Ingresar al Ejército Nacional, como profesional en psicología, es enfrentarse a la realidad anónima de los hombres de armadura de acero y corazón frágil, a fin de cuentas como el de cualquier ser humano.

Esta es la batalla más dura que libra cada día la mayor Adriana Giraldo, quien con su imponente presencia y gracia femenina, porta orgullosa su uniforme, segura de haber optado por ser el límite entre la duda y el abismo.

Adriana, hija de Álvaro Giraldo Franco y María Florencia Giraldo Ramírez, es la menor de sus cuatro hijos. Creció en el municipio de Aranzazu, de donde migró al terminar su bachillerato en el Colegio Pío XI en el que, además, se formaba bajo la rigurosa disciplina impartida por su padre, quien era rector del colegio.

Izquierda: Adriana María Giraldo, directora del dispensario del Batallón Ayacucho del Ejército. Derecha: Adriana Giraldo junto a su esposo, el también mayor Cristian David Meza. | Foto: Revista Semana

Posteriormente, ingresó a la Universidad de Manizales a estudiar psicología, llevando consigo un carácter bien formado y del que su hermano mayor, en ese entonces mayor activo de las Fuerzas Militares, era su mentor. Su ejemplo militar fue la piedra angular sobre la que edificó su sueño de hacerse oficial del Ejército.

“El Ejército ha sostenido mi vida y ha marcado un hito en la historia de mi familia. En esta institución he vivido los días más felices de mi vida, entre ellos encontrar a mi compañero de vida, vocación y servicio, y, lo que es más importante aún, al padre de mi amada hija de 12 años. También fue testigo, el Ejército, del dolor más grande de mi vida: la temprana partida de mi santa madre, quien fue a la Casa del Padre satisfecha del deber cumplido y orgullosa de verme convertida en profesional militar, esposa y madre”, relata.

Su trabajo como psicóloga del Ejército la ha llevado a conocer terribles historias y a prepararse para ayudar a los soldados con traumas diversos a superarlos de la mejor manera posible. “Llevo sobre mis hombros con especial amor, entrega y vocación de servicio los títulos de psicóloga y mayor del Glorioso Ejército Nacional, actualmente en el cargo de directora del Dispensario del Batallón Ayacucho, donde el Estado Mayor de la Unidad, a bien tuvo designar mis buenos oficios para escribir un capítulo más de mi vida profesional y militar y ser profeta en mi tierra, el honor más grande que hayan podido concederme en tiempos tan difíciles para la humanidad”.

La mayor Adriana Giraldo ha recibido múltiples reconocimientos dentro del Ejército Nacional y por parte de las autoridades civiles en Caldas. | Foto: Revista Semana

“Encontrar en cada uno de los soldados un mundo, es abrazar la historia y construir un puente entre la sociedad y la institucionalidad por estos días tan golpeada por el irrespeto a las diferencias. Allí radica la esencia de la vocación: en sabernos una sola familia con el apellido colombiano que al debatirse entre uno y otro origen cultural y religioso nos recuerda la indeclinable misión de honrar a la patria desde nuestra entrega”, agrega.

Son incontables las anécdotas, que enmarcan la cotidianidad de la mayor Giraldo y, como ella misma lo dice, “uno no olvida las conversaciones con los soldados, son verdaderos humanos en todas sus dimensiones”.

“¡Y cómo olvidar a los cientos de soldados que hoy tienen condición de discapacidad por defender a Colombia”, exclama con la nostalgia a flor de piel la mayor Giraldo. Ellos han sido un motor en su vida profesional y de ellos ha aprendido que existen miles de razones para seguir construyendo. “Somos una familia que no se destruye ni con la muerte, que la debilidad se asusta cuando tiene frente a ella a un soldado colombiano, porque donde hay un soldado hay esperanza y donde hay esperanza la vida continúa”.

“Ser psicóloga en el Ejército Nacional me ha permitido más que conectar con las personas desde su rol de soldados y miembros de la fuerza, conectar desde cada uno de ellos como personas”, son las palabras de Adriana, quien ha sabido ser profeta en su tierra: mujer delicada y de imponente presencia, es la misma hija, hermana cariñosa, estudiante, profesional, militar, esposa y madre que vestida de militar entrega lo mejor de su vida a quienes tienen la fortuna de cruzársela en el camino.