SEMANA: La semana pasada, la Policía advirtió que en medio de la cuarentena se habían detectado más de 2.500 fiestas privadas. ¿Por qué es tan difícil para la gente entender que estamos en un momento crítico? Antanas Mockus: Es un número tan grande que convierte el fenómeno en uno sociológico. No parecería ser la pura suma de decisiones puntuales tomadas por individuos. La aceptación cultural es parte de la explicación. Estamos, tal vez, por primera vez ante un fenómeno de globalización instantánea. Vemos, por ejemplo, cómo se para una economía y cuán difícil es arrancarla. Naturalizamos muchas veces lo que nos debería parecer absolutamente inaceptable. Nuestros mecanismos de inhibición moral resultan inhibidos. No sentimos ni culpa ni vergüenza. No nos vemos juzgados por unos exigentes ojos ajenos. Pensamos que, si algo nos beneficia, podríamos encontrar fácilmente excusas.

SEMANA: ¿A qué atribuye que en un momento tan difícil, cuando la vida está en juego y cuando mucha gente por cuidarse pierde sus ingresos, existan quienes le apuestan a quebrar la cuarentena por fiestas y otras razones aparentemente menores? A.M.: Al cortoplacismo. Carpe diem, vivamos y comamos que mañana moriremos. Existe una valorización romántica del presente y una devaluación de las consecuencias futuras de acciones presentes. Según Pablo Villolo, un evento central en la cultura colombiana es la fiesta; por ejemplo, después de estudiar algunos rudimentos sobre fiestas nos atrevemos a decir ‘al proceso de paz le quedó faltando un cierre festivo’. SEMANA: El día sin IVA generó conmoción en muchos. Las filas y aglomeraciones para comprar con descuento no se compadecían con la situación que vivimos. ¿Qué refleja esto sobre la escala de valores de los ciudadanos que se lanzaron a comprar de esa manera? A.M.: La dificultad para hacer valer el futuro hace difícil ahorrar. La pérdida del sentido de las proporciones y a ser una sociedad centrada en los fines y poco cuidadosa en los medios para conseguirlos nos lleva a un comportamiento de todo vale para conseguir los objetivos. ¿Será que estamos tan acostumbrados a la desmesura en la economía ilegal, en la violencia y en la corrupción? El negacionismo (pensar que algo no existió o no fue tan grave) también es una explicación. ¿Es tan grave lo que ha pasado, es tan grave lo que nos espera?

SEMANA: ¿Se equivocó el Gobierno al mezclar dos cosas que aparentemente van en la dirección contraria: las medidas de aislamiento y la invitación a comprar para reactivar el comercio? A.M.: Me hubiera gustado algo más mesurado y racional, dando mayor acceso a los medios virtuales, a los turnos, a la ampliación de los horarios; mayor creatividad que mostrara que son posibles los dos objetivos, reactivar el comercio y mantener medidas de aislamiento, autocuidado y cuidado mutuo. Algo más cercano a los ideales y las prácticas de cultura ciudadana, de autorregulación y regulación mutua pacífica. SEMANA: En el fondo de esto, siempre hay un conflicto entre el uso de la fuerza y la posibilidad de convicción de los ciudadanos. ¿Usted, que siempre ha estado en este último grupo, cree que eso es válido incluso en estas circunstancias excepcionales? A.M.: Sí. Hay que pensar lo que haría un artista en una situación similar. Vale inventar nuevas interpretaciones, nuevos pasos. La convicción pedagógica no riñe con que a veces hay que pensar en el uso de la fuerza. Considerar una nueva estética, ‘arte y liderazgo gubernamental’, que más bien consolide las convicciones.

SEMANA: En esta pandemia, en Colombia y en el mundo, se han hecho evidentes muchas rivalidades políticas. ¿Cómo explicar eso que, en principio, es un absurdo en una coyuntura como la que vivimos? A.M.: En otra época, como en los años cincuenta o sesenta, la amenaza de la desaparición de la humanidad por la guerra nuclear llevó a las grandes potencias, movilizadas por la sociedad civil, a desarmarse. Ahora le toca a la humanidad enfrentar un desafío cuyas dimensiones exactas todavía no conocemos: cooperar, cooperar, cooperar. SEMANA: En el caso específico de la puja entre Iván Duque y Claudia López, ¿quién tiene la razón? A.M.: Ambos. El equilibrio que se ha generado entre los dos me ayuda a dormir tranquilo. SEMANA: Usted se ha referido a las dificultades de un equilibrio mental de la gente en otras catástrofes que hemos vivido, como la guerra. ¿Qué hace distinto lo que tenemos ahora? A.M.: Estamos más cerca como humanidad. La pandemia nos colocó ante una radiografía muy dolorosa. No hemos sido ni los más justos ni los más sostenibles con nuestros congéneres y con el planeta. La pobreza y la vulnerabilidad que ha revelado esta pandemia deberían llevarnos, a la ciudadanía y a los Gobiernos, a replantear la forma en que estamos actuando, y lo que elegimos hacer con nuestro tiempo, nuestros recursos, las decisiones sobre lo que hacemos y sobre lo que dejamos de hacer.

SEMANA: ¿Qué de nuestro pasado puede ayudarnos a superar lo que vivimos? A.M.: La superación de la esclavitud. La creación del Estado social de derecho. La equidad de género. La fuerza del conocimiento colectivo. La utopía educativa ‘todos aprendiendo de todos’. SEMANA: ¿Cabe alguna visión optimista en el sentido de que esta crisis puede dar apertura a nuevas ideas? A.M.: Sí. La confianza en el poder de la investigación, la educación y la pedagogía. Y la capacidad de los seres humanos de examinar su vida y corregirla. SEMANA: ¿Cree que se necesita mas autoridad o mas pedagogía? A.M: La pedagogía es la forma más sutil de autoridad. SEMANA: ¿Para usted cuál es la gran lección para la humanidad de todo lo que estamos viviendo? A.M: Hay que distribuir de manera muy distinta los incentivos. Los ricos deben aceptar de buena gana aportar más. Hay muchas formas de riqueza.