Aunque muchos de ellos no se sienten como tales, los médicos, enfermeras y en general el personal médico fueron los líderes y héroes silenciosos que tuvieron que pasar días y noches durante la mayor parte de este año en la línea de fuego contra la covid-19. Sus jornadas se doblaron, sus angustias se incrementaron porque era la primera vez que tenían pacientes tan complejos y hoy, después de ocho meses en las trincheras de las unidades de cuidado intensivo y cuidado intermedio, su fatiga es más que evidente. Con más trabajo, más riesgo, el agotamiento que esto produce y, en algunos casos, malos salarios, lograron manejar el pico que se vio en el país a mitad de año. Lo hicieron con un sacrificio y una tenacidad incomparables, la mayoría enfundados entre ropas protectoras y máscaras que difícilmente dejaban respirar. Aun con todas esas medidas de seguridad algunos se contagiaron y tuvieron que cambiar su papel de curadores por el de enfermos. En esa batalla por salvar a otros, más de un centenar han perdido la vida.
Pero el heroísmo y el liderazgo de ellos no termina ahí. Muchos fueron acusados injustamente por la sociedad ante el rumor de que se lucraban por tratar pacientes no covid como si lo fueran. Esa campaña de difamación solo logró que muchos contagiados no llegaran a tiempo a los hospitales o que los médicos fueran maltratados en las calles. A esto se suma que la gente los empezó a ver como posibles vectores del virus y en buses, almacenes y sitios públicos los discriminaron sin compasión. Pero lo cierto es que no muchos de los miles de recuperados estarían hoy retornando a sus labores si no hubiera sido por la abnegada labor de estos profesionales.
Este es el panorama de quienes estuvieron frente a la covid-19, pero otros médicos, los especialistas de otras áreas que no hicieron parte de las unidades de cuidados intensivos, tuvieron que vivir la pandemia con otro tipo de tragedias. La de los muchos enfermos que dejaron de consultar y de ir a los hospitales por el miedo al contagio. Aquellos que vivían de su consulta pasaron, como muchos otros, las duras y las maduras para sostenerse, pero más difícil aún fue tener que ver que los pacientes que habían desaparecido durante el encierro preventivo regresaban más tarde complicados por falta de seguimiento.
El suyo, por lo tanto, ha sido un esfuerzo titánico y valiente por velar por la salud de los colombianos. Su liderazgo ha sido fundamental, ya que poniendo en riesgo sus propias vidas evitaron que la tragedia fuera peor. Sus relatos son conmovedores porque solo ellos vivieron en carne propia lo que es tratar con todas las herramientas que tenían a su disposición para salvar a las personas de este microscópico patógeno y aun así ver que nunca lograron recuperarse. Solo ellos saben el dolor que fue ver pacientes de todas las edades morir sin decirles adiós a sus seres queridos.