En el libro Una vida, muchas vidas, Gustavo Petro contó detalles hasta ahora inéditos de su carrera. Las torturas que vivió, la toma del Palacio de Justicia, la paz, las elecciones. Y lo que piensa de muchos de quienes han sido los protagonistas del país en las últimas décadas: Carlos Pizarro, Juan Manuel Santos, Claudia López y Álvaro Uribe.

En el texto de más de 340 páginas, un capítulo llama la atención. Se titula “Mi reunión con Carlos Castaño” y allí, el líder de la oposición cuenta cómo fue su encuentro con el entonces jefe del paramilitarismo. Sucedió en el año 2000, cuando el entonces representante a la Cámara, Gustavo Petro, recibió una invitación para hablar con el máximo comandante de las AUC.

Petro cuenta que al principio rechazó la propuesta, pero posteriormente, después de consultarlo con su equipo, decidió jugársela por entender lo que pensaba uno de los protagonistas más macabros de la guerra. Petro no tomó esa decisión solo, sino que hizo varias llamadas para pedir consejo. Uno de ellos fue el hermano de Germán Castro Caycedo y otra con Angelino Garzón.

No se trató de un día fácil y todo en esa invitación le generaba desconfianza. Cuando iba en camino se hizo público que las AUC habían secuestrado a Carlos Alonso Lucio, excompañero suyo en el M-19, lo que le hizo temer que fuera a ser secuestrado también.

Petro narra todo el viaje de camino, las vueltas que dieron y los personajes que se encontraron hasta llegar a Castaño. Después de pasar por un planchón de agua y de hacer cambios de transporte en varias casas, llegó a una finca en donde había una reunión de unas 40 personas.

“No alcanzaba a ver los rostros de las personas reunidas, pero debían ser unos treinta o cuarenta, todos bien vestidos. Supuse que eran ganaderos o latifundistas del departamento. A mí me llevaron a un cuarto y, minutos después, entraron los que eran integrantes de la cúpula del paramilitarismo. No reconocí a muchos, pero al lado de Castaño había un hombre muy gordo, tal vez Don Berna o Monoleche”, relata en el libro.

Al principio de la discusión con Castaño, el comandante paramilitar se mostró fuerte ante las oposiciones de Petro sobre el impacto tan negativo del paramilitarismo en Córdoba. Al congresista le molestó que Castaño dijera que en el departamento se había llegado al “estado natural de las cosas”.

El líder de la oposición comenzó a repicar con argumentos y, según él, Castaño comenzó a desvanecerse. “Se notaba que, en el fondo, era una persona débil mentalmente, que se diluía ante contrincantes con convicciones e ideas profundas. Al cabo de unos minutos ya tartamudeaba y retrocedía. Sus supuestos subordinados militares lo interrumpían y hablaban en su lugar”.

Las conclusiones de Petro fueron impactantes. “Yo no me dejé encerrar, pero sí comprendí que Carlos Castaño no era el jefe del paramilitarismo. Era apenas una figura que ponían ante las cámaras y las personas vulnerables para asustar”, dice el candidato presidencial en su libro. Petro siguió contradiciendo a los jefes de las autodefensas, lo cual le hizo temer por su vida y pensar en una improbable ruta de escape hasta el río Sinú, algo que seguramente le habría costado la vida al estar todo lleno de hombres armados.

Al final, Petro pensó que lo peor podía pasarle. Pero al final, lo dejaron ir libremente. Un tiempo después, supo que las AUC tenían listo un operativo militar para asesinarlo, por lo que cree que gracias a ese encuentro decidieron no hacerlo.

“Hoy tengo la sensación de que Castaño no quería matarme y que, a su manera, pensaba que me debían respetar... Aquel día sentí que, para Castaño, yo podía ser útil en el futuro, y por eso defendió la tesis de no asesinarme. Por eso, creo, salí de la hacienda ubicada en las alturas de la serranía”, concluye Petro en su libro.

Así mismo, dice que ese día se dio cuenta que existía otra ala del paramilitarismo, que cree que es la que quiso matarlo a él y que, posteriormente, mató al mismo Carlos Castaño.