La situación de Tuluá, centro del Valle del Cauca, es realmente alarmante. Los precios de algunos alimentos están por las nubes y no es por falta de producción, sino porque la ciudad se encuentra secuestrada por varias modalidades de extorsión, que golpean, principalmente, a expendedores a gran y pequeña escala de ciertos productos.

Por ejemplo, un panal de huevos ronda los 20.000 pesos, mientras que en otras regiones el mismo producto se ajusta a 14.000. La explicación es que desde hace más de un año hay una estructura criminal que obliga a pequeños y grandes comerciantes a distribuir, previo pago de extorsión, el producto en ciertos lugares.

El denominado cartel del huevo opera así: la banda criminal Oficina de Tuluá coacciona a los expendedores para pagar por distribuir el huevo en plazas de mercado, y también presiona a las grandes empresas para que depositen un impuesto sobre la producción. Quien no acceda a estas peticiones es asesinado.

“El denominado cartel del huevo es una organización criminal liderada por alias Pipe y Caregallo, ambos recluidos actualmente en la cárcel de Picaleña, en Ibagué. Antes se llamaban banda la Inmaculada y ahora se hacen llamar la Oficina de Tuluá”, explicó el coronel Nelson Dabey Parrado Mora, comandante de la Policía Valle.

Producto de este entramado de extorsión, al menos tres expendedores de huevos fueron asesinados, y grandes cadenas avícolas decidieron cerrar sus sedes en Tuluá. Lo paradójico es que quienes tienen en jaque al mercado llevan más de siete años privados de la libertad, con penas superiores a los 36 años por delitos de extorsión y homicidio.

El personero delegado de derechos humanos de Tuluá, José Martín Hincapié Álvarez, aseguró que dicha situación no es nueva en el municipio. “Esto ha ido evolucionando a través de actividades de extorsión, de intimidación, en las que no se permite la venta de estos productos ni que ingresen a la comercialización en la zona urbana, solamente a través de determinados actores; y se les exige una suma de dinero a los ciudadanos que comercializan, o solamente se puede hacer la venta a través de determinadas personas”.

El coronel Parrado reconoció que desde 2012, cuando apareció la Oficina de Tuluá como producto de un reducto de los Rastrojos, la ciudad ha sido protagonista de varios carteles de acaparamiento de alimentos. “Se iniciaron afectando la cebolla larga entre 2018 y 2019; ampliaron la extorsión a estos comerciantes con productos como cilantro y tubérculos. En 2022, y como estrategia para ampliar sus actividades ilegales, deciden realizar amenazas a mayoristas de huevo”, señaló.

Esta banda criminal ha dinamizado las extorsiones en dos posibles categorías: en una clásica local, aplicada a trabajadores y comerciantes en la plaza de mercado con exigencias de cuantías menores; y otra, orientada a macroextorsiones en grandes compañías. Por esta situación, los homicidios en Tuluá durante los últimos cinco años sobrepasaron la barrera de los 542 casos.

SEMANA trató de contactar a las grandes avícolas que cerraron sus puertas en Tuluá, pero no fue posible obtener respuesta. | Foto: Abel Mitjà Varela

“Hay un ajuste de cuentas contra expendedores e integrantes que no le quieren pagar a esta estructura o simplemente dejan de reportar las ganancias. Hay mucho miedo y silencio”, le contó a SEMANA uno de los comerciantes extorsionados. Y es que los homicidios, discriminados por años, están así: 86 en 2017; durante 2018, esa cifra descendió a 71, pero en 2019 se dispararon los crímenes con 110 casos. En 2020, cuando en el país las cifras de criminalidad bajaron por las cuarentenas de la pandemia, mataron a 148 personas en Tuluá; en 2021, las autoridades contabilizaron 127 muertes violentas.

“Tuluá registra 33 casos de homicidios en el presente año, de los cuales 13 ocurrieron en enero, 11 en febrero, apenas tres en marzo y en abril van nueve”, sostuvo el coronel Parrado. Pese a esta escalada de sangre, amenazas y extorsión, en Tuluá solo existen cuatro denuncias por monopolio de alimentos entre 2021 y 2022, de las cuales dos corresponden al sector avícola y el resto a comerciantes de cilantro.

SEMANA trató de contactar a las grandes avícolas que cerraron sus puertas en Tuluá, pero no fue posible obtener respuesta. La ley del silencio, al parecer, garantiza la vida.