de la zona colinada, la familia de Virginia Pérez decidió tomar medidas de seguridad en su vivienda.
“No ha llovido más desde la madrugada, pero nosotros estamos sellando las ventanas con madera porque son de vidrio, los techos se aseguraron y se guardó suministro de agua, que es lo que más nos preocupa”, señaló la mujer.
Además de esas medidas, se aseguraron de tener sus teléfonos celulares cargados, comprar lámparas, velas y hasta alistar las maletas, en caso de que deba salir de emergencia de su casa junto a sus dos hijos y su esposo.
“Tenemos ya los bolsos hechos por si nos toca salir a algún albergue. Hay mucho miedo porque ya aquí los habitantes han vivido huracanes, entonces todos están a la expectativa de que pueda pasar y si la tormenta se pueda convertir en huracán antes de que pise la isla”.
Con frases repetitivas manifestó que el miedo es latente y que podría asegurar que se trata de pánico, pues los residentes salieron a comprar alimentos e insumos y en menos de nada, todo se había terminado.
“En algunos sectores si han quedado casas sin techo, pero no ha sido nada grave, seguimos con suministro de energía, que no lo han quitado”.
En el archipiélago, las autoridades decretaron toque de queda hasta las 6:00 de la mañana de este sábado 2 de julio y, desde la Gobernación y el Ideam, vienen emitiendo información permanentemente a la comunidad.