Las denuncias que llevaron a todos los entes de control a visitar y recorrer las calles de San José del Guaviare, se concentraron en los presuntos casos de explotación sexual de niños indígenas. La realidad se origina en una preocupante situación que tiene con hambre y rabia, a los niños indígenas, los mismos que todos los días recorren las calles mientras exigen comida y dinero.
En la capital del departamento de Guaviare hay una zona de “tolerancia” dos cuadras que forman una L y que se complementa con una calle conocida popularmente como La 40. Este punto se ejercen actividades de prostitución y es allí donde se advierte los casos de explotación sexual de menores.
Pero en el resto de la ciudad, principalmente en el comercio, niños desde los cinco años de edad, recorren los establecimientos, no pidiendo ayuda, sino exigiendo comida o víveres, de forma violenta, incluso enfrentando a los dueños de los locales, retandolos y luego atacando los vidrios o los clientes.
“Son indígenas, niños que al llegar a los clientes les están rapando la comida, rompen vidrios, tenemos una problemática muy fuerte con ellos. Son indígenas que resultan Intocables y cualquier cosa que hagamos contra ellos, incluso en procura de defendernos, resulta un problema para nosotros”, dijo Gustavo Herrán, comerciante de San José de Guaviare.
No se trata de un comportamiento espontáneo, las autoridades, los comerciantes y hasta el fiscal Francisco Barbosa, advierte de una grave situación que deja en completo abandono a los niños indígenas, todo a pesar de las advertencias que estaban en poder del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar - ICBF, una crisis de hambre que tiene a los niños indígenas en la calle buscando lo que el Estado dejó de darles.
“Queremos llamar la atención que las violaciones de Derechos Humanos en este país no son culpa de la Fiscalía, ni de la Defensoría del Pueblo, son culpa de la falta de prevención del Gobierno Nacional, departamental y local y en eso vamos a proceder con mucha claridad en la Fiscalía, funcionarios que no cumplan con sus funciones, serán investigados por la Fiscalía”, dijo el fiscal Barbosa.
Desde 2016 los comerciantes de Guaviare advirtieron al Gobierno Nacional, a través de una carta enviada al Ministerio del Interior y no hubo respuesta. En otras palabras, hace más de siete años se anticipó la tragedia que ahora se desbordó en las calles de la capital del departamento y que convoca a las autoridades del orden nacional.
“Nosotros enviamos una alerta con más de 100 firmas de comerciantes en San José del Guaviare al Gobierno Nacional y lo que se le pedía en este momento ocurre ahora una grave situación con los niños indígenas, están completamente desprotegidos, llegan a la ciudad a las casas, a los locales a destruirlos exigiendo lo que el Gobierno les debió entregar”, dijo una residente de Guaviare.
Por ahora y mientras las autoridades confirman la veracidad de las denuncias respecto de casos de explotación sexual de niñas indígenas en Guaviare, la comunidad, en general, hace el reclamo que desde 2016 era de conocimiento público y privado para las autoridades locales, incluso para el Gobierno Nacional.
Tras hacer un recorrido por la llamada zona de tolerancia y la calle 40, SEMANA logró identificar que efectivamente estos espacios se convirtieron en los escenarios para la actividad de prostitución y tráfico de estupefacientes. La evidencia de niños en esta zona está por verificar, así como establecer la existencia de redes de trata de personas.
“Es una situación urgente, los niños que recorren las calles tienen que dormir en la calle y al menos son 10 o 12 qué están haciendo estragos en los locales rompiendo, robando y atacando a los clientes o los turistas que visitan el departamento”, dijo Helena Córdoba, comerciante San José de Guaviare.
Lo que para algunos colombianos podría ser un lugar común, ver niños recorriendo las calles y pidiendo comida, para la comunidad en Guaviare resulta una novedad y una angustia latente, particularmente cuando se supone que los Nukak Maku son la insignia del departamento. Incluso en el parque principal se elevaron esculturas en su honor y hasta un reconocimiento de la gobernación lleva el mismo nombre.