Con la voz entrecortada, el excomandante paramilitar Salvatore Mancuso Gómez manifestó que esta es la hora que no entiende el dolor causado a los colombianos en medio de la implementación del proyecto paramilitar que se extendió por todo el territorio colombiano en la década de los noventa y comienzos del nuevo milenio.
Desde una cárcel en Georgia, Estados Unidos, Mancuso entregó detalles sobre cómo se conformó, planeó y extendió el proyecto paramilitar en el norte del país. En este trasegar se ejecutaron varios delitos en contra de la población civil, generando miedo y terror mediante desplazamientos forzados, masacres, extorsiones y secuestros.
“Cada vez es más doloroso sentir el dolor, tratar de entender ese dolor, mirar las profundidades que son insondables porque no somos capaces, en mi caso particular, de entender la magnitud del daño y del dolor que causamos”, precisó el excomandante del Bloque Norte y quien recibió el aval de los hermanos Castaño Gil para expandir las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).
Mancuso les manifestó a las víctimas que estaban en la sala de audiencias en la ciudad de Montería, Córdoba, que no logra entender el daño causado casi dos décadas después de la desmovilización de estas estructuras paramilitares.
“Cuando estábamos en la guerra se ejecutaba el acto y se daba media vuelta y uno intentaba quitarse esos pensamientos de la mente”.
“Pero ―añadió― cuando nos dimos cuenta que esta máquina se salía del rumbo hicimos todo lo posible para desmontarla, pero nunca imaginé que tendría que llegar a conocer la dimensión del daño, después de 17 años no logro entenderlo”. Por eso, pidió una vez más perdón a las víctimas del conflicto.
Mancuso, conocido dentro de las filas de las AUC con el alias de El Mono, manifestó ante los magistrados de la Sala de Reconocimiento de la JEP que se debe ampliar la categoría de “delito de género” en medio del conflicto puesto que se cometieron atrocidades que no han sido vinculadas “como la servidumbre, el trabajo que se le ponía a hacer la mujer por estar en ese espectro de sociedad patriarcal”.
“En mí hay un arrepentimiento sincero, deseo lo mejor por y para ustedes. Tenemos una experiencia que nos cambió, mostrar los seres humanos que somos”. Esto como parte de su compromiso para reparar a las víctimas y evitar que este tipo de hechos se presenten nuevamente en el país.
“Yo decía que no nací con un fusil terciado en el hombro, soy una persona con buenos sentimientos, con conocimientos y experiencia, que puedo aportar al país en los procesos de reconciliación”, aclaró. “Sepan que los escuché y los sigo escuchando, y que dentro de mi proceso de vida y futuro están ustedes presentes y son parte importante de lo que es el futuro que espero tener y adelantar”.
Protegidos por la Policía
En su extensa declaración, Mancuso, para demostrar las alianzas que tenían con la Fuerza Pública, recordó un episodio en el departamento de La Guajira. En esa oportunidad, se iban a reunir con el narcotraficante Santander Lopesierra, conocido como El Hombre Marlboro, y con Juan Francisco ‘Kiko’ Gómez Cherchar. Sin embargo, antes de llegar al encuentro, fueron contactados por la policía para advertirles que la guerrilla del ELN estaba haciendo un evento público.
El vehículo en el que se movilizaban se desvió hasta llegar al lugar. Mancuso dio la orden a sus hombres de ver la situación y, si era cierto, que le dieran de baja al comandante guerrillero.
“Cuando entraron, él incitó a la población para decirle que no permitieran que sucediera eso, que se armaran de palos y machetes o lo que hubiera, pero que no permitieran que eso sucediera, y ellos dispararon de manera indiscriminada contra la población”.
Mancuso siguió su camino, sin embargo, en la carretera la comitiva fue retenida por un teniente que les pidió sus identificaciones. “Cuando nos detiene, le decimos que éramos Convivir. No creyó y le dijimos ‘bueno, somos las Autodefensas’. También empezó a poner problemas. Total, reportó a su comandante, llamó por radio y todo el mundo se enteró. Entonces el coronel y comandante de la policía de La Guajira no quería soltarnos”.
Este incidente le fue comunicado a Carlos Castaño Gil: “Le dije: ‘y nos van a llevar a la estación de policía, y si esto no se resuelve, nos van a mandar a una cárcel que queda en Fonseca’ o no sé dónde era, no recuerdo los nombres”. Frente a esto, Castaño llamó al coronel Roso José Serrano ―quien posteriormente sería comandante de la Policía Nacional― “Y Serrano le dijo: ‘llámate a Naranjo’. Y Naranjo mandó entonces al coronel Danilo González a que nos liberara de allá. Tuvimos que organizar ese tema con el juez, con el fiscal, con los que estaban ahí presentes”.
En su declaración recordó que los disfrazaron de policías y los escoltaron para sacarlos del lugar donde estaban retenidos. Pocas horas después los liberaron. “Ya del otro lado me recoge el mayor Méndez, de la Sijín, comandante de Bolívar. Y ése me escolta hasta cerca de los límites de Córdoba, y ya en Córdoba me voy solo y sin problema con la escolta que llevaba. Y ya me voy hacia la zona de Tierra Alta porque inmediatamente me sale orden de captura”.